Lo sé, lo sé, me he tardado mucho, ruego que me disculpen, he estado ocupado entre exámenes, asuntos de mi viaje a Finlandia y todo ese tipo de cosas, incluso actualizando Nueva Era o Diez días en Lyon. Pero ya quería volver a la historia principal para seguirla, luego de haber estructurado un par de cosas, aquí estoy, espero les guste. Me gustaría mucho poder interactuar con ustedes, sus comentarios y votos, de verdad me hace muy feliz. Sin nada más que decir, os dejo con el capítulo.
"Pensar es fácil, actuar es difícil, y poner los pensamientos de uno mismo en acción es lo más difícil del mundo."
- Goethe.
El presente, dos meses después de la caída de T. M.
Aterrizaron sobre un edificio cercano a la parada del metro y observaron con cuidado la situación. El cerco policial rodeaba la entrada por al menos unos cincuenta metros y la presencia de agentes se incrementaba con el pasar de los minutos.
Gwen inspeccionó con rapidez el lugar, identificando todas las posibles entradas para poder esquivar a las autoridades y evitar una nueva visita de parte de Felicia Hardy. Levantó un brazo y le hizo una seña a su acompañante, que se detuvo y esperó como una niña buena por sus siguientes órdenes.
Ladeó la cabeza y admitió por una milésima de segundo que ser maestra era divertido y estresante a partes iguales.
Recordaba con extraña añoranza aquel día hace unas semanas en el que Adrien la citó nuevamente en la cafetería, la niña pelinegra a su lado se notaba emocionada mientras bebía de un batido extremadamente azucarado y con espuma desbordándose por los lados.
Y cuando hicieron contacto visual, lo entendió todo.
El cosquilleo fue instantáneo y Adrien sonrió como si todo en su plan malévolo hubiera salido perfecto. No volvió a invitarle nunca más un helado, pero podía vivir con eso.
—¿Qué hacemos ahora? —preguntó Cindy, agazapándose y apoyando ambas manos en las tejas de tono oscuro mientras observaba la ciudad en movimientos aleatorios. Le faltaban ciertas cosas por aprender, pero Gwen estaba segura de que, en el combate, al menos era natural.
O eso le indicaban las fracturas sufridas por los ladrones de hace dos noches. Estaba segura de que la principal ventaja de Cindy en ese aspecto eran las telarañas que brotaban de la punta de sus dedos. No solo la convertían en una joven muy ágil, también era versátil y le permitía combinar su estilo de pelea con su alrededor.
Un estilo de pelea que tuvo que enseñarle en sus primeras salidas nocturnas. La guardia arriba y los golpes con puños no eran su fuerte, por lo que se centró en enseñarle a esquivar todo lo posible y utilizar su delgado y diminuto cuerpo para rodear a sus contrincantes. Ella resolvió la parte de atacar sola.
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Simbionte en París | Miraculous - 1
Teen FictionA sus 17 años de edad y siendo rechazado por la chica de sus sueños, Nathaniel Kurtzberg pensó que nada podía ser peor, sin embargo, el destino le tenía guardado un final. Un accidente automovilístico junto a su compañera de trabajo lo cambia absolu...