CAPÍTULO 24.

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CAPÍTULO 24. LA PODEROSA.

Se trataba de un mensaje urgente de la Confederación, alertándonos para que pudiéramos en marcha todos nuestros mecanismos de defensa.

Afortunadamente, la nave de Abraxas había conseguido escapar de la zona de ataque, con unos pocos desperfectos en su fuselaje, dejando tras de si un ardiente campo de batalla. Pero, sabedores de que transportaba oro en su interior, nuestro enemigos lo estaban haciendo el objeto de una violenta persecución. Se trataba de una nave de crucero, sobrecargada al extremo, con pocas armas  defensivas y muchos rápidas que un nar de combate. Deberíamos actuar con rapidez.


Por fortuna, nuestross Primer y Segundo Ejércitos se ocupaban de contener el flujo constante de nave que salían a su casa.

Mientras nuestros científicos de esforzaban por reforzar nuestros deteriorados escudos y la rejilla protectora, el Cuarto Ejército se organizaba en los hangares para despegar en cuanto sus tres Mariscales recibieran las órdenes pertinente. Padre dispuso que Theo patrullase nuestros cielos por debajo del escudo con el Primer Tercio, mientras el mismo se dirigía a la Sala de Mando desde donde podría observar, en una pantalla global, el desarrollo de la contienda.

En cuanto a mí, ya vestida con mis mallas de combate, recibí la órden de ponerme al frente de los dos tercios del Cuarto Ejército que debían salir a rescatar y escoltar al abuelo Abraxas. Aunque había sido muy bien instruida para ello, era la primera vez que participaba en un combate con el cargo de Mariscal en Jefe. No sentía miedo alguno, pero si una gran responsabilidad y pedía mentalmente la ayuda de mí amado Draco para hacer frente a la situación.

Con una sangre fría y una destreza que nunca había sospechado tener en mí, di las órdenes de despliegue de la Flota. Yo iría al frente, mí nave escoltada por los dos Mariscales a los Flancos, seguidos de sus respectivos Tercios en formación de V. Padre observaba con miradas satisfecha y, al ir a bessrle, me susurró al oído:

—¿Ves, mí pequeño gorrión, cómo eras necesaria aquí?

—Sí Padre, grande siempre ha sido tu sabiduría.

—Parte ya, mí pequeña gran guerrera. Recibe mí bendición, Hija del Sol.

Saludé militarmente a Padre después de besarle largamente, me despedí en Esencia de mí niña y...

—¡Hermione! ¡Hermione, espera, Nébet!

Mis ojos apenas si podían creer lo que veían. Un Harry enfundado en un traje de combate que le venía grande, acalorado y totalmente exitado, había hecho acto de presencia en la Sala de Mando, sin esperar a siquiera ser anunciado.

Así debía verme yo cada vez que entraba exaltada y sin autorización a las juntas del Consejo.

Su aspecto hubiera resultado del todo hilarante, de no ser por la gravedad del momento y por lo que pretendía conseguir con su repentina interrupción.

—Pero, ¿qué...?

—Quiero ayudar, Princesa. Deja que vaya contigo.

—Ni pensarlo, Tuti. ¿Qué sabes tú de combate? No serías más que un estorbo.

—Ayudate puede más de lo que piensas, niña querida. Permite que Harry tu nave comparta.

Albus acababa de aparecer en el Puente, apoyando en su inevitable vara. Probablemente conocía las intenciones de su discípulo y, conociéndome, sabía muy bien que yo no me opondría a su deseo jamás.

❛️️️️❛ HERMIONE: LA PODEROSA❞ - (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora