1. With You

¿Asgard?

Desperté a media noche, el teléfono de la sala principal estaba retumbando en mis oídos y me era imposible no enloquecer. Me levanté de la cama a toda prisa y tomé la bocina telefónica.

—Hola —susurré.

—¿Estás bien? —preguntó la voz temblorosa de una mujer.

—¿Quién es? —presioné el puente de mi nariz, mi cabeza estaba a punto de explotar.

—Anne —dijo irritada.

—Es media noche —gruñí.

—¡Oh! —ahogó un grito—, he olvidado en dónde estoy.

—¿Qué es lo qué quieres? —resoplé.

La llamada terminó, mire desconcertada el teléfono y coloqué en el mismo lugar la bocina. Había alguien más ahí, escuchaba su respiración. Exhalé con fuerza.

—¿No deberías dormir? —pregunté.

—Debo admitir que me gustaría —sonrió—, pero alguien como yo nunca lo hace.

—Señor Loki —dije socarrona—. Le molestaría ir a dormir.

—Sí —se levantó del sofá—: Nunca duermo.

Comenzaba a molestarme su presencia, ¿cómo era posible que alguien no durmiera? Ni en el más lejano mundo había alguien sin la capacidad de dormir al menos unas horas. Comenzaba a idear alguna forma de deshacerme de él sin que dañará a su persona.

Estaba cansada, mi cabeza estaba a punto de estallar así que decidí recostarme en el sofá largo, dejando a Loki a mis pies. sentí como él se movió incómodo y se levantó directamente al ventanal. Estaba pensando los días que había estado en ésta casa y había buscado en cualquier lugar información de mí, sin embargo, no había preguntado nada ni había hecho nada con ello.

Pensé, jamás le había preguntado de dónde venía, que había sido, por qué estaba tan herido esa noche, me había dedicado a callar su voz, a no dejar que me contará todo, ésta podía ser la noche en la que sabría de dónde venía. Sin embargo, tenía miedo de sus respuestas, podría ser una persona peligrosa, pero también podría ser una persona común.

Mi alma entera quería creer todo lo que me contaba, las imágenes que se creaban en mi cabeza eran las mismas que de niña soñaba, pero eso era lo que temía, había quedado tan deseosa de más fantasía que en este momento todo parecía creíble para mí. Me negaba a abrir la mente de esa manera, me asustaba.

Aún el la oscuridad me parecía atractivo, en el lugar en que se encontraba las luces se impregnaban a su rostro, tan blanco como el mármol éstas hacían que cobrara vida por lo menos unos minutos, la curiosidad de sus ojos se unía a su expresión de asombro e incluso a la forma en la que respiraba, ¿en realidad le sorprendía una ciudad cómo Londres? Tal vez yo no lo hacía por ignorancia o simplemente por el hecho de que al menos un tercio de mi vida había vivido aquí.

Podía ver como sus ojos recorrían con lentitud cada parte del vidrio, viendo de vez en cuando su reflejo y el mío. Él se había enamorado enteramente de mi balcón y a mí no me molestaba, al menos a alguien de ese lugar le parecía encantador.

—Ella decía que observara con atención —dijo al vidrio del ventanal—, y encontraría lo magnifico en lo insignificante.

 Algo dentro de mí se quebró, ¿ella? ¿Tenía una pareja? ¿O la tiene aún? Tal vez esa era una de las explicaciones, una de las muchas respuestas del por qué estaba en la calle. ¿Un accidente? ¿Un homicidio? 

—¿Ella? —lo observé con atención.

—Frigga —susurró—: mi madre.

La tensión en mi cuerpo desapareció. ¿Por qué me importaba si tenía pareja o no? De alguna manera él se iría y no lo volvería a ver jamás. Sin embargo, sabía la respuesta y me aterraba a la vez. No quería tener nada que ver con alguien que a penas conocía.