IGLESIA CATÓLICA DE EVIGHEDEN.
Estaban cara a cara, mirándose la una a la otra con una suave melodía de fondo. Cientos de personas observaban en el templo, y el sacerdote se encontraba justo a su lado.
—¿Reina Lisa Manobal de Evigheden, recibe usted a esta mujer para ser su esposa, para vivir juntas en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla, consolarla y cuidarla, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
Lisa sonrió. Tenía más que clara esa respuesta y no dudó en responder en cuanto se le dio la oportunidad.
—Sí, acepto.
Jennie sonrió aún más al saber que su prometida no lo pensó un segundo. Ahora se sentía un poco mal al saber que ella había dudado durante unos segundos. Lisa era su elegida y no debía temer de nada con ella a su lado.
—¿Princesa Jennie Kim de Calanthe, recibe usted a esta mujer para ser su esposa, para vivir juntas en sagrado matrimonio, para amarla, honrarla, consolarla y cuidarla, en salud y en enfermedad, guardándole fidelidad, durante el tiempo que duren sus vidas?
Jennie miró a Lisa y sonrió, con el rostro lleno de lágrimas. Al diablo con el consejo de Irene, pues a los ojos de Lisa seguía siendo preciosa, aunque para los demás y la fotografía pareciera haber salido de algún teatro de terror. Aun así, en medio de las lágrimas encontró la manera de dejar salir una sola palabra que alegró enormemente la vida de Lisa.
—Acepto.
El sacerdote sonrió al notar la mirada entre ambas mujeres. Todos podían palpar el amor inigualable entre ellas. Era incluso más fuerte que el de una pareja heterosexual. El sacerdote estaba seguro de que este matrimonio sería más largo y duradero que uno normal.
Se dirigió a la reina, sabiendo que faltaba el último paso, el momento más importante para la pareja y que confirmaría su amor frente a todos.
—Majestad, repita después de mí.
—Yo, Lisa Manobal te recibo a ti, Jennie Kim, para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.
Lisa repitió cada palabra con seguridad. Jennie no podía sentirse más emocionada. Sabía que su reina estaba diciendo la verdad y solo eso. No había cabida para titubear o tener miedo. Todo le fluía tan perfecto a la reina.
—Princesa, repita después de mí.
Fue el turno de Jennie y ninguno de los presentes pudo confirmar cuál de las dos lo había dicho con más seguridad y certeza. Seguramente jamás habían visto unas prometidas como aquel par. Sin duda alguna, su matrimonio iba para largo.
—Yo, Jennie Kim, te recibo a ti, Lisa Manobal, para ser mi esposa, para tenerte y protegerte de hoy en adelante, para bien y para mal, en la riqueza y en la pobreza, en salud y en enfermedad, para amarte y cuidarte hasta que la muerte nos separe.
Lentamente las lágrimas de Jennie se habían detenido, pues debía controlarse o parecería que se estaba casando en su contra. Solo ella pensaba eso porque todos los presentes estaban seguros de que ambas estaban unidas por un verdadero sentimiento y no por posición o dinero.
—Ahora deben intercambiar sortijas —indicó el sacerdote—. Reina, mientras lo pone, diga después de mí: yo te coloco esta alianza como señal y promesa de nuestro amor constante y fidelidad duradera.
La reina, con cuidado sobrehumano, introdujo el anillo de matrimonio en el dedo anular izquierdo de la princesa, justo donde estaba el anillo de compromiso. No sin dejar de repetir lentamente las palabras que le decía el sacerdote. Lisa notó cómo Jennie dejaba escapar algunas lágrimas más de sus ojos. Tristemente, a Jennie se le hacía imposible no dejar de derramar lágrimas. Retuvo el impulso de acercarse para secarlas. Debía guardar ciertos reglamentos cuando estaban en público.
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Crown Jenlisa Gip
Fiksi PenggemarDos reinos, dos princesas, ¿Existira el amor verdadero? Lisa Gip Adaptación con permiso de la autora original.