Ocean
—¿Sabes que no entiendo? —me pregunta ella, observando la lluvia caer—. ¿Cómo volvimos a hablar? Me refiero a cómo fue nuestro segundo encuentro. Aquella noche no intercambiamos teléfonos, no sabíamos dónde vivíamos, entonces... ¿Cómo nos volvimos a encontrar?
—Estaba esperando que me preguntaras eso —le digo, sonriendo mientras me siento a su lado. Los dos estamos frente a su puerta, escuchando las gotas caer sobre el techo del porche—. Es una de mis historias favoritas.
—¿En serio? Cuéntamela.
—Sucedió un día como hoy, lluvioso...
Segundo encuentro | Cuatro años atrás
Me gusta la lluvia, soy fanático de ella, pero cuando estoy atrapado en la estación del tren siempre suplico para que cese. La cantidad de personas refugiadas es grande y las estaciones se atrasan a causa de la tormenta. No me gusta esperar; quisiera estar en mi casa disfrutando de este clima mientras veo una película, pero en cambio, estoy sentado sobre una silla vieja, anhelando llegar a mi hogar. Reviso mi celular, no tengo mucha señal, y aunque tuviera, no creo que nadie pueda rescatarme; ninguno de mis amigos tiene auto para recogerme.
—Disculpa, cariño —me dice una anciana. Levanto mi rostro y la observo; es muy parecida a mi abuela. —¿Podrías decirme la hora?
—Sí, son las ocho de la noche —le digo, revisando mi celular.
—Muchas gracias —dice con su voz dulce.
Antes de que se aleje, me levanto de mi asiento y se lo ofrezco. La silla no está en las mejores condiciones, pero le servirá si planea esperar tanto como yo. Ella me vuelve a agradecer, me despido cordialmente y camino hacia la pared donde está pegado el mapa de las estaciones. Toco con mi dedo mi ubicación y marco mentalmente una línea hasta donde debería llegar. Son muchos kilómetros; si pido un taxi, probablemente me cobre la mitad de mi sueldo. Y justamente hoy mi auto lo he mandado a lavar, como si necesitara lavarse después de esta lluvia. Apoyo mi cuerpo en la pared. Según la pantalla de información, mi tren llegará en cinco horas. ¿Qué se supone que haré en cinco horas? Eso es demasiado tiempo.
Analizo las personas a mi alrededor; al menos puedo suponer cosas de su vida para matar el tiempo. Veo a una chica de cabello rubio con ojos oscuros, sosteniendo a un niño de cabello negro. Es muy parecido a ella, aunque sus ojos sean de color azul, como los míos. La chica le dice algo a su hijo, le sonríe y luego lo toma entre sus manos mientras lo acurruca. Es obvio que es su hijo, pero me pregunto quién será ella; aunque, para qué saberlo, si puedo suponerlo. De seguro su esposo la espera en casa, con una taza de café, mientras viven una historia de amor en algún país de Europa. La chica debe amar leer; eso puedo notarlo por el libro que se asoma entre su bolso. Es joven, de aproximadamente veintiocho años, y por la forma en que le habla a su niño, me percato de que es americana. En este instante me doy cuenta de lo fácil que es leer a las personas; solo hace falta detenerse a observarlas.
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Solo si me recuerdas mañana
RomanceCalifornia siempre creyó tener su vida perfectamente planificada, pero una tragedia inesperada lo cambia todo. Tras un accidente en el océano su memoria desaparece, llevándose consigo todos los recuerdos que tenía de su novio, sin embargo, mientras...