CAPITULO 10

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𑁍Auriel𑁍

Mis brazos estaban llenos de pintura, desde mis codos hasta la punta de mis dedos. En mi mente tintineaban campanas de inspiración y se manifestaban en mis manos ondulantes sobre el lienzo. Aguantaba la respiración cada vez que trazaba las líneas, finas y concentradas, intentando recabar con precisión la figura de mi musa. ¿Cómo fue que capture sus ojos? La forma de su rostro, la presión de sus facciones. ¿Cómo fue que la vi entonces? Ojalá la tuviera de frente para lograr comparar mi creación con su subsistencia, tener ante mí semejante y divina presencia, pero solo tenía su recuerdo ya había olvidado los detalles, siempre fui bueno para recordarlos, pero esta vez parecían deslizase con terquedad de mi pensamiento. Eso era algo que odiaba con pasión. ¡Necesitaba tenerla frente a mi!

Las campanas dejaron de sonar y fue como un jalón del cielo a la tierra.

Suspire frustrado, dejando caer el pincel al suelo. Estaba exhausto y aún no había logrado pintar ni siquiera un avance de lo que tenía en mente. No había podido plasmarla como quería desde el bosquejo que había hecho al principio y era desesperante porque seguía intentando avanzar mientras las campañas me guiaban a través de la inspiración.

Cuando se terminó la subida de creatividad contemplé con atención lo que había logrado y me fue insuficiente. Me resultó plano y me dejó insatisfecho; mi obra me exigía más de lo que le había brindado y ya había llegado a un punto donde no sabía qué hacer para arreglarla. Intenté ponerle color, pero no era lo que buscaba. No era lo que quería.

De alguna forma me permití soltura casi al final cuando comencé a pintar algunos detalles con los dedos y eso solo había resultado en desastre. En el lienzo y en mi ropa. Así que sin preocupación me recosté boca arriba en el suelo, que estaba ya sucio con pinturas de diversos colores; yo también estaba todo salpicado de acrílicos después de todo, lo impecable ya no importaba más. Lo único en lo que pensaba era que no había logrado terminar mi obra como quería.

De todos los colores mezclados en mi piel por el momento solo me interesaba uno. El que use para las curvas de su rostro. Me quedé en silencio viendo el techo, sintiéndome desahogado, pero aún disconforme. Cerré los ojos intentando recordar mejor; cómo su cabello caía como ondas en el mar en una noche oscura, sus ojos eran como el infinito, uno sin estrellas y tan profundos como mi interés en su descubrimiento. Piel canela, delicioso color, el color firme del tallo de los árboles, pura naturaleza en toda su hermosura. Sus labios llenos de dulzura y ojos grandes que incitaban a la ternura. Semblante implacable... perfecta, Flora era la obra perfecta para un artista.

Un artista que, aparentemente, no era yo, porque no logré pintarla como la contemplaba.

Percibí el aroma de Magnus cuando entró a mi estudio. Me alcanzó con su intento de transmitir calma, arrullándome con su seguridad y paciencia. Desde la punta de mis pies hasta mi cabeza, como una manta gruesa cubriendo mi cuerpo. Su presencia se hizo más notoria cuando lo dejé cubrirme de feromonas para sosegar mi mente, encargándole mi frustración. Él se detuvo a mi costado y sin la intención de levantarme de mi lugar de descanso en el suelo, lo dejé mirarme desde arriba; abrí un ojo para verlo y lo encontré cuestionando con la mirada.

—Samyr me contó que desde ayer no duermes. ¿Qué es lo que tienes, mon canari?

—Magnus... no puedo terminar mi obra —le confesé con mi pecho sintiéndose muy pequeño para mis suspiros hondos. Sentía que necesitaba más aire. Estaba tan cansado.

Fui testigo de su observación al lienzo, de la forma en la que prestó su consideración para conocer mis intenciones inacabadas solo con un pequeño vistazo, creí que diría algo al respecto, pero luego volvió a poner su atención en mi.

AMBROSÍA ENTRE BOCAS [ OMEGAVERSE POLIAMOR ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora