episodio 15: pulsómetro

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Aquella mañana era otra de muchas en su carrera de arte dramático. Un ambiente rebosante de talento y pasión se respira en el anfiteatro, donde han ido a practicar diversas escenas e improvisaciones. Pero la chica de sonrisa radiante puede notar el nerviosismo presente en su amigo vasco, que mueve la pierna izquierda al compás del cuatro por cuatro.

– Venga ya, Mart – la chica lo saca de su ensoñación en un susurro, rozándole el hombro con delicadeza – Te van a coger. Y si no lo hacen son idiotas.

El chico emite una suave risa, mirando a su amiga con cariño. La música llena la estancia, indicando el fin de la clase, y por tanto, de la jornada. Aquel día había quedado en ir a comer con la chica, así que no le corría prisa ninguna por finalizar la conversación.

– Lili, es que no es sólo un casting. Es el casting número... ya ni idea – responde, inspirando lentamente a la par que levantándose del asiento. Al ver que su amiga está a punto de reprocharle algo, le interrumpe – Y no me digas que me van a coger, porque estoy harto de que todos me digan lo mismo y al final me lleve el chocazo.

– Mart... – la mirada de la chica emite empatía absoluta, dado que a ella le sucede algo parecido, pero enfocado en el terreno de la música. Y sabe que las razones del malestar de su amigo no se limitan únicamente a ese motivo. Pero no va a ahondar en ese tema, sabe que no puede ayudarlo.

– A lo mejor no sirvo para esto y punto. No es normal que no me hayan dado ni un mísero papel, ¡me conformo con ser un árbol! – exclama el chico con frustración.

– ¡Pues claro que es normal! ¿A cuántos castings crees que se presentó Helena Bonham Carter hasta que la cogieron en Lady Jane? O incluso, cuántos papeles vas a representar hasta que alguno triunfe – dice la chica, agarrándole la mano y mirándolo a los ojos – Eres el mejor actor que he conocido, Marts. Y sé que te va a ir bien, porque no haces esto por fama o por dinero; sino por pasión.

Los ojos del chico están algo acuosos mientras escucha a la chica. Una mezcla de miedo, adoración y vértigo se acumulan dentro de él. Y necesita expulsarlos cuanto antes.

– Eres la mejor amiga que he tenido nunca, Lils – dice él, conmovido – Pero ahora mismo, no lo sé. A lo mejor me quedo vendiendo vinilos toda mi vida.

– Y a lo mejor yo me quedo sirviendo cafés toda mi vida, ¿y qué? Habremos vivido arriesgando y haciendo lo que nos gusta, independientemente de cualquier otra cosa. Pero no va a ser así, porque lo vas a conseguir. Vas a ser músico y actor y lo que te salga del bigote, mi Martinchu – el chico ríe ante las ocurrencias de la chica, sorbiéndose la nariz.

– Y tú también, mi Lina. Y estaré en primera fila en tus conciertos.

Un abrazo es compartido por ambos, uno real. Un minuto en el que ambos corazones están pegados, separados por costillas y piel, pero unidos por un hilo invisible. Hasta que el estómago de la chica decide sonar, interrumpiendo el momento, y robando carcajadas al chico frente a ella.

– Ups.

– ¿Hamburguesas? – podría considerarse una pregunta retórica, dado el amor de ambos por el plato, con una respuesta afirmativa asegurada.

– Sí quiero, Martin Urrutia.

Lina se encarga de pedir la hamburguesa más jugosa del menú, con extra de queso y patatas fritas de acompañamiento. El menor, que no se decide por ninguna, acaba ordenando la misma, pero con tequeños a la par.

Cuando traen las susodichas a la mesa, son devoradas en cuestión de pocos minutos. Ambos se recuestan en la silla, con el estómago lleno, y la serotonina rozando altos niveles. Sin embargo, la felicidad no es eterna, y esta vez es interrumpida por el sonido de notificación en el teléfono de Martin.

vinilos - juantinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora