—Mi amor. —Enzo escuchó muy lejana la voz de Marcos, quien lo intentaba despertar.
—Mmm —murmuró Enzo sin abrir los ojos, aunque sonrió al sentir los labios de Marcos sobre los suyos.
—Dale, Pequitas, despertate —le susurró Marcos—. Te tengo una sorpresa.
Y esa fue la palabra mágica, ya que Enzo enseguida abrió los ojos para mirarlo con curiosidad.
—¿Qué? —preguntó, todavía con los ojos chinitos y una voz ronca que enamoró a Marcos. Sumándole al pelo despeinado, Enzo Nicolás Pérez era una obra de arte recién despierto.
Marcos sonrió y, como si no pesara nada, lo alzó y lo llevó a la cocina, donde lo sentó en la isla.
—Ya te dije que dejes de hacer eso. —Enzo lo miró mal.
—Pero me gusta —sonrió Marcos, dándole un tierno beso—. Felices 18 meses, amor de mi vida.
Enzo lo abrazó con fuerza, para luego besarlo con lentitud, amor y todo eso.
—¿Y la sorpresa? —susurró contra sus labios.
—Interesado de mierda —murmuró Marcos con una sonrisa—. Ya vuelvo.
Se fue y volvió a los minutos, con algo, evidentemente, cuadrado.
—Abrilo —susurró Marcos en su oído.
Enzo lo agarró y, al abrirlo, incluso lagrimeó un poquito. Un cuadro. Era hermoso: en forma de corazón, con muchas fotos de ellos juntos, tanto en la cancha como afuera. ¿La más grande? La que estaba en el centro. La foto de ellos abrazados en el UNO.
—¿Te gusta? —susurró Marcos.
—M-Mar, me encanta —susurró Enzo, abrazándolo luego de dejar el cuadro, con cuidado, en la mesa.
—¿Entonces te puedo seguir haciendo de estos? —sonrió Marcos, y Enzo se rió y dijo que sí, creyendo que era mentira.
Marcos lo besó muy profundamente y con muchas ganas y, cuando ya le estaba sacando la ropa, escucharon ladridos y Enzo lo apartó enseguida.
—Boludo que sos, ¿no ves que me traumás al nene? —le dijo, mientras se acercaba a Berna para abrazarlo—. Perdón, mi vida, no le des bola a tu papá —le dijo mientras le tapaba los ojos.
Marcos podría haberse enfurecido, pero la sonrisa que les dirigió a ambos, sólo era propia de un hombre enamorado.
Y Enzo no había visto, pero los tres espacios que sobraban en el cuadro, eran para tres momentos que todavía no habían pasado: la pedida de mano, su casamiento, y cuando tuvieran su primer hijo.
–0–
—¿Es hoy? —le preguntó Marcos a Enzo.
—Sí, mi amor, hoy vamos a la cancha —se rió Enzo.
Estaban en Mendoza hacía una semana, y Enzo lo había llevado a conocer todo Maipú, incluso la casa de su infancia. Pero faltaba lo más importante: la cancha de Deportivo Maipú. Enzo la había dejado para lo último.
Aún así, todo estaba planeado. Marcos se había comunicado con los hermanos de Enzo y les había explicado lo que quería hacer, con todos los detalles (y les había hecho rehacer todo dos o tres veces). Los tres le habían hecho caso en todo, pero Marcos sólo se quedaría tranquilo cuando lo viera con sus propios ojos, no por una foto.
—Llegamos —murmuró Enzo, estacionando cerca de la cancha. Tenía puesta una camiseta de Maipú que le habían regalado la última vez que fue, y le había dado a Marcos una de las que había usado él.
Marcos miraba todo, pero cuando Enzo se cruzó en su camino para dirigirse a la cancha, sólo pudo concentrarse en él. En su hermoso novio.
Lo siguió a cierta distancia, y cuando las personas con las que estaba hablando Enzo asintieron, Enzo se acercó para agarrar su mano y entrar en la cancha. Hasta les tiraron una pelota.
—Bienvenido a la primera cancha que pisé —dijo Enzo, mirando alrededor con una sonrisa nostálgica—. No me dio para retirarme acá.
Marcos lo abrazó y lo besó, pero Enzo se separó al notar algo.
—¿Por qué hay tantos papelitos? —dijo, mirando un caminito de papeles rojos.
Marcos sabía lo que era, pero se hizo el sorprendido y se agachó para juntar uno.
—Tienen forma de corazón —dijo, y sonrió. Una sonrisa tan turra, tan propia de él, que Enzo lo miró con sospecha.
—Si no fuera porque vos nunca viniste, diría que tenés algo que ver —le dijo.
—Seguilos y dejá de hablar —lo cortó Marcos.
Enzo lo besó y se puso a seguir los papelitos. Cada tanto encontraba una cartita, y la juntaba y leía, ya que decía su nombre. Cada frase lo hacía sonrojar, y Marcos le sacaba fotos sin que el mayor se diera cuenta.
—¿Por qué tienen una letra atrás? —le preguntó Enzo en un momento.
—Ya vas a ver —sonrió Marcos, y lo empujó para que siga mientras empezaba a ponerse nervioso.
Cuando llegaron al arco, había dos cartas entre la red. Enzo agarró la carta que en el dorso tenía escrita una "o", y la abrió:
"Para el que me enseñó lo que es amar a alguien. Te amo siempre".
Luego, agarró la última, que en el dorso tenía un signo de pregunta, y la abrió:
"Poné la parte de atrás de todos los sobres juntos. Se va a formar una pregunta, algo que te quiero preguntar desde que nos hicimos novios".
Enzo miró a Marcos, quien se encogió de hombros.
—Haceme caso —fue lo único que dijo.
Enzo sonrió y juntó todos los sobres, desde el primer signo de pregunta al último.
Y la pregunta formada, lo dejó sin aire. Ni siquiera escuchó que Marcos había puesto (bajito) su canción.
"¿Te querés casar conmigo?"
Enzo volteó a mirar a Marcos, y empezó a llorar de la emoción al verlo. Al verlo con una rodilla en el pasto y con una cajita con un anillo en la mano.
—¿Querés? —sonrió Marcos.
—S-Sí, nene, sí, siempre —susurró Enzo tapándose la cara, y se agachó para abrazarlo.
Marcos le puso el anillo con manos temblorosas.
—Te amo —alcanzó a decir, ya con lágrimas, y lo besó.
Se iba a casar con el amor de su vida.
FIN.
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Estando juntos
Roman d'amourMarcos y Enzo eran amigos desde hacía dieciséis años, aunque se convirtieron en amigos con derechos hacía casi quince. "Sólo sexo", habían dicho. Pero no pudieron. Se enamoraron inevitablemente. [Empezada el 29/03/24 Terminada el 10/07/24]