CAPITULO 37

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Freen:

—¡Vamos! Es hora de despertar hijo de puta —Grita Heng, al tiempo que lanza la cubeta de agua helada, sobre el sujeto amarrado a la silla., haciendo que se estremezca.

Permanezco con la espalda recostada a la pared y los brazos cruzados sobre mi pecho observando la espalda del hombre amarrado.

—¡Púdrete! —Contesta escupiendo el agua que se metió en su boca y Heng se acerca a él sonriendo.

—¿Qué modales son esos? Después de nuestra hospitalidad, ¿así es como me pagas? —Se le burla y el hombre sacude la cabeza negando.

—No sé qué quieres de mí, pero no tienes idea con quien estas tratando.—Amenaza y levanto una ceja sin decir una palabra, aún alejado de la vista del idiota que sigue soltando maldiciones hacia Heng que parece muy entretenido con el sujeto.

—¡Me importa un carajo! ¡Hay cosas que queremos saber y tú vas a ayudarnos! —Advierte.

—No voy a ayudarte en nada, puedes matarme si quieres maldito italiano hijo de perra. —Le ladra antes de escupir frente a los pies de Heng, que levanta la mirada hacia mí, en tanto una sonrisa maligna comienza a tirar de sus labios, al tiempo que el hombre en la silla se tensa cuando escucha mis pasos acercándose. Lo rodeo y me paro frente a él.

Lo recorro con la mirada, antes de acuclillarme frente a él, y reprimo una sonrisa al ver como palidece cuando sus ojos encuentran los míos, tal y como hace dos noches cuando le hice las heridas que tiene en las piernas.

—No... por favor... ya se lo dije solo sigo ordenes... —Balbucea de pronto, menos combativo y ladeo la cabeza observándolo.

Heng ríe a mi espalda cuando nota el pánico en los ojos desencajados del hombre, que se tensa cuando meto la mano tras mi espalda, sin decir una palabra.

—¡No! Por favor, Por favor. —Solloza en medio de temblores.

—Llamaras a Ricardo Moreno...— indicó con total naturalidad.—Le dirás que sabes dónde está la chica y que está sola. —Hablo mostrándole el teléfono satelital.

Sus cejas se disparan al cielo mientras niega.

—¡Yo no puedo...no puedo hacer eso, él va a matarme! —Solloza.

—No... no lo hará, porque si no haces la llamada, quien acabará contigo seré yo. —Aseguro con tono calmado.

Sus ojos llenos de lágrimas se clavan en los míos, mientras tiembla. Él sabe quién soy, todos aquí lo saben, mi reputación y mis actos me preceden, me he ganado la fama de ser incluso más peligrosa y sádica de los que alguna vez lo fue mi padre, como también tiene claro lo que pasa, con quien intenta joderme a mí, o a los míos. La piedad no es algo que vaya conmigo. No con hijos de putas como estos y en mi mundo... De esos está lleno.

—Dime Jasón... entonces... ¿Qué harás? ¿Morirás rápido o será lento? —Pregunto con tono apacible y el hombre que no deja de temblar suelta el aire y asiente resignado.

—Esta bien... lo hare, solo... prométeme que me mataras rápido. —Pide y tras mirarlo unos instantes asiento.

—Pero antes... ¿Cómo supo Moreno que la chica estuvo aquí?—Pregunto.

Duda, pero una mirada mía basta para que se tense y comience a hablar.

"Jesús... estoy muerto, estoy muerto.— Murmura antes de levantar la mirada hacia mí.

Me genera cierta gracia que todo el que termina frente a mí invoque a Jesús cuando obviamente, eso no los ayudará en nada, no a hijos de perra como estos.

La Liberación de la MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora