Capítulo 28. Maldiciones extrañas

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El sol de la tarde se filtraba por las ventanas del salón, iluminando las caras de los estudiantes de Satoru mientras él impartía una clase sobre rituales inversos. Rin, su hijo de ocho meses, gateaba alegremente por el suelo, explorando su entorno con curiosidad. Satoru, confiado en que sus estudiantes también estaban atentos al bebé, se sumergió en su lección, explicando con entusiasmo los intricados detalles de los rituales que podían revertir maldiciones y curar heridas.

Rin, sin embargo, tenía otros planes. Su pequeño cuerpo ágil y curioso se deslizó fuera del salón, atraído por los sonidos y vistas del exterior. Gateó por los pasillos del templo, disfrutando de la sensación de la brisa y la vista del cielo abierto.

Ninguno de los estudiantes ni Satoru notaron su ausencia inmediata. Fue sólo cuando Nobara, mientras tomaba notas diligentemente, levantó la vista y se dio cuenta de que el bebé no estaba en la sala, que el pánico comenzó a surgir.

"Satoru-sensei, ¡Rin no está aquí!" exclamó, interrumpiendo la lección.

El corazón de Satoru dio un vuelco. "¿Qué? ¿Dónde está?"

Los estudiantes se levantaron rápidamente, buscando frenéticamente por el salón y los pasillos cercanos. Satoru salió corriendo, su mente llena de preocupación. Sabía que el templo tenía muchas áreas peligrosas para un bebé curioso y que debía encontrar a Rin lo más rápido posible.

Mientras corría, su corazón latía con fuerza en su pecho. Finalmente, llegó al borde del templo, donde el camino descendía abruptamente. Su respiración se detuvo cuando vio a Rin al borde, a punto de caerse.

Pero antes de que pudiera llegar a tiempo, una figura conocida y sorprendentemente gentil lo levantó. Hanami, la maldición del bosque, sostenía al bebé con ternura, acompañada por Jogo y Mahito.

Satoru sintió una oleada de alivio mezclada con miedo y desconfianza. "Por favor," dijo con voz suplicante, "no le hagan daño. Es solo un bebé y no tiene la culpa de nuestros problemas."

Los estudiantes, que habían llegado justo detrás de él, miraban con horror a Mahito y a Jogo, pero Hanami mantuvo una calma serena. "En realidad, lo salvé de caerse," dijo suavemente, acercándose a Satoru para devolverle a Rin. "Solo queremos pasar tiempo de calidad con él."

Satoru tomó a su hijo en sus brazos, sintiendo su pequeño corazón latir rápido contra su pecho. Miró a Hanami con una mezcla de agradecimiento y cautela. "Confío en ti, Hanami. Pero no en Mahito ni en Jogo."

Hanami asintió con comprensión. "Lo entiendo. Solo nosotros dos, entonces."

Con una mirada de advertencia hacia Mahito y Jogo, Satoru permitió que Hanami y Dagon, quienes acababan de llegar, jugaran con el bebé bajo su estricta vigilancia. A pesar de sus reservas, Satoru podía ver que Rin disfrutaba de la compañía, riendo y jugando con los dos espíritus. Hanami le mostró pequeñas flores y hojas que brotaban mágicamente de sus manos, mientras Dagon hacía pequeños chorros de agua que hacían reír al bebé.

Mientras observaba esta escena inusual, Satoru no podía evitar sentir una mezcla de emociones. Por un lado, estaba agradecido de que su hijo estuviera a salvo y feliz. Por otro, no podía olvidar el peligro que estas maldiciones representaban.

Los estudiantes, aún nerviosos, se acercaron a su maestro. Megumi, siempre vigilante, se mantuvo listo para intervenir si era necesario. Nobara y Yuuji, aunque tensos, trataron de relajarse un poco, confiando en el juicio de Satoru.

"Satoru-sensei," dijo Yuuji, con su habitual optimismo, "tal vez esto sea una señal de que podemos encontrar una forma de coexistir."

Satoru suspiró, observando a su hijo reír mientras jugaba con Dagon. "Tal vez," admitió. "Pero nunca debemos bajar la guardia."

Una extraña relación entre los más fuertes (Satoru x Sukuna) M-preg Donde viven las historias. Descúbrelo ahora