06.

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No sabe cuanto tiempo llevaba ya en prisión, no mucho, pero si lo suficiente.

—A mi tampoco me gusta bañarme, pero no podemos evitar las duchas por siempre, mi Pepa.

Mira mal a Salomón.

—Ya pues, perdón, sé que no me aguantas últimamente, pero es que estoy feliz, hablé hoy con Gala.

—¿Con Gala?, ¿cuándo?

Se siente un tonto cuando su mente viaja al hermano mayor de la rubia.

Pero es que él lo había visto cambiar. Le había abierto el corazón a un rubio que lo odiaba esperando a que los cambios paulatinos lo ablandaran.

 Era como si algo debiese de suceder, todas las piezas se pusieran en su camino para juntarlos y era turno de Pepa entenderlo.

Lo hizo cambiar, lo sabía, Pepa estaba seguro de que Bosco lo empezaba a preciar, ¿y como no pensarlo si siempre lo cachaba mirándolo? Si lo buscaba por la casa para sacarle conversaciones triviales, cuando lo invitaba a sentarse en su cama para charlar toda la noche y se despidiera tan dulcemente de él cuando por fin pudieron volver a su propia casa.

Aún tiene el fantasma de sus labios contra los suyos y recordarlo sigue calentando su pecho.

Y había perdido todo.

Otra vez piensa en él, rayos.

—Hablé con ella, compré un celular chiquito, sirve solo para llamadas, ¿verdad? Pero un celular al fin de cuentas. Me contó que mi abuelita está libre.

—¿¡Qué!?

El corazón le va con prisa y ambos hermanos rien con gozo.

—Está en libertad condicional, pero fuera de esto al fin de cuentas. Mi Gala es un sol grandote y se la llevó a su casa por que atacaron la nuestra.

—Bueno, pero al menos está fuera de aquí. Si hay esperanza, Salomón.

—Siempre la hubo —abraza a su hermano menor y este se deja abrazar. —Saldremos de aquí, iremos a nuestra casa y vamos a estar todos juntos. Esta madre será un pesadilla pasada y no nos llevaremos nada de lo que aquí aconteció.

Pepa respira el aroma de su hermano, no el natural y que todos perciben, las feromonas que indicaban hogar. Su hermano era un alfa y si le pusiera una comparación a su aroma diría que daba el mismo efecto que dejaba masticar un chicle de canela.

Toca su estómago sobre su ropa discretamente y desea creer en las palabras de Salomón.

 ...

Pepa esperaba con ansias la libertad cuando le avisaron que mamá había salido un par de días después de la abuela y de solo pensar que ellas ya estaban fuera de peligro mitigaba algo en su cuerpo que no sabía que contenía.

No esperaba que su propia libertad llegara tan deprisa cuando les dijeron que ya eran libres.

Habían llorado mientras recogían sus cosas. Pepa dejó todo ahí, no quería llevarse nada.

Fermín se quedaría encerrado aún y claro que le preocupaba después de la riña que había tenido con Rubio el día que lo abusaron, pero la mayoría iban a estar libres.

El aire afuera se siente liviano, más reconfortante, incluso el sol parecía calentar más afuera que en el patio de prisión.

Nandy quiere contenerse, verse como la adulta, pero llora con una enorme sonrisa cuando Pepa la abraza, él sabe que lo necesita.

—Ya nos vamos, familia, voy a marcarle a mi jefita.

Las manos de Salomón tiemblan mientras teclea el número de su mamá en el pequeño telefonito que había comprado allá adentro.

Y la voz de su mamá rompe el silencioso ajetreo de su mente, dándole un segundo de luz y la voz de su abuela lo hace llorar finalmente. Ya iban a estar juntos, iban a estar bien.

Nada volverá a ser igual. Pero hasta entonces, él iba a añorar volver a casa.

Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora