Capítulo 15

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California

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California

Por primera vez al levantarme, me sentí cansada, como si mi cuerpo estuviera cargando toneladas de peso, como si no pudiera hablar, como si no pudiera respirar. Y todo eso se debe a un recuerdo que ha llegado. Se supone que, por mi salud, no es indicado que vea mi celular, la galería o mensajes viejos. De hecho, mi hermano ha borrado casi todo rastro de mi pasado, dejando solo una nota en mi teléfono. Leerla hace cinco minutos me ha dejado sin aliento. Puedo recordar ese momento, puedo recordar cómo me he sentido, y acompañado de eso, todas las emociones empiezan a caer, tan fuertes como sentirlas nuevamente, como si mi cuerpo fuera atravesado por millones de cuchillos filosos, que no me matan, solo hieren, sin embargo, lo que más me afecta es saber que lo había olvidado y que hace unos segundos podría decir que estaba tranquila, pero ahora, solo quiero irme, metafóricamente, porque no tengo a dónde ir.

Dejo escapar una lágrima mientras intento reprimir todo el dolor. No quiero despertar a nadie, hacer un escándalo, ni recriminarle a Lony por no haberme contado la verdad. Solo deseo vivir mi duelo en silencio. Una nueva lágrima se desliza por mi mejilla, y es casi imposible detenerlas. Me esfuerzo por mantener mis sollozos en silencio y contengo la respiración, tratando de no sentir.

Esta muerta.

Mi madre ha muerto

Ella no existe.

No está de viaje como me ha dicho mi hermano.

Me resulta imposible contenerme, así que lloro intensamente, sin detenerme, sin controlarme, sin preocuparme de que mis lamentos puedan ser escuchados. Me apoyo en el suelo frío de mi habitación e intento abrazarme a mí misma. No puedo, no puedo vivir sin ella. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Golpeo el suelo varias veces, aún sin entender por qué tuvo que suceder esto. El dolor de su partida pesa enormemente. Grito entre mis sollozos, ahora tendida en el suelo, escuchando su voz y viéndola en mis recuerdos, atrapada en esos malditos recuerdos.

—¿California? ¿Estás bien? —La puerta de mi cuarto se abre de golpe y mi hermano entra, visiblemente preocupado. Me observa detenidamente, asegurándose de que no me haya hecho daño. —¿Qué ocurre? —Su voz refleja preocupación. —¿Qué sucede, California? ¿Te duele algo? ¿Qué está pasando?

Se agacha para ponerse a mi altura, toma mi rostro entre sus manos y me obliga a mirarle, aunque las lágrimas me hagan ver todo borroso.

—Dime qué te ocurre, por favor —me ruega—. ¿Qué te pasa? Dime, por favor, contéstame... California, ¿Qué tienes?

No puedo articular ninguna palabra; es imposible hablar mientras las lágrimas siguen cayendo y mi respiración se entrecorta. Connor sacude suavemente mi cuerpo, buscando señales de lo que pueda estar pasando, luego, examina la habitación en busca de pistas. Al no encontrar ninguna respuesta, coloca nuevamente sus manos sobre mis hombros.

Solo si me recuerdas mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora