HERMIONE: LA PODEROSA
Una vieja profecía ancestral señala de forma acusadora a una Doncella que ha de aplastar la cabeza de los Rebeldes.
Un guerrero debe protegerla. En medio de todo esto la dulce escencia de Hermione se nos manifiesta a través de...
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Siguiéndo la pauta del abuelo, se hizo un descanso hasta poder conectar con nuestros hermanos en la Colonia de Tâ.
Pi-Tah, Padre y yo nos dirigimos al Centro de Comunicaciones para tener noticias directas acerca de si se habían restablecido las comunicaciones y la pantalla magnética.
Seguíamos sin ninguna noticia de Draco, ni del Cuarto Ejército. Esa era, principalmente, mí mayor preocupación en aquel momento y era más mí deseo de saber de él, que todo el oro de Tâ y el problema de nuestra atmósfera.
Desesperada, incapaz de conectar con la Esencia de mí esposo, busqué refugio en los consejos de Albus. Le encontré en la enorme biblioteca de la casa de Padre, pero no estaba sólo. Un muchachito alto, delgado y desgarbado escuchaba en silencio la inconfundible verborrea del Maestro.
—Mis bendiciones, Hija de Luz. Pasa y con nosotros siéntate.
El joven se levantó de un salto. Iba cubierto con la túnica blanca y corta de los aprendices de la casa de los Hierofantes. Llevaba la cabeza totalmente rapada y sus ojos grandes y oscuros se clavaron en mí, escrutadores.
—Perdona la interrupción, Maestro. Yo.... Sólo quería...— murmuré entre dientes.
Me sentí extrañamente turbada, a la par que contrariada, por la presencia de aquel extraño.
—Cincoer debes tu a mí nuevo hijo, querida Niña.
Es muchacho esbozó una sonrisa tímida, sin dejar de mirarme. La profundidad de aquellos ojos me incómoda.
—A la hija del noble Lucius-Ra saludas dedes tu debidamente, Harry.
—Princesa.... Señora...— se había inclinado ante mí de una forma que, por lo exagerada, resultaba ridícula e incómoda.
—No deseo interrumpir tu enseñanza, Maestro muy amado. Por lo demás, deseaba cónsultarte algo en privado.
Consciente de que estaba de más en aquel lugar, Harry balbuceó algo que no alcancé a comprender y se retiró saliendo de la biblioteca andando hacia atrás, tropezando con sus propios pies y deshaciendose en un sin fin de reverencias a cual más grotescas e inecesarias.
—Me ha complacido conocer a tu nuevo hijo, Maestro. Que Aquel que Todo lo Puede le guíe en su aprendizaje.
Harry se inclinó una vez más en señal de agradecimiento y cerró ceremonialmente la puerta detrás de sí. A pasar del dolor que albergaba, apenas si pude contener la risa. Aque jovencito era realmente cómico; pero entonces no podía suponer que, con el tiempo, iba a convertirse en uno de mis mejores aliados.
Albusme explicó que Harry era el fruto de los amores de un antiguo discípulo suyo, Pleyadiano de nacimiento, con una hembra de un planeta de nuestras colonias, que murió durante el alumbramiento. Es algo que suele suceder, porque, al ser la estatura de estás sub-razas muy inferior a la nuestra y no disponer de gestadoras, los embarazos que se producen a través de las semillas de nuestros varones nunca suelen llegar a termino. Pero este vaso había sido una excepción y el niño, extraído mílagrosamente con vida del vientre de su Madre agonizante, fue llevado a Tauri, donde creció al lado de su padre, hasta que sucedió lo irremediable.
El padre de Harry era un Guerrero que había formado parte del comando Pleyadiano de apoyo durante el intento de invasión de Tristya, pero su nave fue atacada por los enemigos y lamentablemente falleció sin que su cadáver pudiera ser recuperado para una despedida condecorosa. Albus al conocer la noticia, mandó a buscar al muchacho y lo tomó bajo sus responsabilidad como si de su propio hijo se tratara. Harry, por su parte, siempre le respetó como a un verdadero padre.
El relato de Albus, me alivió por un momento de mis preocupaciones y, a partir de aquel día, fueron muchas las ocasiones en que procuraba distraer mí mente visitando a Albus y a su nuevo alumno quién, una vez vencidos el azoramiento y la timidez de los primeros días, resultó ser excelente estudiante y estar en posición de una mente clara y muy brillante para ser tan joven.
A pesar de aquello, me costó mucho trabajo conseguir que me considerase su amiga, pues era demasiado el respeto que aquel joven sentí por mí.
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