Capítulo 16

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Ocean

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Ocean

Creo que nadie vive dos veces la misma experiencia, pero ayer, estando con California, reviví ese momento en el que llegaba a su casa y ella me pedía que me alejara. Fue hace varios años, pero lo he tenido tan presente que no he podido olvidar lo que se sentía verla llorar destrozada; la desesperación en sus ojos, el temblor en su voz, todo vuelve a mí con una claridad dolorosa. Ayer se repitió el ciclo y ella volvió a decaer ante aquella noticia. Verla así, atrapada en su sufrimiento, me rompe el corazón. Sé que pasará mucho tiempo antes de que ella pueda recobrar su vida de nuevo, y temo que el proceso sea largo. Solo espero que esta vez no se pierda en el dolor, que pueda encontrar dentro de sí la fuerza para salir adelante.

—¿Te apetece comer algo? Te he traído tus galletas favoritas —dijo Essie a California, mostrándole una caja llena de galletas de chocolate.

—No tengo hambre —le responde, distraída en su lectura de la universidad.

A causa de su repentina amnesia, ha tenido que ponerse al día con sus clases, y definitivamente es muy difícil para ella. Está intentando recuperar muchos años de estudios perdidos. A decir verdad, creo que debería centrarse primero en recuperar su mente, pero ella insiste en seguir estudiando.

—Necesitas comer —recalca su amiga—. Es importante para tu recuperación.

—No tengo hambre.

Y eso es a lo que me refiero, la muerte siempre nos desorienta, y California es una persona muy sensible; se perderá como la última vez, y no quiero que eso suceda. Lo peor es que no tengo la menor idea de cómo evitarlo. Los últimos años de su vida los ha pasado con Austin, y no sé cómo él ha logrado ayudarla a superar esos momentos.

Así que mi mente solo tiene una alternativa... Escribirle a Austin.

Ocean: ¿Estás libre? California te necesita, estamos en su casa. Responde apenas veas el mensaje.

Aunque me duela admitirlo, Austin ha logrado más con ella de lo que yo he podido. La conoce muchísimo mejor y sabe cómo actuar, mientras que yo solo navego en aguas desconocidas.

—¿Cuándo fue la última vez que comiste? —le pregunto a California, devolviendo mi celular al bolsillo de mi pantalón.

—No estoy segura, ¿Ayer?

—Ayer no comiste —dice su hermano al entrar en la cocina—. Y hoy tampoco.

—¿Por qué no lo has hecho, California? Es esencial que lo hagas.

—¿Estás aquí como mi amigo o como mi doctor? —me pregunta, levantando la mirada del libro. Su expresión es firme y desafiante.

—Eso ha sido grosero —le digo.

—No —cruza sus brazos, sin intención de disculparse—. De hecho, me gustaría saberlo. ¿En qué posición estás?

—Como tu amigo, que también es tu doctor y se preocupa por ti —replico, utilizando el mismo tono desafiante que ella.

Solo si me recuerdas mañanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora