Damián siempre había seguido los planes y órdenes de su familia al pie de la letra, hasta que la palabra matrimonio fue pronunciada, algo que él no estaba dispuesto a aceptar.
El amor no estaba en su vocabulario, nunca había deseado nada en su vida...
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Día 5: Codicia / Baile
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Prendió las velas que tenía esparcidas en la habitación detrás de la tienda, que iluminaron de forma tenue el espacio, observó los diferentes objetos que tenía en la mesa y se centró específicamente en uno, en un juego de tijeras doradas.
Giró sobre sus pies y contempló a la persona que estaba sentada en el centro de la habitación, era una mujer rubia que sudaba y retorcía el dobladillo del vestido que tenía, sudor descendía por su frente.
—¿Está segura de querer esto? —Anya habló como un susurro místico.
—Y-yo si, estoy segura.
—Como recordatorio del proceso, es mi deber informar que una vez hecho, no hay forma de revertirlo, es una decisión permanente y los efectos secundarios son una consecuencia importante a considerar y de lo que no me hago responsable al haber informado de ellos.
Tomó una hoja y la colocó en la mesa que estaba junto a la mujer.
—Necesito que firme la carta responsiva.
La mujer pareció dudar en su lugar, mirando a todos lados y a ninguno al mismo tiempo, pero finalmente terminó firmando.
—Los efectos secundarios podría ser una nula o una importante pérdida de la memoria sobre el sujeto en cuestión, sean desde momentos a las personas que conociste en ese periodo, algo que es arbitrario y no puedo hacer nada al respecto en caso de que se arrepienta. —Se acercó a ella con las tijeras doradas que sabía que no podía ver. —Olvidarás todo, como lo has pedido.
La mujer asintió con una mirada determinada, Anya se acercó, abrió y cerró las tijeras. Bajó la mirada para ver el hilo rojo que colgaba del dedo de la mujer, tan brillante y claro para ella, solo para ella.
Tomó el hilo entre sus dedos, una sensación indescifrable la inundó, como siempre que lograba tocar uno, la calidez y a la vez como parecía temblar ante sus dedos, haciéndolos cosquillear. La magia que corría por todo eso, presionó su mandíbula, acercó las tijeras y cortó el hilo.
La mujer enfrente suyo había cerrado los ojos, como si esperaba que doliera, pero la realidad es que no se sentía nada.
—Eso es todo.
—¿Está hecho? —La mujer abrió los ojos y miró a su alrededor. —Pero no he sentido nada y... aún puedo recordarlo.
—No es un proceso inmediato siempre, en ocasiones puede serlo, en otras demora una noche. —Dejó las tijeras en su lugar.—Mañana que se despierte lo habrá olvidado y todo aquello que lo involucraba. —Rebuscó entre sus cosas y sacó una tarjeta. —Si aún no es así, puedes contactarme.