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Desperté por el alboroto de todos.

James Potter acababa de entrar al hospital junto con todo su equipo y los merodeadores.

Todos se encontraban gritando y maldiciendo o Hufflepuff.

Levante mi cabeza y abrí la cortina que nos separaba.

Potter tenía el brazo roto, y su cara golpeada.

—¡Todo por la culpa de tu novio!— Gritó.

Rodee los ojos.

—¿Entonces perdimos?— pregunte a Sirius quien asintió.

Me volví a girar a Potter quien se encontraba haciendo un escándalo por las agujas. —Exagerado...— solté.

Remus me fulminó con la mirada.

—¿Como me llamaste?— dijo furioso.

Cerré la cortina y volví a recostarme. Seguía sin poder moverme del todo.

Remus apareció por enfrente.

—¿Como sigues?— dijo sentándose en la cama.

—Me duele todo.—

—Lo siento.—

—No es tu culpa.—

—¿Quieres que me quede hoy contigo?—

Negué.

—No te preocupes, el exagerado de tu amigo te necesita más.—

—Oye!— grito James Potter.

Ambos reímos.

Llevaba toda la mañana dormida ya que ayer por la noche no podia dormir por el miedo. Remus se había quedado conmigo, pero después tubo que irse ya que Madame Pomfrey no permitió que se quedara. Justo cuando porfin estaba descansando, Potter llega a arruinarlo todo.

Tenía cartas y flores nuevas de William. No había venido a verme pero si a entregarme cartas. Ni siquiera las quería leer.

Claire tampoco se había presentado.

Evans estuvo la mayoría de la tarde conmigo después de que James Potter saliera del hospital.

—¡Auch!—

Potter hizo que volviera a la realidad.

—Cuando le saque sangre para donarla a la señorita Lupin no estabas así de dramático señor Potter.—

Solte una risa silenciosa.

—¡Eso es diferente, estás clavando las agujas en mi mano! ¡Auch!—

La tarde se basó en ver a las fans de Potter entrar y salir, todas con regalos, flores y comida.

James les contestaba lo mismo a todas.

—Gracias muñeca, estaré pensando en ti toda la tarde. Pero no te preocupes por mi, en cuanto salga de este hospital iré a romperle la cara a Brown de nuevo.— dijo a la última chica, y después las chicas se iban con una sonrisota y sonrojadas.

Porfin eran las nueve. Lo cual significaba no más visitantes, solo familiares.

Porfin iba a descansar.

Madame Pomfrey abrió la cortina para entrar y cambiarme de vendas.

—¿Todavía no te puedes sentar querida?—

—Un poco.— dije mientras trataba de sentarme. —Mi hermano me ayudó.—

—¿Haz tenido dolor de cabeza?—

in between | James PotterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora