Vanesa
Nunca imaginé escribir nuestro reencuentro, porque tampoco imaginaba escribir el final. Aún así, lo hice hace tres años. Fue un abril, otro abril que me borra la sonrisa y me envuelve en soledad. Fue en abril cuando cerramos la puerta de aquella casa que había sido cómplice de nuestra historia.
Continué mi vida como quien se pone un disfraz y deja en casa cada día la alegría. No estaba de acuerdo con la decisión de dejarlo, aún tenía mucho amor para dar, pero tampoco podía permitir que ella no fuera feliz a mi lado.
Los primeros meses fueron difíciles. Despertarme y ver el lado derecho de la cama vacío implicaba seguir el día imaginándola y pensando en cómo estaría sin mí. Fueron muchas noches de romperme en pedazos de mil maneras diferentes. Era imposible escuchar su nombre y no querer gritar que aún la amaba.
Prometí esperarla, prometí no volver a abrir mi corazón, pero la vida improvisa, siempre lo hace. Dos octubres atrás, sin planearlo y sin control, dentro de mí se volvió a encender algo. Algo que no podía descifrar. Amor, tal vez. Emoción, quizás. Pasión, sin más.
Reconocí a Liliana más allá de la amistad y lo que creía que no pasaría de algunas noches y 90 minutos, se convirtió en compartir desayunos, alistar la misma cama y usar la misma llave. No lo esperaba ni lo pude prevenir, pero sucedió. Como también sucedió que los reclamos y las peleas terminaron apagando lo único que nos sostenía: la pasión.
Cuando terminó una de las giras más importantes de mi carrera, volví a casa sabiendo que tendría que, por fin, reconstruirme y sanar aquello que había sido reemplazado por otro cuerpo. Necesitaba olvidar a Mónica para seguir. Pasé unos meses extraños, algunas noches me reuní con amigos, y otras, me reuní con la nostalgia inevitable de quien deja ir al amor de su vida. No niego que alguna –varias– vez busqué su nombre en Instagram. Sabía, o al menos eso dejaba ver en sus redes, que estaba bien, y eso me hacía sentir en paz.
No fue hasta mayo del 2024 que volví a saber de ella. Había acordado con Ana, mi mejor amiga y manager, que pasaría a buscarme por casa para ir a los ensayos de Factor X. Al subirme a su coche supe que algo encondía. La conozco demasiado como para no notar sus expresiones.
—¿Qué ha pasado? –dije con los ojos entrecerrados.
—¿Con qué? –respondió sin apartar la vista de la carretera, fingiendo indiferencia, claro.
—No lo sé, te noto rara.
—No pasó nada, Vane. Deja de molestar y cuéntame lo que...
De repente, como quien no quiere la cosa, la pantalla del coche anunció un nuevo mensaje. Lo dije, no me equivoco cuando digo que sé leer y entender a Ana como si la hubiera parido.
—¿Mónica?
—Vanesa, no puedes ir por la vida queriendo saber todo lo que ocurre a tu al rededor. –rió y subió el volumen de la música. —Sí, es esa Mónica.
Hacía tiempo que no oía su nombre en la voz de Ana, como si hubiera quitado esa palabra de su vocabulario al entender que necesitaba soltarla.
Pero, ¿por qué acababa de recibir un mensaje de mi ex después de tanto tiempo?
—Hemos estado hablando. –Ana habrá notado el desconcierto en mi cara porque no dudó un segundo en volver a hablar. —Veo que no has entrado a redes. –negué con la cabeza. —Comenté su última publicación y me ha respondido por privado. Intercambiamos algunos mensajes, me preguntó si seguía teniendo el mismo número, y ya ves, la conversación se mudó a WhatsApp.
—Vaya... No, no he visto nada. Y...
—¿Y...? Pregunta Vane, sé que quieres saberlo todo. Y también me he sorprendido tanto como tú al recibir su mensaje.
—¿Cómo está? ¿Qué te ha dicho?
No quería parecer interesada, pero no podía fingir, nunca podría si se trata de ella.
—Me ha hablado de su trabajo, me envió foto de sus sobris, pregunté por Camarón y... Bueno, no he indagado mucho, pero creo que sale con alguien.
Sabía y me hacía una idea de que en estos años, al igual que yo, pudo haber rehecho su vida con alguien más. Al ser solo una idea no se sentía tan mal, pero oir aquello se sintió como un jarro de agua fría ¿Qué tan egoísta suena si digo que no quiero que sus ojos sean la casa de alguien más?
—Vanesa, ¿estás bien?
—Si, claro. Perdón, sólo no me lo esperaba.
—No puedes permitir que esto te haga daño. Además, tú también rehiciste tu vida.
—Lo sé, lo entiendo y sé que tiene el mismo derecho de volver a enamorarse, supongo que tendré que acostumbrarme a vivir con la idea de que el amor de mi vida es feliz con el suyo...
—Tampoco seas tan intensa, tía. –recibí un golpe en el brazo izquierdo, típico de Ana. —¿La extrañas, verdad?
—Nunca he dejado de hacerlo.
—No me corresponde decir esto. No es algo que diría una persona que ha visto a su mejor amiga pasarlo fatal, pero sabes que mientras se trate de Moni siempre tendrás mi apoyo. Nunca es tarde para nada...
Preferí dejar de lado todo aquello, no quería retroceder ni un solo paso. Para mí también siempre será un SÍ mientras se trate de Mónica, pero todavía no me sentía lista para realizar algún movimiento que implicara romper su bienestar. Prefería seguir creyendo que estaría feliz con alguien más y guardar el dolor dentro de mí. Si tan solo pudiera recuperarla, la vida se encargaría de juntarnos.
🌷.