Su llegada

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Dí el último golpe y ella de inmediato cayó al suelo, con sangre brotándole de la nariz y los ojos tan abiertos que incluso llegué a creer que estaba muerta. Me acerqué a ella y busqué su pulso; era débil pero sobreviviría. Me levanté gloriosa y elevé los brazos, escuchando como todos alrededor gritaban y aplaudían, algunos otros me insultaban y lanzaban sus bebidas al cuadro de lucha, por supuesto siempre los ignoraba.

Me deslicé por debajo de las tiras elásticas del ring, sintiendo las manos que palmeaban mi espalda, advertí también los elogios de toda esa gente e incluso algunos hombres que tiraban de mí para ayudarme, me negué de todo y caminé directo a la barra de bebidas y tomé una botella de cerveza.

Era tan habitual mi actitud que el público no se molestaba en mirar más de cinco minutos, en el momento en el que me quedaba en la barra ellos cambiaban la mirada hacia otro lugar.
El mismo joven limpiando la barra me sonreía desde hace más de cinco años. Era muy joven cuando había empezado a trabajar y su actitud positiva ante todo siempre me llenaba de vida.

Empujé la puerta y salí, sintiéndome orgullosa de haber ganado. Contaba las ganancias que había obtenido hoy, eran suficientes para al menos medio mes o más, las guardé dentro de mi chaqueta y me dirigí a caminar en el callejón oscuro, dónde todos los hombre moribundo dormían.

El hecho de trabajar peleando dejaba bastante dinero, no me hacía falta nada y mucho menos quería más, pero la sensación de desahogo era la mejor que podía pedir, era malo de mi parte decir que deseaba golpear de vez en cuando a alguien pero así era mi vida en ese momento.

-Linda noche ¿no creen? -pregunté a todos.

Todos me lanzaron una mirada aprobatoria y siguieron colocando sus manos sobre enormes hogueras hechas con barriles de petróleo.

-Parece que va a llover -dijo uno de ellos-, no es linda. ¡Tendremos que compartir refugio!

Sonreí y aproveché el momento para dar otro tragó a la botella, el alcohol quemaba mi garganta y me hacía volver a la realidad. Observé a cada uno de los hombres, por lo regular siempre habían cinco o seis, pero esta vez había alguien nuevo.

Nadie estaba junto a él, ya sabía lo obvio, era una persona que jamás ha usado visto pero me atreví a preguntar.

-¿Quién es él? -pregunté señalando con la botella.

Uno de ellos giró y observó al hombre que se recostaba sobre el muro del edificio, observando al vacío, tan sereno y molesto a la vez, ante la mortecina luz de la luna su piel era tan blanca que podría haber apostado que estaba muerto.

-No lo sabemos -dijo volviendo a su lata de guisantes-, lo encontramos está mañana casi muerto aquí -señaló a un hombre del otro lado que ya dormía con las sábanas viejas sobre los ojos-: John le ofreció comida y agua pero él se negó. Sabes que no insistimos, querida.

Me encogí de hombros y le ofrecí la botella de cerveza al hombre, él la aceptó y a cambio me dio una sonrisa. Caminé hasta el hombre que se recostaba en el muro, estaba casi denudo, con el torso descubierto, la piel blanca y casi azul, con el rostro demacrado. Creí que en realidad era indigente como los otros, pero él tenía algo que lo diferenciaba de los otros, no sabía describir en realidad que era.

-Hola -dije colocándome de rodillas frente a él.

Me observó indiferente, sus ojos estaban perdidos y tenían manchas negras, de no haber dormido en días, quizás semanas. Tomé su brazo para saber si viviría tal vez tenía horas para morir. Abrió demasiado los ojos cuando lo hice, solo entonces me observó directamente a los ojos y sentí la respuesta de todo, él estaba solo, asustado y evidentemente no quería que lo tocaran.

1. With YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora