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Capitulo Cuatro.

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  LAS ESTRELLAS rebosaban sobre la oscuridad plena de aquella magnífica noche.
  Frente a la gran ventana con decorados que dejaban ver su antigüedad, sus ojos se movían entre aquellas luces dibujando cada una de las constelaciones que podía encontrar, generando un tranquilo y entretenido juego consigo misma.

  A lo lejos los firmes pasos de aquel vampiro fueron captados por sus audaces oídos, los cuales no perdían ni un segundo para escuchar cualquier mínimo sonido que emanaba aquel hermoso ser inmortal.
  Sus párpados se cerraron con placer cuando oyó las grandes manos de aquel individuo chocar contra la firme madera de aquella espaciosa sala, abriéndola mientras se adentrara y luego cerrándola con calma.

—Aquí tengo lo que nos ayudará en este viaje —habló contento el rubio alejado de la cercanía de la chica.

  Portaba aquella camisa blanca abotonada hasta por debajo de su cuello que lo hacía ver más elegante y ostentoso. Sobre ésta un espléndido chaleco en tonos grisáceos que resaltaba su silueta, para finalizar con unos oscuros pantalones de seda a juego con el ya nombrado chaleco, y zapatos negros con un pequeño taco que generaba aquel ruido por los anchos y vacíos pasillos del castillo.
  Definitivamente ese hombre lograba desenredar un nido de emociones ocultas bajo la mente de aquella vampiresa.
  Sutilmente retiró la oscura capa que cubría sus hombros y la posó sobre una silla de madera que tenía a su lado, mientras su destellante mirada, como si del sol se tratara, la observaba detenidamente.

—Esto contiene sangre humana —nombró levantando levemente uno de los recipientes que tenía sobre su mano izquierda—Y esto sangre animal—agregó mostrando el tarro que reposaba sobre su otra mano.

—¿Me harás probar eso?—cuestionó ella con desagrado haciendo alusión al recipiente que contenía la sangre animal.

—No te preocupes, no sabe tan mal—respondió él brindándole una dulce sonrisa—Ven aquí.

  La joven caminó lentamente hasta donde le indicó que se posicionara, mientras él dejaba los dos tarros sobre una pequeña mesa redonda a su lado.

  Antes de llegar hasta este punto, el joven rubio se había encargado de hablar con el rey Aro sobre la alimentación de la muchacha, objetado que encerrarla en una de las torres para sosegar su incontrolable sed como el pelinegro había propuesto no era para nada civilizado ni mucho menos gentil, pero el inmortal tuvo que fingir un tono de voz amable para ocultar la feroz ira que sentía frente a las manipulaciones que efectuaban sobre la muchacha.

—De acuerdo, esto no será sencillo, pero sé que puedes hacerlo—una tímida sonrisa surcó el pálido rostro de la vampiresa tras esas motivacionales palabras.

—¿Cómo lo sabes?—cuestionó cabizbaja mientras levantaba y posaba sus dos esferas rojizas sobre él.

—Porque confío en tí—contestó con seguridad.

  Su mirada bajó tímidamente hacia la madera oscura de aquel suelo, moviendo ligeramente unos de sus pies mientras intentaba pensar en otra cosa para no ponerse más nerviosa luego de escuchar tal respuesta.
  Inevitablemente una sensación casi indescriptible flotaba entre sus pensamientos logrando que sonriera ampliamente, ella sabía a qué se debía y qué era, pero le costaba aceptarlo a pesar de que le gustara tanto haberlo conseguido al fin.

—¿Y cómo estás tan seguro de que podré hacerlo? —cuestionó embargada en su frustración — No creo poder...

—Pero lo harás, ya verás, no te desanimes porque esta es tu primera vez intentándolo—dijo él con voz calmada —Debes aprender a ver más allá de tus posibilidades.

  Carlisle caminó con precaución hacia ella sosteniendo entre sus manos el recipiente con sangre humana.
  Él sabía que al oler esa fragancia, dulce como la miel, ella no se contendría pero también sabía que la muchacha cargaba con la capacidad de cambiar esa forma de vida animal.

  En pocos segundos la pequeña vampiresa ya se estaba abalanzando sobre aquel rubio, y en un ágil y rápido movimiento éste la había volteado, posicionándose él contra la ventana y ella del lado de la gran puerta.
  Ahora su gran mano estaba sujeta al delicado cuello de la jovencita, mientras sus cuerpos estaban a centímetros de chocarse.

  Dentro del corazón estático de Carlisle un remolino de emociones se adentró, haciendo que pareciera que este volvía a latir con fuerza cuando observó con devoción cómo los oscuros ojos de aquella inmortal volvían a su tono rojizo al sentir su suave tacto sobre su cuello.

  Dahlia salió de su estado de salvajez, aquel que la incitaba a deshacerse de quién esté alejándola de su presa.Sus grandes ojos se toparon con los del joven frente a ella.
  Anonadada, iba de dorado en dorado,  apreciando cada rasgo con suma precisión e intentando preservar el momento en su vasta fuente de recuerdos.

— ¿Viste? Lograste hacerlo, Dahlia—susurró él.

—Me contengo—admitió ella con pesar—No quiero hacerte daño. Eso es...extraño —confesó.

—¿Por qué?—inquirió Carlisle.

—Porque en todos estos años jamás he tenido a un hombre sujetándome de esta forma sin querer exterminarlo en segundos—declaró con sus ojos cristalizados —Esto es algo nuevo para mí y jamás creí que sucedería.

  El alto joven la observaba con una mezcla de asombro y pena ya que, por una parte se encontraba con una felicidad irremediable al escuchar como la hermosa mujer frente a él admitía sus extrañezas, mientras que por el otro lado el temor y la incertidumbre por descubrir qué fue lo que le sucedió a tal vampiresa lo carcomían por dentro.

—Yo lucho por encontrar una razón que me diga y verifique que no soy un monstruo, Dahlia— dijo él mientras dejaba el recipiente sobre un estante a su lado y tomaba con suma suavidad el rostro de la inmortal, como si este se fuera a partir en cualquier momento—Encontrarte no se si me da esa respuesta, pero al menos sé que hay mucho más que una simple y monótona existencia...

Princesa  || Carlisle Cullen   ¡PAUSADA!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora