Adiós.

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Me quedé quieta observando su cabello cayendo por la almohada, su rostro se veía tan sereno con el mismo color pálido. Sus manos se acoplaban a las sábanas, de vez en cuando sus dedos se movían, mientras que sus ojos se quedan cerrados por minutos para abrirlos con rapidez después. Me había percatado de que no lograba dormir, que de alguna manera se despertaba repleto de pánico o con lágrimas a punto de salir, tenía algo de temor como para preguntar la razón, incluso tenía la sensación de que ya lo sabía muy en el fondo.

Traté de tranquilizar su nerviosismo de nuevo, acaricié su cabello, entrelazando mis dedos en él; había olvidado lo suave y grueso que era éste, de pronto me vino a la mente una imagen de él, con el cabello corto y ropa elegante, ¡sería un hombre guapísimo! De piel blanca y ojos esmeralda que te hacía oscilar sobre la tierra firme. Tracé un camino sobre la piel de su frente, de vez en cuando deteniendo mis dedos al sentir que suspiraba; jamás lo había sentido tan tranquilo, tan feliz y en paz.

Nunca me hubiese imaginado estar de esa manera con él. Todo en penumbra a excepción de los pocos rayos de luz que entraban de entre las cortinas, a él le agradaban los ambientes con poca luz al igual que a mí. Me gustaba compartir momentos de paz con él. De pronto advertí que abría los ojos, pero está vez con lentitud, mientras movía su cuerpo de manera que quedará aún más cerca de mí. 

Ladeé la cabeza de manera que quedará completamente sobre mi hombro, mi cabello cayó sobre su almohada; cogió un mechón y lo envolvió en sus dedos. Tal vez comenzaba a alucinar, pero su piel tenía algunos destellos rojizos, tenía algo de vida de nuevo. Él sonreía mientras me observaba directamente a los ojos.

—¡Hey! De verdad lo siento —susurró—, lo siento tanto. ¡Fui un tonto!

—Silencio —coloqué mi palma sobre su mejilla, acariciando está con el pulgar—, tenías tus razones.

Sonrió. De alguna manera u otra yo también estaba mintiendo, ¿alguna vez le había hablado con sinceridad de mi pasado? Nunca, y mucho menos del presente. Tragué con dificultad y me incorporé, observando el muro con rencor. ¿Ahora cómo le diría que hoy pelearía de nuevo? Mi pánico y mi rabia hicieron que ese mismo día llamara para avisar que estaría de nuevo, que pelearía contra quien se me plantara, ellos por supuesto aceptaron. Creí que él no volvería y ahora que lo veía me aterraba perderle.

—¿Sucede algo? —se incorporó a mi lado y tomó mi hombro.

—Nada —respondí en seco.

Se plantó frente a mí, con la mirada severa, con la misma que me observaba entre la oscuridad cuando ninguno de los dos lograba conciliar el sueño.  Entonces sentí mis entrañas enredarse y hacerme retorcer, era él de nuevo tratando de hacer que hablará. De pronto un hilo de sangre se desbordo de una de las comisuras de mis labios, cayendo sobre mi muslo. ¡No! Quería arañar mi piel y arrancar el dolor, no me atrevía a levantar la mirada así que lancé un punta pie al aire tratando de liberar el dolor. Nada.

—¡Ba... Basta! —grité con todas mis fuerzas.

No se detuvo. 

—¡Maldición! ¡Laufeyson! 

El dolor seso. Sentía el suelo tan cómodo y lo deseaba, su frío y dureza que me hacían sentir de nuevo en la realidad. Levanté la mirada para retarlo a que lo hiciera de nuevo, a que me dañara sin más y tener más razones para creer que me había equivocado. Sin embargo ya no estaba frente a mí, esta sentado en el suelo, con la espalda en el muro y la cabeza entre las rodillas, su cabello cubría su rostro, entonces comprendí. Algo no andaba bien.

Tenía deseos de acercarme, de ver su rostro una vez pero mi cuerpo pedía lo contrario, ya que cuando menos lo esperaba ya me encontraba de pie caminando con velocidad a la puerta, con los ojos repletos de lágrimas, no iría muy lejos, quería mantenerme sola unos minutos, horas o quizás días, pero quería pensar las cosas.

—Kelcy —su voz se quebró en el eco del corredor.

Me quedé quieta por instinto, pensé en correr, pero ¿de qué serviría? Trataría de quedarme, tratando de ser fuerte...

—Kelcy... Kelcy —se acercaba.

Giré molesta, no estaba más de un metro cerca de mí cuando me lanzó al muro, presionando mis hombros con sus palmas. Era tan alto y fuerte pero eso no era lo que temía, sus ojos estaban rojos, del llanto y sus manos tan frías.

—¡Déjame sola! —me retorcí.

Recostó su frente sobre la mía, esperaba sentir el calor de su piel, pero fue como si me hubiese recostado en un cristal escarchado. Sentí una de sus lágrimas resbalar sobre mi mejilla. Fue el punto que dio cerca de mi corazón, fuese filamento débil en mí. Presioné una de sus manos y cerré los ojos. ¿Cómo puedes molestarte con alguien que amas tanto?

Me acerque a sus labios pero el se alejó de inmediato. De nuevo mi estómago cayo al suelo.

—Lo siento. 

—¿Por qué? —sollozábamos.

—No estoy hecho para amar.

—Me hiciste daño —sentí mi labio inferior temblar.

—Solo quería ayudar pero... —negó con la cabeza y bajo la mirada—, no puedo alejarme del monstruo que soy...

—No eres un monstruo —le interrumpí.

—Me iré —susurró—, no puedes estar cerca de mí.

Fue el golpe más bajo que él había dado, tragué con dificultad. ¿Me dejaría sola? ¡De nuevo! Tomé sus mejillas e hice que levantara la mirada, quería saber que decía la verdad, porque si estaba a punto de dejarme al menos quería tener el recuerdo de sus ojos esmeralda sobre ese manto blanco de piel.

—No —siseé—, ¡No me dejes!

Alejó la mirada y sostuvo mis manos sobre su rostro. Estaba llorando con fervor, como nunca antes lo había visto ni imaginado en él. 

Giró de pronto y se lanzó contra mí, besando con fuerza mis labios, porque incluso advertí el momento en el qué cerraba los ojos con fuerza. Pasé mis manos por su cuello, él me tomó por la cintura y me presionó a su cuerpo, nuestros pechos estaban tan juntos y presionados que sentí su respiración que se aceleraba, su corazón que latía y creía que estaría a punto de salir de su pecho. Su mano derecha subió por mi espalda, acercándome aun más, yo en cambio tiraba de él, acercando su cabeza aún más, podía jurar que ahora nuestras lágrimas se estaban mezclando. 

Nuestros labios se separaron pero el resto de nuestros cuerpos seguía unido, presioné los labios. Alguien así no se conocía dos veces, podría hacerme sufrir, pero de alguna extraña manera lo arreglaba todo. Besé sus labios de nuevo, pero está vez con más delicadeza, sintiendo cada uno de sus pequeños bordes, manteniendo cerca su cuerpo. Era la primera y última vez que lo besaría, tenía que ser memorable. 

—No me abandones —dije sobre sus labios—, no aún.

—Te estoy haciendo daño.

—¿A quién le importa eso?

—A mí, Kelcy.

Se separó de mí, sus manos recorrían lentamente mi cintura, mientras su mirada se quedaba fija en la mía. Lo había perdido y no había nada por hacer. Bajé la mirada, observando sus pies descalzos. Me pregunté si alguna vez había llorado tanto hasta el cansancio, y entonces me percaté de que él, había sido la cosa más importante en mi vida.

Cuando estuvimos tan lejos que nuestros brazos no eran capaces de alcanzar uno al otro levanté la mirada, él también estaba sufriendo, ¿por qué nos hacíamos esto? No lo sabía, pero no había nada por hacer... Nada.

—Te amo —dije por fin.

Se petrificó y tembló tan ligeramente que solo un poco de su cabello se movió.

—Te amo —respondió.

Se alejó y yo preferí no ver, baje la mirada y me deje caer al suelo. ¿Qué más podía hacer?                     






1. With YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora