CAPITULO 5

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Becky:

Observo el rostro perfilado de la chica que baja las escaleras conmigo en sus brazos, sus ojos se encuentran con los míos por un momento y aparto la mirada avergonzada cuando noto que me ha pillado observándola.

Escucho el sonido de algunas voces masculinas en la lejanía, y mi cuerpo se pone rígido al instante.
Ella parece notarlo ya que me mira y me sonríe con amabilidad, acomodándome más contra su pecho. Mis manos descansan sobre sus hombros y cierro los ojos mientras hundo mi cabeza en su cuello, apretando con fuerza mis ojos cerrados, aferrándome a la tela de su camiseta negra.

« ¡Dios! ¡Soy patética! ¡Debí quedarme en la habitación!»

Las palabras maliciosas se repiten en mi cabeza como la melodía tétrica de una película de horror. Siento que me estoy volviendo loca. Apretó más los ojos y me concentro en los suaves latidos del corazón, de la mujer a la que me aferro como si yo fuese un náufrago y ella un salvavidas en medio del océano.

Pum...Pum...Pum...

Sus latidos son calmados y pausados mientras sigue caminando conmigo a cuestas, el calor de su respiración acaricia el cabello de mi frente y me hace cosquillas cuando un mechón de mi cabello se desliza por la punta de mi nariz, pero no me Muevo ni despego el rostro de su cuello. «Huele a menta y... ¿cigarrillos?»

Sus pisadas se detienen, las voces ya no se escuchan y lento levanto la mirada encontrándome con sus ojos fijos en mí, pero me obligo a apartarme de sus ojos y recorro la habitación con la mirada. Es una cocina, pero más espaciosa de lo que he visto en mi vida, en medio hay una mesa de granito negro, tan brillante que podrías ver tu reflejo en ella, está rodeada por al menos seis butacas altas y de cuero negras, las paredes son blancas, un enorme refrigerador de dos puertas está en un rincón y a un lado un moderno horno metido dentro de la pared.

—Aquí nadie nos molestara, puedes estar tranquila. —Habla el mientras me deja con cuidado sobre una de las butacas frente a la mesa.

La observo y luego a la chica que me sonríe mientras se acomoda en otra de las butacas a mi lado. Ella se gira y temo que vaya a marcharse, así que como una niña temiendo perder de vista a su madre, sujeto su ropa deteniéndola otra vez. La chica a mi lado observa con las cejas levantadas mi mano y luego desvía la mirada a la chica frente a mí, para luego mirarme otra vez. Paso saliva y me obligo a soltarla, pero mis ojos no se despegan de ella, cuando voltea hacia el refrigerador y comienza a sacar varios alimentos que pone sobre la mesa antes de sentarse a mi lado.

Observo la cantidad en comida frente a mí... hay leche, pan, diferentes tipos de mermeladas, café, jugo, fruta. —Se me hace agua la boca.— No recuerdo cuándo fue la última vez que probé bocado. Antón, el sujeto que se encargaba de llevarme con los clientes, me había castigado, cuando me encontró comiendo en la madrugada y había restringido mis alimentos a una taza de leche y dos tostadas al día, durante la última semana. Mi estómago gruñe y las personas en la mesa me miran, entonces aparto la mirada sintiendo el calor en mis mejillas, mientras me remuevo algo incomoda. Nam, la chica sentada frente a mí aclara su garganta y aparta la mirada de mi antes de estirar su mano y tomar una tostada que se mete en la boca mordiéndola como si estuviese demasiado hambrienta, me mira y se ríe mientras me extiende el plato para que tome una.

—¡Vamos, te gustaran! ¡Yo misma las hice! —Dice ella empujando el plato en mi dirección y desvió la mirada a la chica a mi lado, esperando que me de alguna señal de que puedo tomar una o no, pero no lo hace, está demasiado concentrada en algo en su celular, la chica vuelve a empujar el plato en mi dirección y vacilo, pero estiro mi mano y tomo una, mientras miro a Freen a mi lado con ansiedad.

La Liberación de la MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora