CAPITULO 12

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Becky:

El sonido de un trueno me sobresalta, obligándome a abrir los ojos. Me siento en la cama somnolienta y Ares que descansa a mi lado levanta la cabeza de entre sus patas para mirarme. Le acaricio entre las orejas como tanto le gusta y giro el rostro para ver el reloj sobre la mesita de noche.

Es pasada media noche, me pongo de pie cuando suena otro trueno y me acerco a la ventana para observar el cielo, que esta totalmente cubierto por nubes pero aun no llueve y la copa de los árboles se mueven de un lado hacia el otro por el viento. Entrecierro mis ojos cuando en medio de ellos veo a la chica que camina por el sendero que da al lago con un cigarrillo en su mano. Lleva una sudadera negra y pantalones del mismo color. Evaluó desde la altura de mi ventana el jardín y parece completamente desolado.

Mordisqueo la uña de mi dedo pulgar mirando por donde se acaba de perder el chico y decidida me giro sobre mis talones, tomó un abrigo que cubre la fina tela de mi musculosa y me calzo las pantuflas a juego con mi pantalón pijama a cuadros. Me volteo en dirección a Ares que permanece dormido con la cabeza entre sus patas y lo miro entrecerrando los ojos.

—Perezoso. —Me quejo cuando veo que no se mueve, ni siquiera cuando me dirijo hacia la salida.

Cierro la puerta de mi cuarto cuando salgo y camino con sigilo por el pasillo hacia la puerta principal. Cuando pongo un pie fuera en el jardín, la fría brisa golpea mi rostro tirando mi cabello hacia atrás. Ajusto mi abrigo cubriendo mi pecho y camino en dirección al sendero que da al lago, los árboles me rodean en cuestión de segundos y recorro el lugar con la mirada, pero no hay nadie, sigo caminando hasta que llego a la orilla del lago y me detengo en seco.

Mi mirada se enfoca en la hamaca de metal que hoy no estaba aquí y que cuelga de lo alto de la rama de uno de los árboles que tiene vista directa al lago, justo en el lugar donde cada tarde me siento a leer. La hamaca es blanca y está adornada por almohadones afelpados y tiene detalles como si fuesen pequeñas plantas, que se enredan en el metal de los costados.

《Es preciosa》

—¿Te gusta? —Preguntan tras mi espalda haciendo que voltee para mirarlo.

Freen esta con su hombro recostada sobre el tronco de otro árbol, con una mano en su bolsillo y la otra sosteniendo el cigarrillo entre sus dedos, mientras me observá como siempre lo hace, con esa mirada brillante y cautivadora, que me hace sonreír.

—Es... precioso. —Respondo con una sonrisa y los ojos empañados. Ella frunce el ceño y se aparta del árbol acercándose a mí, y con sus dedos levanta mi mentón buscando mis ojos.

—Hey... ¿Qué pasa? —Pregunta y niego mientras limpio una lágrima que se escapa por el rabillo de mi ojo y sonrio.

—No es nada, es solo que... es la primera vez en mucho tiempo que alguien hace algo lindo por mi. —Me sincero y ella acuna mi rostro entre sus manos y la miro.

—¡Tú te mereces el cielo Sole mio y yo voy a dártelo! Pero no quiero que llores, ni siquiera de felicidad.

—¿Porque...? ¿Por qué haces tanto por mí?

No responde, solo mantiene los ojos puestos en mí, mientras mis ojos se mantienen fijos en los suyos. Doy un brinco hacia adelante, cuando el estruendoso sonido de un trueno me sorprende e ilumina el cielo. Levanto la mirada al cielo y una gota de lluvia cae sobre mi rostro y sonrió mientras suelto un suspiro, con la mano de Freen apoyada sobre mi rostro aun, pese a que ella también observa las nubes y algunas gotas de lluvia caen sobre su cara.

Aparto la mirada del cielo para mirarla con detenimiento, su cabello oscuro está húmedo y cae a un lado de su frente, sus ojos están fijos en el cielo y su boca entre abierta deja ver el aliento que se escapa de entre sus labios. Baja la mirada encontrándose con la mía y ambas permanecemos así por un rato, solo mirándonos {a una al otra. Se dice que los ojos son las ventanas del alma, y si eso es verdad, la mujer frente a mí tiene el alma más pura que jamás he visto, pese a ser quien es. En su interior hay bondad, lo veo en la forma en que me mira, en la forma en que me protege.

Paso saliva cuando el desvía sus ojos a mis labios y hago lo mismo observando los suyos, una de sus manos baja por mi barbilla y acaricia con sus dedos la piel de mi cuello, lo hace con tanta delicadeza que se siente como si me acariciara con el pétalo de una rosa. Tiro la cabeza para atrás disfrutando de sus caricias, caricias a las que no estoy acostumbrada, y que quiero disfrutar siempre que provengan de la Mujer frente a mí.

Cierro los ojos mientras me aferro a la tela de su chaqueta con mis manos, un gemido se me escapa cuando siento su respiración cerca de mi cuello y no me muevo cuando su nariz roza la piel debajo de mí oreja, mi corazón está tan acelerado que parece que saldrá disparado de mi pecho y esta vez no es producto del miedo, no. Es pura adrenalina y emoción, porque me gusta como se sienten sus manos sobre mí, me gusta su calidez, me gusta tenerla cerca y me gusta la necesidad que nace en mi con ella, deseo de que me bese como nunca nadie antes me ha besado.

La lluvia comienza a hacerse más notoria mientras cae a nuestro alrededor con mayor agresividad, hasta que estamos empapadas, pero no siento frío, no cuando ella aparta sus manos de mi rostro y me toma por la cintura acercándome hacia ella. Mis palmas descansan sobre su pecho y sonrió al sentir su corazón latir con tanta fuerza, como lo hace el mio.

—Hace frío... enfermaras. —Susurra de pronto y niego.

—No tengo frío.—Respondo y ella da un paso hacia adelante pegando mi espalda al tronco del árbol, su frente se pega a la mía y la veo pasar la lengua por sus labios. Por instinto levanto mi mano y con mis dedos acaricio su rostro y luego sus labios. Nunca mi corazón habia latido tan rápido como en este momento. Porque incluso aquí, en medio del bosque, en la noche, bajo la lluvia y aprisionada entre el tronco de un árbol y y la chica frente a mí... jamás me he sentido tan a salvo como ahora.

Mi otra mano acaricia su pecho, engancho el crucifijo que dio inicio a todo con uno de mis dedos y vuelvo a soltarlo mientras sigo acariciando su pecho.

—Becky... sí sigues... —Su voz es ronca pero la advertencia en ella es clara. No comprendo cual es su miedo, porque se resiste a tocarme o si quiera a besarme, cuando se que quiere hacerlo tanto como yo. La observo y muerdo mi labio inferior mientras la miro con curiosidad, pero no se mueve, solo me mira con los ojos dilatados y puedo ver la duda reflejada en ellos.

Suspiro resignada al notar que no va a besarme y me aparto lista para marcharme, pero de pronto ella me sujeta por la cintura y pega mi espalda contra el tronco del árbol antes de estampar sus labios contra los míos, en un beso que no esperaba y que no dudo en corresponder mientras rodeo sus hombros con mis brazos y ella mi cintura con uno de los suyos, en tanto su mano se enreda en el cabello de mi nuca manteniéndome allí, profundizando el beso.

Podría jurar que floto, cuando sus labios acarician los míos con suavidad, a medida que va tomando intensidad y pese a que no deja de llover, ni los rayos dejan de iluminar el cielo, me siento plena, me siento en calma en los brazos de la mujer que me aferra contra su cuerpo mientras devora mi boca, encendiendo una parte de mí que no sabía que existía. Porque pese a que muchos me han tocado, ninguno lo ha hecho como ella, ninguno me ha hecho sentir así, deseada querida y cuidada. Jamas antes he anelado que alguien me toque, nunca pensé que llegaría el día pero lo hizo, porque solo tenerla cerca de mi enciende una llama que arde ferozmente en mi interior.

Sus manos se mantienen en su sitio hasta que sus labios se apartan de los míos y nuestras frentes quedan una contra la otra, ella suspira y sonríe sobre mis labios.

—Seis años, un mes, dos semanas y doce horas. —Susurra sobre mis labios y levanto la mirada confundida hacia ella, porque no entiendo de qué está hablando, pero ella simplemente me sonríe, acariciando ambos lados de mi cabeza, peinando mi cabello enmarañado.

—Ese es el tiempo que he tenido que esperar, para poder probar la dulzura de tus labios, Sole mío.

Alzó ambas cejas y sin pensarlo, esta vez soy yo quien la besa mientras la  rodeo con mis brazos por los hombros y ella presiona su cuerpo contra el mío, mientras nos besamos con anhelo sin inmutarnos en que el cielo se cae a pedazos a nuestro alrededor.

Porque ahora, en este momento solo existimos nosotras dos.

La Liberación de la MafiosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora