FIVE|Tom Marvolo Riddle... my father.

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Tom Marvolo Riddle... Mí padre.

Los dos avanzaron por la ahora gran sala que se abrió ante ellos, Harry no podía dejar de ser la espada de Aarón. Está daba un brillo tenue pero por alguna razón reconfortante.

Las columnas eran muy grandes, pero incluso así, la sala estaba tan vacía que sus pasos resonaba con mucho eco.

Al pasar por la última columna, Aarón pudo deslumbrar una gran estatua, tan alta como la misma cámara, que surgía imponente, adosada al muro del fondo.

Aarón tuvo un ligero enojo, solo los dioses podían tener estatuas tan imponente, el rostro de la escultura era antiguo y simiesco, con una barba larga y fina que le llegaba casi hasta el final de la amplia túnica de mago, donde unos enormes pies de color gris se asentaban sobre el liso suelo. Y entre los pies, boca abajo, vio una pequeña figura con túnica negra y el cabello de un rojo encendido.

-¡Ginny! -susurró Harry, corriendo hacia ella e hincándose de rodillas-. ¡Ginny! ¡No estés muerta! ¡Por favor, no estés muerta! -Dejó la varita a un lado, cogió a Ginny por los hombros y le dio la vuelta. Tenía la cara tan blanca y fría como el mármol, aunque los ojos estaban cerrados, así que no estaba petrificada. Pero entonces tenía que estar...-. Ginny, por favor, despierta -susurró Harry sin esperanza, agitándola. La cabeza de Ginny se movió, inanimada, de un lado a otro.

Aarón fue tras el aún con la espada en la mano izquierda, pero antes de que pudiera inspeccionar sus signos vitales algo llamo su atención.

Levantó rápidamente la mira y sus ojos se encontraron con los de un chico que parecía un poco mayor que el, pero que ya conocía más que a nada.

-No despertará -dijo una voz suave.

Harry se enderezó de un salto, Aarón cómo ya parecía costumbre, se puso delante de él en forma de protección.

Un muchacho alto, de pelo negro, muy parecido a Aarón, estaba apoyado contra la columna más cercana, mirándole. Tenía los contornos borrosos, como Harry si lo estuviera mirando a través de un cristal empañado. Pero no había dudas sobre quién era.

-Tom... ¿Tom Riddle?

Riddle asintió con la cabeza, sin apartar los ojos del rostro de Harry.

-¿Qué quieres decir? ¿Por qué no despertará? -dijo Harry desesperado-. ¿Ella no está... no está...?

-Todavía está viva -contestó Riddle-, pero por muy poco tiempo.

Harry lo miró detenidamente. Tom Riddle había estudiado en Hogwarts hacía cincuenta años, y sin embargo allí, bajo aquella luz rara, neblinosa y brillante, aparentaba tener dieciséis años, ni un día más.

-¿Eres un fantasma? -preguntó Harry dubitativo.

-Soy un recuerdo -respondió Riddle tranquilamente- guardado en un diario durante cincuenta años.

A Harry le daba miedo el increíble parecido entre los dos, Aarón con sus ojos rojos cual rubí eran enmarcados por sus cejas fruncidas.

Riddle señaló hacia los gigantescos dedos de los pies de la estatua. Allí se encontraba, abierto, el pequeño diario negro que Harry había hallado en los aseos de Myrtle la Llorona. Durante un segundo, Harry se preguntó cómo habría llegado hasta allí. Pero tenía asuntos más importantes en los que pensar.

-Tienes que ayudarme, Tom -dijo Harry, volviendo a levantar la cabeza de Ginny-. Tenemos que sacarla de aquí. Hay un basilisco... No sé dónde está, pero podría llegar en cualquier momento. Por favor, ayúdame...

Los Príncipes del Inframundo (Nico di Angelo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora