Capítulo 20. Tras de camaras

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El fin de semana prometido llegó y, con él, un inusual escenario en el que Sukuna y su bebé iban a pasar tiempo en compañía de algunas de las maldiciones más temidas. Sukuna, decidido a cumplir con su promesa de mantener a su hijo a salvo, organizó todo para que el encuentro se llevara a cabo en su dominio, un lugar seguro y controlado.

Mahito, Jogo, Dagon y Hanami estaban reunidos, cada uno con sus propias expectativas y curiosidades sobre el hijo de Sukuna. El ambiente estaba cargado de una tensión peculiar, una mezcla de respeto y temor hacia el pequeño ser que representaba tanto para su temible padre.

Sukuna llegó con su hijo en brazos, un bebé que irradiaba una inocente tranquilidad y curiosidad hacia el mundo que lo rodeaba. Vestido con ropa cómoda y práctica, el bebé miraba a su alrededor con grandes ojos azules, tomándose todo con una calma que desconcertaba a las maldiciones.

Mahito, conocido por su naturaleza provocadora, fue el primero en hablar. "Así que este es el hijo de Satoru Gojo," dijo, observando al bebé con una mezcla de desdén y curiosidad. "No es tan impresionante. De hecho, es bastante feo, se parece a su padre."

Antes de que Sukuna pudiera responder, el bebé empezó a llorar, su pequeño rostro contorsionándose en una expresión de desagrado y tristeza. Sukuna lanzó una mirada fulminante a Mahito, su aura oscura y amenazante haciendo que Mahito retrocediera un paso, sorprendido por la intensidad de la reacción.

"No vuelvas a decir algo así," advirtió Sukuna, su voz baja y peligrosa. "Este niño es mi hijo, y no toleraré que lo insultes."

Jogo, que había estado observando en silencio, se acercó con más respeto. "Es un honor conocer al hijo de Sukuna," dijo, inclinándose ligeramente en señal de respeto. Aunque Jogo no era conocido por su ternura, entendía el valor de respetar a la descendencia de alguien tan poderoso como Sukuna.

Hanami, siempre más gentil y maternal en su enfoque, se acercó con una suave sonrisa. "Hola, pequeño," murmuró, extendiendo una mano cubierta de flores hacia el bebé. El niño dejó de llorar y miró las flores con curiosidad, su pequeño rostro iluminándose de nuevo con una sonrisa. "Te traje un regalo," dijo Hanami, colocando una pequeña corona de flores en la cabeza del bebé. "Espero que te guste."

Dagon, observando la interacción con una sonrisa, decidió añadir su propio toque al encuentro. "Vamos a divertirnos un poco," dijo, abriendo un portal a su dominio. El entorno cambió instantáneamente, revelando un hermoso paisaje marino con aguas cristalinas y tibias. Dagon creó un pequeño charco seguro para el bebé, lleno de peces pequeños y coloridos que nadaban alegremente.

El bebé, fascinado por el agua y los peces, comenzó a chapotear y reír, sus risas llenando el aire con una alegría contagiosa. Sukuna, observando la escena, sintió una calidez inusual en su corazón. Ver a su hijo tan feliz y seguro le trajo una satisfacción profunda, una que no había esperado experimentar.

Mientras el bebé jugaba, Mahito se acercó de nuevo, esta vez con más cuidado. "Déjame sostenerlo," pidió, extendiendo los brazos. Sukuna dudó por un momento, pero finalmente accedió, manteniendo una mirada vigilante sobre Mahito.

"Escucha, pequeño," dijo Mahito mientras sostenía al bebé. "No seas como ese tonto de Satoru Gojo." El bebé, en respuesta, lo miró con una expresión que casi parecía de desaprobación, algo que sorprendió y divirtió a Mahito.

Sukuna se acercó y puso una mano sobre el hombro de Mahito, su toque firme y casi amenazante. "Mi hijo no será como Satoru," dijo con una voz que no admitía dudas. "Me encargaré de educarlo bien."

El resto del fin de semana transcurrió en una serie de interacciones sorprendentes y, en cierto modo, conmovedoras. Las maldiciones, aunque temidas y poderosas, mostraron una faceta diferente al interactuar con el bebé de Sukuna. Jogo se aseguraba de que el entorno estuviera seguro y libre de amenazas, mientras que Hanami seguía proporcionando pequeños regalos naturales que mantenían al bebé fascinado.

Dagon, por su parte, continuó permitiendo que el bebé jugara en su dominio, creando diferentes escenarios acuáticos para mantenerlo entretenido. Sukuna observaba todo con una mezcla de orgullo y una ternura que rara vez mostraba. Ver a su hijo interactuar con las maldiciones, desarrollando sus propias pequeñas personalidades y preferencias, le recordaba que había algo más en la vida que el poder y la dominación.

El domingo por la noche, cuando el fin de semana llegaba a su fin, Sukuna llevó al bebé de vuelta a Satoru, tal como habían acordado. Satoru recibió a su hijo con una mezcla de alivio y gratitud, notando inmediatamente que el bebé estaba sano y feliz. Sukuna le entregó al bebé con cuidado, su mirada mostrando una sinceridad que rara vez se veía en él.

"Todo salió bien," dijo Sukuna. "Tu hijo está seguro y feliz. Las maldiciones cumplieron con sus votos vinculantes y se portaron bien."

Satoru asintió, aliviado. "Gracias, Sukuna. Aprecio lo que hiciste por él."

Sukuna se despidió y se fue, dejando a Satoru y a su hijo solos nuevamente. Satoru acunó al bebé y se sentó en el sofá, reflexionando sobre los eventos del fin de semana. Sabía que había tomado una decisión arriesgada, pero también sabía que estaba haciendo lo mejor para su hijo y para todos los demás.

A medida que pasaba el tiempo, Satoru y Sukuna continuaron con su trato, encontrando un extraño equilibrio entre sus roles de padres y protectores. Satoru sabía que siempre habría riesgos y desafíos, pero también sabía que tenía la fuerza y la determinación para enfrentarlos.

Mientras miraba a su hijo dormir esa noche, Satoru sonrió. Sabía que, sin importar lo que viniera, siempre haría lo mejor para proteger a su hijo y asegurar un futuro más seguro para todos. Y con la ayuda de sus amigos y aliados, estaba seguro de que podrían superar cualquier obstáculo que se presentara en su camino.

Una extraña relación entre los más fuertes (Satoru x Sukuna) M-preg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora