Juanjo cierra la puerta del camerino, asegurándose de echar el pestillo, por si las moscas. Al instante de girarse un eufórico Martin envuelve su torso de un salto, como un koala, mirándolo a los ojos con la felicidad reflejada en los suyos propios. El maño no puede evitar que una amplia sonrisa se dibuje en su rostro al verlo tan contento, tan orgulloso de sí mismo.
– Entonces, ¿te ha gustado? – pregunta, rodeando su cuello con sus brazos, una distancia no muy prudente teniendo en cuenta el estado del aragonés, que se lo come con la mirada. El vasco no es tonto, sabe perfectamente el efecto que tiene sobre él.
– ¿Que si me ha gustado? – pregunta incrédulo, concentrándose en no mirarle los labios constantemente – Joder Martin, poco más y todos se dan cuenta de lo mucho que me ha gustado.
El bohemio entiende perfectamente a lo que se refiere, y suelta una suave carcajada, que acalla al acercarse a los labios del mayor, rozándose entre sí con parsimonia. Quiere llevarlo al límite, eso está claro.
– ¿Quieres que te bese, Juanjo? – su tono de voz no hace más que desesperar al más alto, que aprieta su agarre en la cintura acercándolo a sí. El bohemio no es tan malo y lo besa, con pasión, siendo correspondido al instante. El maño se dirige un poco a ciegas a donde creía recordar que estaba el tocador, depositando al chico sobre este y continuando con la faena.
El toque del aragonés sobre su piel arde, sigue sintiendo la presión aún cuando ya ha separado su mano de esa zona. Los besos del nombrado bajan hacia el cuello del vasco, por el que parece tener una extraña obsesión. Su tez blanquecina se colorea rápidamente de rosado a causa de los besos y suaves mordiscos que el maño deja sobre esta, provocando que jadeos casi imperceptibles escapen de los labios del menor.
Tres golpes secos en la puerta los separan, asustando a ambos.
– ¿Martin, estás ahí? Soy Cris – un bufido se escapa de los labios del mayor al escuchar de quién se trata. Cris es un compañero de teatro de Martin, es buena gente, pero demasiado cariñoso con el menor desde su punto de vista.
– Eh... sí, sí estoy – responde el vasco, ganándose una mirada de "¿es coña?" del más alto – Pero me estoy cambiando.
La presencia de un tercero tras la puerta no puede importarle menos al maño, que sigue con su trabajo, enterrando su rostro de nuevo en el hueco entre el cuello y la clavícula del menor. El nombrado da un bote, conteniendo un jadeo de sorpresa.
– Pues... bueno, te lo digo desde aquí fuera igual – el bohemio emite un "mm" a forma de asentimiento, incapaz de emitir palabras debido al río de besos que su novio está dejando sobre su cuello y hombros. No lo para, porque lo está disfrutando tanto como él. Aunque no puede negar que le da lástima su amigo. – Has estado increíble en el escenario. Nuestra actuación se ha quedado corta al lado de la tuya. Muchas felicidades.
El bohemio agarra el cabello de su novio, que comenzaba a bajar sus besos por su abdomen cubierto por la rejilla negra. Le regaña con la mirada, tratando de respirar con calma, y sólo recibe un puchero por parte del contrario, que contiene una sonrisa traviesa.
El bohemio baja del tocador, señalando a su novio un escondite tras una cortina, mientras él se dirige apresuradamente a abrirle la puerta al moreno.
– Muchas gracias, Cris – dice cuando por fin lo tiene frente a él – Vosotros también lo habéis hecho genial.
Pero la mirada del chico parecía estar fija en un punto de su cuello, con algo de confusión reflejada en esta. Es entonces cuando Martin entiende que en esos instantes esa zona debería parecer digna de una reacción alérgica, así que se inventa la primera excusa que pasa por su mente.
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vinilos - juantin
Hayran Kurgudonde martin trabaja en una tienda de vinilos y juanjo va todos los días para verlo. o donde juanjo se enamora del vendedor y martin de su cliente.