CAPITULO 8

1K 125 15
                                    

𑁍Flora𑁍

He andado incómoda casi toda la semana y no solo por el insomnio. Incluso tomando una infusión de valeriana o té de manzanilla con miel no he podido conciliar el sueño. Me relaja el cuerpo, por supuesto, pero mi mente sigue negándose a darme reposo.

Esa situación comenzó a empeorar desde el accidente en la casa Nishimura ya que desde entonces es que me he sentido inquieta.

Ese día tuve que continuar con mi trabajo hasta finalizar mi turno, no tuve llamadas de clientes, ni citas registradas para esa fecha y nadie vino a la clínica. Fue un día aparentemente tranquilo después de ese accidente y no le pude contar nada de lo que pasó a Rino porque él sí tenía citas programadas. No le conté nada a nadie.

Cuando al  fin llegué a casa me sentí extraña y no sabía cómo interpretar ese ardor que me incendió el pecho. Creí que era vergüenza por lo que me había pasado. Pensé que tal vez no lo había asimilado bien, entonces en la tranquilidad de mi acogedor departamento me puse a micro -analizar cada elemento de ese día, desde las personas con las que había hablado hasta las malas decisiones que me direccionaron. Lo hice cuando tomé una ducha, cuando cené, cuándo me aliste para dormir e incluso cuando me metí entre las sábanas de mi cama.

Las luces estaban apagadas y mi almohada estaba fría, la habitación estaba limpia y mi cama era cómoda. Sí me sucedió todo aquello, pero el día había terminado y tenía que estar agradecida y triunfar ante el mal momento con una actitud positiva.

Y cuánto quise hacerlo, oh... sí lo intenté. Pero sin quererlo demasiado comencé a llorar. O tal vez si lo quería, quería llorar mucho y por eso lo hice hasta quedarme dormida.

Al día siguiente fue que me di cuenta de lo que sentía; en plena luz del día en una mañana resplandeciente y llena de vida, me desperté temprano aceptando la idea de que estar sola me angustiaba.

Los suspiros hondos se convirtieron en una consolación desde entonces, cada vez que los daba me recordaba a mi misma que no podía estar pensando en cosas así y peor durante el día o durante mi turno. Aún tenía muchas cosas por las cuales sentirme satisfecha. Mi trabajo era una de ellas y mi salud era otra.

Así que todo estaba bien, aunque me seguía convenciendo de ello.

—¿No se te cansan las manos, Flora? —me preguntó él con una voz que sonaba ya vetusta por la edad, era un hombre bastante mayor después de todo.

Me encontraba en medio de una sesión programada con manos llenas de el aceite que me ayudaba a resbalar mis nudillos sobre su piel blanda y arrugada con facilidad, aunque no pude evitar notar lo suave que era y el hecho de que se notaba muy bien cuidada pese a su edad. La familia de Don Maril —que era el cliente con más edad del programa ya que tenía ochenta y ocho años—, llamaba regularmente a las oficinas de la clínica para planificar las sesiones que me habían encargado. Lo tenía que tratar con cuidado y sus sesiones solo eran para los masajes terapéuticos que le ayudan a mejorar sus músculos y algunas sesiones de ejercicios leves para sus articulaciones.

Las casa Cotzomi tenía dos alfas femeninas y cuatro alfas masculinos, todos semejantes en edad, que me habían hecho conocerles desde que acepté ser la cuidadora de su núcleo meses atrás.

Eran ese tipo de señoras y señores que provocan cariño por sus actitudes tan efectivas hacía los más jóvenes. Siempre me andan llamando con nombres bonitos como "encanto" o "caramelita". Excepto Don Maril, él me llamó por mi nombre desde el principio y luego me explicó que era porque le gustaba un montón.

Era un señor bastante serio, Don Maril, pero también intentaba mostrar cariño a su forma. Eso me habían explicado sus alfas y me había quedado en claro que lo cuidaban con mucho amor y atención pese a que también eran mayores.

AMBROSÍA ENTRE BOCAS [ OMEGAVERSE POLIAMOR ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora