11.

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Pepa sí huele a algo, él mismo lo percibe.

Algo anda mal con él y no era solo el aroma.

No era tonto ni su familia tampoco y era cuestión de un error suyo para que se dieran cuenta que algo no marchaba bien.

Querrían respuestas que él no podría dar y que actuara de inmediato cuando él no es de esos. Necesita su tiempo para decidir hacer las cosas.

Pronto ya no podría ocultar que su cuerpo se sentía distinto, sus pensamientos estaban siempre en movimientos desordenados, que el asco, malestar y los retortijones profundos lo hacían doblarse y lo obligaban a tomar un segundo para descansar.

Algo dentro estaba descompuesto.

Niega con la cabeza intentando sacar la ansiedad de sus pensamientos. Había tenido la cabeza en blanco cuando llegó a la oficina de Don Esteban, como si estuviera en pausa, pero ahora a punto de tocar sus pensamientos son ruidoso.

Se recuerda vagamente a sí mismo sentado en el piso del baño de la azotea, donde estaba seguro nadie subiría mientras su familia trabajaba en el restaurante.

5 minutos.

5 minutos eran una eternidad, y vio su vida pasar frente a sus ojos mientras tanto.

Se recrimina, no debió tirar la prueba envuelta en mil kilos de papel en la cesta.

Toca la puerta y su corazón se altera.

Las manos le tiemblan cuando revisa la caja.

“Adelante”, llaman desde adentro y él abre.

El hombre lo mira confuso, para nada molesto. Deja su papeleo para prestarle toda su atención.

Sabe que no debía de estar ahí, que el hijo del hombre no lo quería ver, que tenía su propia vida, que debía de odiarlos, que su tía Paz y él habían terminado. Claro que él no sabía de la relación secreta que se había retomado entre el hombre y su tía, pero eso era otra historia.

Él los había ayudado siempre, cuando le dio trabajo como tutor de su hijo, cuando les abrió la puerta de su casa y los ayudó a salir de prisión.

Una raya es negativo.

Y necesitaba un favor más. Solo uno.

—Buenos días, Pedro Pablo, ¿Qué te trae aquí tan temprano?

Respira hondo y para frente a él.

Era una prueba barata, no podía confiarse.

Dos rayas significan positivo.

—Cuando estaba en prisión sucedió algo, me ocurrió algo.

Los interrumpe la llegada del café que Don Esteban había pedido antes de que llegara, Pepa niega el que le ofrece. ¿Era una señal divina para irse y seguir ignorando el elefante en la habitación?

—No, no, no te vayas, siéntate. Me enteré del ataque, Pepa. E hice lo que pude después de enterarme para mandarles seguridad, lamento no haber hecho nada. Me lamento en realidad.

—No lo haga, nadie podía hacer nada.

Lee la cajita una y otra vez, y ve la prueba a contraluz.

—Tu familia es importante para mí, ¿qué favor necesitas?

Sólo una última comprobación. Una última oportunidad de pensar que no era verdad.

Su había algo en su sangre que debía saberse, él quería estar seguro antes que nadie. Le habían arrebatado su autonomía, lo único que quiere es sentirse dueño de ser el primero en saber.

—Claro que sí. Voy a llamar a mi doctor, no quiero que me pagues nada. Solo que pueden tardar varios días, ¿Está bien?

Pepa de todas formas le insistirá para pagarle, odia pedir favores.

El hombre marca, él se sume lagunas mentales.

Decirlo en voz alta era distinto, era demente.

El hombre tiene un celular de mesa pegado a la oreja mientras Pepa intenta respirar.

—Buenas tardes, doctor… Sí, solo para agendar una cita a domicilio, necesito una prueba de sangre… ajá… sí, de acuerdo. Es para una prueba de embarazo.

Positivo.

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Ahhhh este capítulo me emocionaba mucho mucho, de aquí siguen algunas de mis partes favoritas. C:

Mil gracias por las mil lecturas, por cierto. Agradezco mucho sus votos y haber llegado a ese número de lecturas, aún queda mucho por compartirles. ❤️

Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora