CAPÍTULO 9

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A diferencia de la primera visita, esta vez las cosas fueron más sencillas con los menores, al menos al inicio, ya que Satoru era consciente de que no estaban ahí para separarlos, o eso le hicieron creer para que confiara en ellos y les ayudara a mantener tranquilo al omega. Yuji a diferencia de Satoru tenía el presentimiento de que algo malo estaba pasando y por supuesto, temía que lo alejaran de nuevo de Satoru lo que provocó que se comportara de forma más territorial con el albino ante aquellos que intentaban acercárseles.

Fue una sorpresa para todos que el omega fuera el que estableciera esta distancia, es sabido que ellos son la casta más hogareña y amorosa de todas por lo que el rechazo es toda una novedad. El problema de esto es que el alfa reaccionará al aroma amargo del omega en automático para protegerlo de aquello que considera una amenaza. Los libros de historia sustentan que dicha reacción es mucho más peligrosa de lo que parece, ya que implica una pérdida de conciencia porque es el instinto de supervivencia y protección el que dictamina las acciones del alfa. Además, se establece que una vez el alfa es dominado por su instinto, lo único que puede calmarlo son las feromonas de su omega.

Satoru intentó controlar la situación liberando su aroma, pero Yuji dejó en claro que no quería a esos intrusos en su pequeño nido. Su aroma se volvió amargo e intenso, provocando que Satoru gruñera cuando uno de los médicos intento acercarse a ellos.

– Yuji, ellos no están aquí para lastimarlos. – decía con dificultad al sentir el aroma del menor aturdir sus sentidos. Satoru había tapado su nariz, pero aquel olor era demasiado penetrante para que un simple pedazo de tela pudiese anularlo. – ¡Yuji! – alzó la voz mientras se acercaba.

Yuji estaba sentado en la orilla de la cama, abrazaba con fuerza la almohada que Satoru había utilizado la noche anterior. Su nariz estaba hundida en la tela impregnada por el dulce aroma de su alfa, quien en este momento intentaba hacerlo entrar en razón.

– ¡No! ¡Quiero que se vayan! – gritó con evidente enojo. – Los quiero fuera de mi nido, los quiero lejos de ti. No quiero esa cosa que quieren ponernos. – no era propio que Yuji alzara la voz o que se comportara de forma descortés, pero más allá que una molestia, su omega se sentía claramente ofendido por la desconfianza de su alfa. ¿Cómo se atrevía Satoru a dudar de él? Era evidente que esas personas estaban ahí para separarlos, y aún así, él les había permitido entrar a su pequeño refugio.

– Yuji tenemos que hablar de esto. ¿Puedes controlar tu aroma? – pidió estando a solo unos pasos del menor. Sus caninos comenzaban a picar, y su cuerpo comenzaba a acalorarse por la ira transmitida por su conexión. Si él perdía el conocimiento y se dejaba dominar por aquello, en verdad tendrían un serio problema, y al parecer nadie estaba preparado para ello pues la mayoría de los residentes de la casa son betas, y unos pocos y contados alfas por lo que contener a Satoru sería una acción suicida.

– Te aseguro que no estamos aquí para lastimarlos, solo queremos verificar como se encuentran y hacer una prueba. Hace unos días también vinieron unos médicos para eso, así que no te preocupes, ¿sí? – explicó una de las doctoras mientras levantaba sus manos para demostrar que no era una amenaza.

La mirada de Yuji pasó de la chica a Satoru, esperando a que este reaccionara. El destello de furia era evidente en aquellos bellos orbes color miel, su mirada siempre dulce había desaparecido. Satoru no tuvo más opción que levantar su mano hacia la chica como un silencioso pedido para que guardara silencio.

– ¿Pueden dejarnos solos? – Satoru le dio una rápida mirada al equipo que aún estaba en la puerta. Su mirada se había vuelto ligeramente borrosa y su aroma había comenzado a agriarse en respuesta al temor de su omega.

AST - NUEVOS DIOSESDonde viven las historias. Descúbrelo ahora