Damián siempre había seguido los planes y órdenes de su familia al pie de la letra, hasta que la palabra matrimonio fue pronunciada, algo que él no estaba dispuesto a aceptar.
El amor no estaba en su vocabulario, nunca había deseado nada en su vida...
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Día 6: Cautivar
...
Se observó al espejo fijamente, como si su vista a través del reflejo fuera a cambiar o adquirir alguna otra imagen, algo que no sucedió. Sus cabello seguía siendo negro y despenado, su piel pálida y aquellos ojos dorados que parecían regresarle la atención.
Algo que Damian Desmond no quería, lo único que deseaba era desaparecer.
Una idea que vino a su mente cuando llegó a su casa, no, era mucho antes, cuando caminaba a casa, no... realmente tuvo esa idea cuando vio a Anya dar la vuelta y dejarlo en aquel pequeño restaurante, completamente solo.
Meneó la cabeza, bajándola hasta ver el lavamanos, había arruinado las cosas en grande. Su codicia de querer algo más, de querer tenerla a su lado y estrechar su relación lo había cegado y había actuado de forma incorrecta e impulsiva. No tenía experiencias con relaciones anteriores, por lo que actuó por simple inercia, dejándose llevar y con lo que pensó que era lo adecuado. En ese momento se dio cuenta que no fue nada acertado.
¡La había asustado por su intensidad! El simple sentido común debió darle alguna especie de pista. Anya le había dicho que no entendía su comportamiento confuso de insultar lo que hacía a intentar ganarse su simpatía. Por supuesto que cualquier intento de acercamiento fue abrupto y terminó por asustarla al grado de salir huyendo.
Había arruinado las cosas en grande.
No era la misma situación para él que para ella. Él llevaba observándola durante un par de meses, sabía cómo se movía o comportaba, todo por la atracción que ella tenía en él. En cambio para ella, ellos apenas se habían visto en tres ocasiones y una de ellas fuera para ofenderla.
Por eso mismo no tenía un buen concepto de él, lo cual llevaría a que fuera más lento con ella, pero sus ganas de poder tomar su mano o.... que sus sonrisas fueran para él, solo para él. Un acto demasiado codicioso y presuroso...la había asustado y no sabía qué es lo que tenía que hacer en ese momento.
Anya lo odiaba, lo hizo la primera vez que arrojó ese pastel a su cara, dejando entrever toda su furia y a él comprender que sus palabras no habían sido muy acertadas. La segunda vez él terminó colándose en la invitación al escuchar a Ewen hablar con Emile sobre su siguiente cita con Becky. Él sabía que no debería meterse ahí, pero lo hizo en un intento de volver a verla después de una semana. Quería disculparse adecuadamente después de la indiscreción que hizo en su primer encuentro.
Se lamentó mucho al respecto sobre sus actos y que lo que él fantaseó tantas veces con verla, al final terminó siendo arruinado por su boca. Si, quizá no creía tanto en lo que dijo, pero pudo decirlo de mejor forma antes de burlarse o comprobar si era cierto... cualquier opción sería mejor que decirle que era una farsa. Pensó en disculparse en el tren pero no la había visto desde ese día.
