CAPÍTULO 7

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Yo no cabía en mí gozo.

Todo era felicidad: mí querido Theodore era en realidad mí hermanastro y mí media hermana Astroria no era fruto de un amor de juventud de Padre, sino de una estrategia legal de Gobierno.

Ahora ardía en deseos de conocerla. ¿Sería Astroria aquella hermosa joven que destacaba entre los miembros de la Familia y que tanto había llamado mí atención? Estaba segura de ello.

Pero lo más importante, lo que llenaba mí corazón de alegría, lo que hacía desbordar mí alma, era saber que Draco, mí amadísimo desde ya ahora mí esposo hasta el Final de los Días, era también era sangre de mí sangre y Esencia era ya parte indivisible de la suya.

¡Que feliz era!, ¡Era la mujer más bendecida de todo el universo!

Al llegar a la fiesta, me eché en los brazos de Padre y le llené de besos, reí, lloré y agarrándo por las manos de mí querido Albus le hice bailar conmigo, girando sin papar a sus alrededor. Mientras, el protestaba intentando en vano ocultar una prominente risa que amenazaba salir de sus labios.

Luego busqué a mí hermana. . .

Astoria era alta y delgada y vestía un traje finísimo que parecía hecho de rayos de Sol, dejando entrever las delicadas curvas de un cuerpo perfecto, completamente desnudo bajo la transparencia del tejido. Solamente la cubrían unos complicados dibujos que, sobre la piel de sus muslos, remontaban atrevidamente sus caderas amplias y bien formadas, resaltado así su sexo. Levaba los senos descubiertos, como era de costumbre entre nosotras, pero de sus pezones pendían dos pequeñas rosas doradas que se balanceaban al compás de su respiración, esparciendo un aroma penetrante a su alrededor. Aquel detalle me encantó.

No llevaba calzado alguno, ni siquiera flores, y los pies descalzas se adornaban con Campanillas de oro, que tintineaban cuando ella se movía.

Sus muñecas, tobillos y garganta estaban ceñidos por finas mallas de oro macizo y coral. Tenía una belleza mayestática, indefendible, y su pelo intensamente plateado se desparramaba por su espalda hasta las caderas, salpicado de pequeñas mariposas amarillas y anaranjadas. Sus ojos oscuros tenían una profundidad inquietante y llevaba los labios coloreados de un rojo intenso, agresivo. Ciertamente era hija de mí Madre, pensé, pero tenía un ademán distante que me desconcertaba y que yo atribuí a qué posiblemente ella conocía las habladurías que la clasificaban como fruto de un amarío de Lucius.







*



Tal vez fuera por el desconcierto, tan vez fuera mí alegría desbordante o aquella impulsividad mía que Albus no había conseguido frenar, quizás fue el sentimiento de complicidad que sentía por haber descubierto que tenía una hermana, una presencia femenina cerca de mí, la hija de mí propia Madre que tanto me había hecho falta, lo que me hizo que aquel día cometiera una de mis mayores imprudencias: le conté a Astroria que éramos hermanas y, en un intento de quitarle la amargura que creía ver en ella, le confesé que no debía avergonzarse de nada pues, aunque no era hija de aquellos a quiénes había estado considerando padres, tenía la herencia especial que nos había ocultado por razones de estado.

No contenta con esto, la tomé de la mano y la arrastré entre los invitados, buscando a mí amado con la mirada y con el corazón. Le encontramos, por fin, junto a uno de los estanques del jardín, discutiendo acaloradamente con Theodore. Las miradas que descubrí en los ojos de ambos congelaron mí alegría. Cuando se percataron de nuestra presencia, los dos intentaron fingir que nada ocurría; pero la mirada avisesa de Theodore y el rostro encendido de Draco no dejaban lugar a dudas.

Apresuradamente hice las presentaciones y, algo turbada por la situación, resolví el problema requeriendo la presencia de mí esposo para poder atender dignamente a los miles de invitado. Está estratagema atajó la discusión entre ellos, pero propició que Theodore y Astroria quedasen en soledad... tras años de no haberse visto.

Cuando Draco y Theodore habían sido enviados a la casa de Padre latai recibir nuestra educación  conjunta, ella había quedado marginada junto al pequeño Blaise. Nunca había entendido por qué sus hermanos eran enviados para ser educados conmigo, como si de herederos sucesorios se tratara.

Creo que ningúno de nosotros tres lo entendío tampoco pero, al menos yo nunca me había preocupado por ello. ¡Estaba tan contenta de tenerles conmigo, de tener por fin a alguien de mí edad con quién poder jugar!

Ahora algunas cosas empezaban a tomar forma en mí mente: uno de los dos estaba destinado desde el primer momento a gobernar a mí lado; por eso ambos recibieron la mejor educación que pudiera dárseles, de boca del mejor y más sabio de los Maestros Pleyadianos: Albus, quien ya se había encargado en otros tiempos de la educación de Lucius, en primer lugar, y de nuestras madres,  después. Más tarde, tanto Draco como Theodore había recibido igualmente su educación superior de acuerdo a sus propias facultades y preferencias.

Cualquiera de los dos hubiera sido el esposo perfecto a mí lado y era una buena táctica permitir que crecieramos juntos, creyéndonos tan solo primos, hermanos únicamente por raza. Nunca nadie imaginó que entre Draco y yo, además de amor, fueran a rebelarse dos mitades de una Unidad...

Los días de la celebración de sucedieron. Durante todo ese tiempo, Lucius como gobernate o Draco y yo como nuevos desposados, nos turnabamos para atender a los invitados y presidir las celebraciones.

Es costumbre que los esposos no gocen de intimidad haste que las fiestas de Esponales finalicen. Y aún a pesar del enorme amor que sentía por mí esposo, aquélla restricción no me turbaba. Era demasiado feliz.

Pero pronto saltó la alarma.

Naves enemigos estaban atacando Tauri y se dirigía rápidamente hacía Tristya, aprovechando la despreocupación del clima festivo y la gran cantidad de dirigentes y gobernates que habían asistido a los Esponales desde todos los puntos de la Galaxia.

Sin tiempo que perder, los Cuatro Ejércitos se movilizaron para repeler el ataque. Yo cambié mis ropas de desposada por las mallas de combate y, a bordo de mí nave, me dirigí rápidamente a la zona de conflictos. Mí amado estaría haciendo lo mismo, me dije.

Vi la nave de Theodore despegar a mí lado. Luego le perdí de Vista, entre el furor de la batalla y el desconcierto del ataque por sorpresa.

Pude ver también como nuestros Ejércitos se desplegaban, hábilmente, bajo el mando de Draco y me llené de orgullo. Pero los atacantes eran muchos y la responsabilidad de tener tantos personajes destacados en Tristya era demasiado grandes, así que había que actuar con sumo cuidado para que el ataque no llegara a la Ciudad.

Los combates se sucedieron a lo largo de varios días y nuestros cielos se iluminaron con el fulgor horrible de la muerte y las trágicas pérdidas.

Perdí de Vista a Draco y a su nave, demasiado ocupada en repeler los ataques y a las naves que pretendían llegar a Tristya pero, en uno de los momentos más duros de la batalla, me pareció reconocer la nave de Theo adentrándose entre la filas enemigas hasta desaparecer...





Perdí de Vista a Draco y a su nave, demasiado ocupada en repeler los ataques y a las naves que pretendían llegar a Tristya pero, en uno de los momentos más duros de la batalla, me pareció reconocer la nave de Theo adentrándose entre la filas enemi...

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HERMIONE: LA PODEROSA
STUPIDDRAMIONE ©
03/05/24

❛️️️️❛ HERMIONE: LA PODEROSA❞ - (Dramione)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora