Capítulo 8

256 38 29
                                    

Veo como mi maestro lucha consigo mismo y me estremezco cuando el agarre en mi cuello toma un poco de fuerza, abro mis labios soltando un jadeo que hace oscurecer aún más sus ojos amarillos que en este momento son mi principal atracción

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Veo como mi maestro lucha consigo mismo y me estremezco cuando el agarre en mi cuello toma un poco de fuerza, abro mis labios soltando un jadeo que hace oscurecer aún más sus ojos amarillos que en este momento son mi principal atracción. Me encanta ver como lucha contra lo inevitable, porque él sabe que ya está dentro de mi juego, solo que su moral no le ha permitido caer del todo. No es un problema, soy paciente en algunas cosas y él es una de ellas.

Claro, seré paciente mientras él no me de lo que quiero, porque cuando lo tenga a mi merced no seré nada paciente, lo querré todo porque me conozco. Yo nunca me conformo con pequeñeces, siempre estoy ansiando mucho más de lo que me pueden dar.

Lamo mis labios y sus ojos caen en esa pequeña acción. Me acerco a su rostro y siento su respiración pesada contra mis labios. Estoy ansiosa porque yo misma estoy envuelta en este momento, anhelando lo que es sentirse besada y deseada por este hombre.

—Insolente—susurra y abro mi boca esperando que me bese, pero, él solo lleva sus labios a mi cuello y juro que nunca he tenido la piel tan sentible como en este momento donde él besa mi cuello y yo siento un tirón por todo mi cuerpo con esa pequeña y sencilla acción.

Junto mis piernas y muerdo mi labio inferior. Y espero a ver cuál es el próximo movimiento que hará ya que era yo quien tenía el control sobre lo que estaba pasando, pero ahora es él quien lo tiene. Lo dejo en sus manos mientras siento como su mano va a mi cabello y sus dedos se entierran en ese lugar para hacerme mirarlo cuando los empuña.

—¿Qué espera?—cuestiono y mi voz suena ronca.

—No soy un hombre traidor, tengo una esposa y usted la vio cuando ella salió de aquí. Nunca he sido un hombre infiel y no pretendo serlo ahora—susurra contra mis labios, el aliento mentolado me envuelve, me enfoco en sus ojos.

—No solo con el cuerpo se es infiel maestro, usted lo sabe, sabe que en su cabeza he estado todo este tiempo. ¿De qué forma usted me piensa?—inquiero despacio viendo como aprieta la mandíbula, realmente es un hombre caliente como el infierno—¿me imagina de piernas abiertas, húmeda esperando por usted?—susurro con voz seductora, gimo cuando su agarre se vuelve más agresivo—¿o quizás se trate de mi boca envolviendo su po...?

—Ya basta—gruñe contra mi boca, solo la roza y se aleja como si estuviese cometiendo un enorme error.

—¿Por qué debía tenerme?—cuestiono—mientras usted me siga sujetando el cuello y el cabello más húmeda me encontrará cuando decida dejar de lado las palabrerías y tomarme—sonrío ante todas las inquietudes que cruzan su rostro. Él parece que está a punto de perder el control de verdad, pero ambos escuchamos las voces de otras personas.

Él se aleja como si hasta este momento hubiese recordado donde nos encontramos, me observa con molestia y yo solo le brindo una sonrisa bajándome de su escritorio y arreglándome la ropa, aunque no mentia, siento incomoda las bragas porque realmente me estaba excitando todo este juego de palabras, esas tocadas y la manera en cómo él estaba perdiendo el control.

Deseo InmoralDonde viven las historias. Descúbrelo ahora