Miedo y amor.

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Golpeé por tercera vez el muro, los nudillos ya me sangraban y el maquillaje se había corrido en su mayor parte. El color escarlata coloreaba la pintura blanca del muro, me preguntaba si de verdad tendría algún sentido hacerlo, y me detenía unos instantes antes de recordar que algo por dentro me carcomía.

Escuché el repicar de las campanas de la puerta principal, sentí un nudo en el estómago y corrí hasta el ventanal. Un hombre estaba entrando, no estaba segura si de verdad era él; en un edificio tan grande cualquier persona podía entrar y salir. 

Divague en mis pensamientos un instante antes de lanzarme contra la mesa y tomar el cañón del arma, ¿a quién quería engañar? Por supuesto que era él ¿quién más vestía de negro y volvía intacto a la media noche? Pensé de alguna manera que sucedería si me lastimaba al sentir que yo tenía las mismas intensiones. 

Percibí el sonido de el elevador al detenerse, me quedé adherida al suelo, con la mirada fija en la puerta y el arma bajo mi cintura, presionando el frío cañón a mi muslo; todo estaba realmente bien hasta que una nueva lágrima brotó de mis ojos, no le haría daño, lo amaba tanto que perdería la cabeza y el único herido aquí sería yo. Tragué con dificultad al escuchar pasos, tan lentos y temerosos, tan silencioso y doloroso, era como si supiese que yo estaba del otro lado esperando, como si supiese que estaba apunto de matarlo en cuanto cruzará esa puerta. Se detuvo a unos pasos y respiró, advertí que se dejaba caer con tanta fuerza al suelo que su cabeza golpeó el muro, haciendo crujir la mesilla.

Salí de mi refugio, alejando mi abdomen de la mesa y caminando más cerca de la puerta. Estaba balbuceando, en un vocabulario extraño, sin embargo había rimas al final de cada frase, sabía que era lo que hacía. Magia. Corrí lejos de la puerta y me refugié en la oscuridad, en la esquina entre el muro y el ventanal; mi estómago se había revuelto y se había anudado mi garganta. La sombra apareció. Las luces verdes que simulaban ser sus ojos, el resto era tan negro que se perdía en el resto del departamento.

Buscaba entre los rincones del departamento, incluso entre los muebles, al no tener la suerte que deseaba desapareció, y yo respiré de nuevo. Sin embargo volví a palidecer al advertir que la puerta se abría y crujía ferozmente. Me coloqué rígida sobre el muro, sin quitar la mirada de Loki que entraba con la maldita misma elegancia de siempre, observando el suelo. Al principio no interesaba en que se había detenido, después recordé que había sangre en el suelo, había hecho un desastre en el suelo con esos trozos de vidrio.

—¿Kelcy? —me llamó con temor, pensaba lo peor—, ¡Kelcy!

Esperé, aún no era tiempo de salir de mi escondite, quería saber cual sería su reacción, ¿qué haría después de no encontrar más que sangre en todo el departamento? Observé con dolor mi mano derecha, con los nudillos desgarrados sangrando aún, incluso una gota estaba por caer. Cerré los ojos y pasé mi mano por el pantalón para que la sangre se quedará ahí.

Escuché los pasos de Loki avanzar a la cocina, dónde había dejado los cientos de documentos que se habían escrito para él. "Asesino" era la única palabra que cruzaba por mi memoria. Suspiró, sentí como incluso imitaba mis actos golpeando la pared. Recosté la cabeza en el vidrio del ventanal e inicié con los sollozos interminables pero silenciosos. 

—¿Cuánto de eso es verdad? —solté por fin.

Escuché el arrastrar de sus talones, se había detenido en seco. Avanzó unos cuantos centímetros, a mi parecer se había quedado de pie en el marco de la puerta. Crujió sus nudillos y avanzó con más prisa, yo elevé el cañón del arma temerosa, sintiendo dolor debido a mis nudillos. Al instante él estaba frente al cañón, su mirada fue de estupefacción y a la vez de miedo.

—Todo —algo dentro de mí se quebró.

—Eres un criminal —mi voz que quebraba—, ¡te creí!

—Lo sé —se acercó con las manos en alto—, jamás fue mi intensión...

—Usarme. Lo hiciste.

Arrebató el arma de un golpe, sin embargo la coloqué de nuevo entre ambos. Sabía que su fuerza era mayor que la mía, ¿pero qué importaba? Valía la pena sentirme protegida, a pesar de que literalmente le rebotaran las balas.

—Kelcy —dijo con cierta melancolía—, baja esa arma.

—No.

Se quedó callado, me conocía bien, sabía que era lo que yo hacía y de lo que era capaz, pero sus ojos reflejaban que nunca, jamás me haría daño. Respiró y bajó la mirada, se había rendido.

—Thor siempre había sido el favorito —dijo—, yo no quería ser rey.

—¿Mataste tanta gente por eso? ¡Un capricho!

Negó con la cabeza y exhaló.

—Estaba molesto —me observó directamente a los ojos—, harto y cansado. De mí.

Bajé el arma unos milímetros para lograr observar su rostro desde un ángulo más distinto, uno dónde no observará solamente al hombre malo, sino al Loki del que me había enamorado. 

—Si odiara a Thor lo hubiese matado —susurró—, pero hay cierto poder que me lo impide.

—Amor —dije bajando el arma.

Se encogió de hombros y levantó el arma de nuevo, colocando el cañón sobre su pecho, en su corazón. 

—Tú cambiaste al hombre que era —llenó sus pulmones de aire—, tú haz hecho que me detenga de lo que busco.

No estaba comprendiendo lo que decía. Pero mi corazón latía con más fuerza.

—Todo eso —señaló los papeles—, es miedo, mi miedo a ser débil.

—¿Miedo a ser débil? ¿Para quién?

—Los humanos me daban cierta comodidad —sonrió—, son débiles físicamente, pero en lo psicológico son armas de muerte aunque no lo sepan.   

—Los usabas.

—De una manera en que ellos fueran conscientes y lo desearan con todas sus fuerzas.

—¿Por qué?

—Quería ver a Thor suplicando —bajó la mirada—, haría lo mismo con Jane, sin embargo, el día en que tú te plantaste frente a mí conocí una razón para detenerme.

Tragué saliva, el nudo comenzaba a deshacerse. 

—Tú eres la razón por la que me he quedado y no he vuelto a Asgard.

—Sif...

—Lo sé. Ella ha permitido mi estancia.

Un gran alivio me invadió. Después de todo. ¿A quién le importaba su pasado? Me importaba su presente, porque yo estaba ahí. Bajé el arma y suspiré.

—Quédate conmigo.

—Es lo que estoy haciendo —sonrió.

Me lancé a sus brazos, de alguna manera el me recibió de una manera tan cálida que olvide todo lo que sucedía. Pensé únicamente en él. En nosotros.  

1. With YouDonde viven las historias. Descúbrelo ahora