red velvet // jinx (+21)

12.

⚠️ ADVERTENCIA ⚠️

El contenido de este capítulo es delicado. Van a encontrar MUCHAS red flags, actitudes bastante tóxicas y MUY confusas en general, y otros temas sensibles como el abandono, por ejemplo. No tengo la intención de ofender a nadie, ni romantizar nada de esto. Si toman la decisión de seguir leyendo, por favor, háganlo mentalizados y conscientes.

No se fuercen a leer cosas que excedan sus límites, por favor. No quiero traumar a nadie que no esté acostumbrado a este tipo de historias.

No olviden que esto es un dark/bully romance.

[🍒]

Kim Dan no es bueno lidiando con el frío, así que se extraña al sentir algo cálido alineándose con su espalda, como si le estuvieran abrazando con mucho ahínco, pero se sentía bien. En su casa no había ningún equipo de calefacción extra porque no podían permitírselo, así que se había acostumbrado a la desagradable sensación de sentir la sangre congelada. Además, le gustaba el contacto físico y abrazar a las personas que apreciaba, como su abuela, sus amigos...

Excepto que esos músculos tatuados y esculpidos no son familiares. Y a su abuela le gusta la fragancia de lavanda, o quizás florales, por lo que no tenían ningún aromatizante con notas cítricas y amaderadas.

No, no es un aromatizante. Esa fragancia es cara. Reconoce que es de un perfume de una marca que vale (fácilmente) mucho más que su casa, un producto de Giorgio Armani.

Acquia di Gio.

Y sabe eso porque Jaekyung, prácticamente, se baña con él. Le había visto llevarlo en su mochila, bañándose con él como si estuviera mojándose con lluvia.

Sí, Joo Jaekyung.

Abriendo los ojos de sopetón, Dan puede observar que este lugar es espantosamente enorme, tan lujoso que daba asco sentirse atrapado en un espacio así de grande y vacío. Este no era su hogar.

Rememora lo que ha pasado las últimas horas, y las imágenes de todo lo que había hecho con Joo Jaekyung.

Su corazón comienza a martillear como si se trataran de unas ruidosas y atormentantes campanadas que le recordaban todos sus pecados, derrotas y decepciones que prefería mantener encerrados en el fondo de su memoria bajo llave y candado, para enterrarlos por toda la eternidad y no volver a tener noción de ellos nunca jamás.

No quiere decir que está arrepentido, porque eso significaba admitir que había actuado por impulso, y las únicas personas que hacen eso son las bestias; no razonan y no piensan. Se dejan llevar por instintos viles. Y ese tipo de desgraciados... No, él no podía ser como ellos. Enfermizo y retorcido.

Él es diferente a esa clase de demonios. Jamás podría entender a ese tipo de bastardos.

¿Qué era esta sensación? La de estar temblando luego de un subidón de adrenalina, que justifica cualquier locura, pero cuando esa adicción nociva termina, es como caer por un acantilado. Es desconcertante y peligroso. Y ahora él se sentía turbulento y desencajado, arrojado a zonas de guerra desterradas en las cuales no había estado nunca, con el corazón hundido y varado en medio de la nada.

Culpa. Eso era lo que le estaba invadiendo.

Y le dolía.

Pero él se la había buscado. Y no le quedaba más que aceptarlo. Asumir sus decisiones.

Quizás su cerebro ya estaba en mal estado, porque acostarse con el amigo de su hostigador, sí que era un motivo razonable como para internarse en un manicomio, o querer que un auto lo atropellara para borrarse la memoria. A veces, desea endurecer su corazón, tal como aquel grupo de hijos de puta.