CAPITULO 24

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Contenido sexual un tris explicito.

Parpadeo en medio de la oscuridad y me siento sobresaltada en la cama cuando no reconozco el lugar en el que estoy. Suspiro aliviada, cuando veo la maleta de Freen sobre el sofá de cuero junto a la ventana, que tiene las persianas cerradas, bloqueando la vista del exterior.

Me pongo de pie y enciendo la portátil junto al reloj en la mesa de noche, que marca las dos de la mañana. Ni siquiera tengo idea de cómo llegué a la habitación, pero asumo que Freen fue quien me trajo luego de quedarme dormida en el sofá de la sala.

El sitio a mi lado de la cama está perfectamente acomodado, lo que me indica que ella no ha Dormido aquí. Vuelvo a mirar el sofá y veo junto a la maleta las mantas listas para dormir, confirmando mi teoría de que es allí donde pensaba dormir. Vuelvo a mirar el lado vacío de la cama y dejo salir una pesada exhalación antes de encaminarme hacia la puerta en busca de un poco de agua. La cabaña está en penumbras, cuando tomo el pestillo de la puerta y salgo de la habitación, recorriendo un pequeño tramo hasta que llego a la sala, donde Ares duerme plácidamente sobre el sofá frente a la estufa.

Ruedo los ojos al ver que se salio con la suya y me giro hacia la puerta abierta de la cocina, al otro lado de la sala, no me molesto en encender la luz ya que con la luz de la nevera cuando la abro es más que suficiente. Tomo una de las botellas con agua de la puerta. Y de pronto siento el aliento de alguien que me respira en la nuca, haciendo que me voltee de golpe mientras mi cuerpo choca de frente con una enorme masa, que termina por mojarme el rostro cuando las gotas de agua que escurren de su cabello salpican mi cara. Sus manos rodean mi cintura cuando me atrapa antes de que caiga al suelo, y no necesito verla, para saber de quién son las manos que me sostienen, pero aún asi, lento levanto la mirada, encontrándome con el torso desnudo de Freen, que me recorre con la mirada, deteniéndose por un momento en el escote de mi pijama de tiras donde se marcan mis pezones erectos, producto del frío que hace aquí dentro. La tenue luz de la nevera es lo único que medio ilumina nuestras siluetas y paso saliva cuando bajo la mirada sin poder dejar de recorrer el cuerpo de la mujer que no me suelta mientras las gotas siguen cayendo de su cabello, recorriendo su pecho cubierto por un pequeño top que solo le cubre sus pechos.

Sin poder evitarlo sigo el camino de las gotas, hasta que se pierden bajo el nudo de la toalla, que se aferra a la V de su cintura. Trago el nudo que se forma en mi garganta cuando siento un hormigueo en mi vientre bajo y el golpe de calor que sube por mi cuerpo hasta mi rostro. Ella no aparta la mirada oscura de mí y levanta una de sus manos con la que sube la tira de mi pijama que caía a un lado de mi hombro, sigo el recorrido de su mano cuando sus dedos recorren la piel de mi brazo, en una caricia suave que apenas se siente, sus ojos brillan con lujuria cuando me mira, y extiendo mi mano colocándola sobre su pecho, sintiendo como su corazón golpea con frenesí, mientras la observo.

Voy más allá y me animo a deslizar mis dedos acariciando su abdomen marcado con la yema de mis dedos. No me aparta como la última vez, pero siento como sus músculos se tensan al igual que su mano se aferra con más fuerza a mi cintura, cuando da un paso al frente acortando la distancia, sin dejar de verme.

—Becky... —Jadea mi nombre cuando mis dedos suben a su pecho, recorriéndolo hasta llegar a su mentón.—Sole mio... estas rozando los límites de mi autocontrol.—Susurra con voz ronca mientras que sus ojos se han tornado de un color más oscuro.

—Ya no quiero que te controles.—Respondo con determinación.

Sus ojos brillan en la oscuridad de la noche, mientras me atraviesan dando otro paso hacia mí, su mano viaja a mi cuello envolviéndolo con sus dedos mientras su dedo pulgar roza mis labios. Mi espalda baja permanece recostada contra el mármol de la mesa de la cocina y cierro los ojos cuando siento la suavidad con la que acaricia mis labios. Su cálido aliento golpea mi rostro y algunas gotas de su cabello mojado salpican mi rostro.

La Liberación de la MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora