No estaba muy seguro de qué hace ahí. Pero ahí está.
Era fácil intuir cuando entraban al barrio, los murales, bosquejos y paredes llenas de colores solamente podían ser producto de alguien. Regados por todos lados eran como piedras que indicaban el camino en un cuento de hadas.
No tenía otro lugar al que recurrir, e incluso así, no pertenecía en ese lugar, él era tan gris y las paredes de Pedro Pablo tan coloridas.
—Hey.
Lo llama en cuanto lo ve haciendo que se sobresalte, lleva el cabello agarrado en una coleta y estaba parado bajo un farol mientras la noche se comía todo lo demás como una bestia hambrienta. O tal vez Pedro Pablo era la luz, no tenía sentido que verlo siempre estuviera acompañado de un falo luminoso.
—No te quería asustar.
Juega torpemente con sus manos, el otro le dedica un movimiento de cabeza como saludo.
—No importa. —Pedro Pablo regresa su atención a su mural— ¿Por qué querías que nos viéramos o qué?
No encuentra que decirle ni bajo que contexto podía pedirle apoyo cuando él lo trató mal en primer lugar.
Él mismo le dijo que no quería volver a verlo y sin embargo está ahí sin saber que hacer.
Está flotando en medio del agua sin ver tierra a lo lejos, Pedro Pablo reside encima de una montaña que hizo con las piedras que Bosco le lanzó antes.
—Es muy tarde, seguro estabas durmiendo.
—Estaba en el mural cuando me llegó tu mensaje, sino no te hubiera recibido.
—¿Tan tarde?
—El clima está lindo.
—Puede ser peligroso.
Pedro Pablo podía escupirle en ese momento y estaría justificado. Sin embargo, no lo mira ni siquiera y eso arde. Preferiría que le gritara.
Se queda ahí parado mirándolo pintar.
—Los barrios no son lo que te imaginas, no por ser pobres somos criminales todos.
—Perdón.
—¿Entonces?
No puede hablar, de pronto ha olvidado como se formulan las palabras. Pedro Pablo lo mira un segundo antes de suspirar rendido.
—¿Quieres ayudarme a pintar? A mí me libera. Pero ven.
El castaño le sostiene la mano, arrimándolo a la pared. Le pasa un pincel y un pedazo de cartón con pintura. En ningún momento se percata de sus ojos húmedos ni de las marcas en su piel, y si lo hizo, lo disimula bien.
Bosco recuerda que nunca se habían sujetado de las manos, las del menor estaban heladas y eran más pequeñas. ¿Alguien las habría sujetado con tanta fuerza que unas uñan largas las dejaban marcadas? Las suyas lo están.
No lo presiona, ni lo mira de más cuando se sume nuevamente en su tarea. Bosco está embelesado viéndolo ensimismado pintar detalles.
Las manos de Pedro Pablo tan llenas de pintura dejaron un rastro azul en sus dedos.
—¿El verde va aquí?
Asiente.
Bosco se sofoca en el silencio, pero son segundos necesarios para pensar las cosas más seriamente.
Nota cuando el castaño lo mira de reojo porque para ese momento, Bosco también lo hace. Pepa no huye de su mirada, le sonríe sin dientes.
—¿Necesitas contarme algo?
ESTÁS LEYENDO
Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)
De TodoDonde Bosco y Pedro Pablo son predestinados pero el destino es lo último que parecen tener a favor. O Donde Pedro Pablo queda en cinta sin saber que sería omega y Bosco lidia con la sensación de sentirse perdido.