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Parte Uno.


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  LAS PENUMBRAS de aquel extenso castillo la inquietaban de tal modo que lograba hacer que camine junto a las altas paredes de ladrillos arcaicos, rozando suavemente su mano con estas cómo si en algún momento fuera capaz de caer.

  Estar encerrada por tanto tiempo hacía que la tranquila vampiresa entrase en un aburrimiento casi total. Los juegos que le presentaban los había acabado rápidamente, la gran cantidad de libros colocados en la extensa biblioteca habían sido vaciados de conocimiento por la centenaria chica y parecía que ya nada la saciara, incluso los inocentes humanos que llegaban al castillo no lograban satisfacer a la bella joven.

  Ellos ya no sabían qué hacer para mantener entretenida a la más pequeña de su comunidad. Las habilidades de plática y diversión de estos inmortales se habían acabado, ya no encontraban qué utilizar para que la vampiresa no se convierta en un martirio.

  La muchacha danzaba con gracia por los pasillos, envuelta en su propio mundo de serenidad y misterio. Su personalidad peculiar capturaba la atención de quién la mirara. Con profundos ojos rojos que parecían esconder secretos antiguos, irradiaba una inocencia que contrastaba con su verdadera naturaleza vampírica, que había vivido ya muchos años pero que aparentaba apenas unos diecisiete.

  Frenó su andar cuando una imponente puerta con delicados detalles en madera se hizo presente frente a su angelical mirada.
  Sin dudarlo, posó con suavidad sus manos en esta logrando que se abriera sin ejercer una fuerza descomunal.

  Tres tronos se encontraban sobre una tarima, en los cuales se hallaban posicionados los tres centenarios vampiros como cotidianamente hacían. Sus serenos rostros estaban centrados en la pequeña que había entrado por la gran puerta.

—¿Usted me ha llamado, Amo?—preguntó con voz meliflua, mientras esperaba expectante tomándose las manos y balanceándose sobre sus pies.

—Sí, pequeña Dahlia...verás, hemos tenido una grata novedad en nuestra familia e intuímos que te encantará—habló suavemente el vampiro azabache mientras caminaba hasta posarse frente a la vampiresa.

—¿Novedad?—habló notablemente entusiasmada —¿Han traído a alguien nuevo?—preguntó centrando sus grandes y expectantes ojos en los de su líder.

—Sí, mi niña...él está justo ahí —señaló el hombre rotando levemente su cuerpo en dirección a un joven rubio, quién portaba abundantes ondas y una apariencia elegante y caballerosa.

  La vibrante Dahlia se topó con unos misteriosos ojos dorados que la examinaban con atención, dejándola momentáneamente sin aliento. Su cuerpo se petrificó frente a las miradas curiosas de quienes la rodeaban. La vampiresa se encontraba fascinada por la intriga que aquel ser le provocaba, incapaz de apartar la mirada. A su vez, Dahlia percibió que el joven extraño experimentaba emociones similares, sintiendo una conexión profunda entre ellos que parecía trascender el tiempo y el espacio.

Princesa  || Carlisle Cullen   ¡PAUSADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora