12.

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Bosco sabe que Pedro Pablo está en su casa incluso si estaba encerrado en su habitación. Su olor se vuelve una neblina de la que no puedes huir, se cuela por debajo de su puerta y lo hace dar vueltas.

Pedro Pablo nunca había tenido su primer celo, no debía tener un aroma característico.

Sólo los adolescentes que pasaban por su primer celo conocían su casta. Se manifiesta alrededor de los 18 años. Bosco lo tuvo unas semanas después de cumplir 17 y toda la familia festejó en grande que haya sido un alfa.

Pero Pedro Pablo tenía 18 y no había tenido un celo, no era anormal, muchos hijos de un padre beta no tenían subgénero. Bosco sabía que Mireya era una beta y su hijo mayor, Salomón, un alfa.

No debería de tener la presencia de feromonas y sin embargo ahí están contaminando su aire.

Una vez cuando era muy niño, mamá lo llevó solo a él a un restaurante elegante donde le sirvieron un postre con caramelo encima. El mesero preparó el dulce en la mesa como parte de la experiencia y la azúcar sobre el calor era algo inolvidable al olfato. Pedro Pablo le recordaba a eso.

Y lo odiaba, se había metido en su vida y seguía dando vueltas por su cabeza como si tuviera algún derecho.

Avienta su escultura contra el escritorio saliendo de la habitación.

Todo lo que involucrara a Pedro Pablo parecía ser un conocimiento permanente para él. Cómo si estuviera arraigado a una parte de su cerebro, o de cuerpo, o de su alma...

Lo odiaba tanto. Lo estresaba saber que estaba libre, odiaba que Paz caminara por su casa con el olor de su sobrino en su ropa.

Y odiaba saber que su olor tiene ese tono extraño, mucho más acuoso que el de un omega, que es suave y menos amaderado que el de un alfa y no tan deficiente cómo el de un beta, más bien dulce como quien guarda un secreto.

Bosco lo conoce. Lo olió en su mamá, la mucama que trabajaba en su casa, el guardaespaldas Mendoza y hace unos días en Gema.

—¿Qué haces? ¿Por qué sigues buscando a mi familia?

Papá y él ejercen contacto visual cuando se entromete en la oficina. Luego pasa al otro adolescente que tiene el rostro rojo y los ojos hinchados.

—No vine contigo.

—¿Qué negocios tienes con mi papá, gato? Nosotros no nos relacionamos con secuestradores.

—Vuélveme a decir secuestrador y no me va a importar que don Esteban esté aquí.

—No van a pelear y menos en mi presencia. Bosco, ¿Por qué le hablas así a Pedro Pablo? Si los Roble está libres es por una razón.

—Pues yo no sé cuál sea su motivo, pero yo no les creo nada. Por qué vienen aquí y tú les abres la puerta. ¿No ves las desgracias que han traído a casa? Siguen trabajando aquí, rondando por la casa dejando su maldito aroma aunque su chisme arruinó mi vida social, acosan a Gala en redes sociales y...-

—Bosco, hay cosas más importantes que las redes sociales y un montón de amistades falsas que no te van a traer nada, ¿No ves que están en una situación vulnerable?

—¿Situación vulnerable? ¡Papá!, No somos caridad.

—¡Bosco!

—¡Grítame! Grítame y luego invita a este a nuestra casa. ¡Deja a un familia de secuestradores vivir bajo nuestro techo!, ¿Qué quieres, Gato? ¿Dinero?

—¡Tengo nombre!, ¡y nunca, nunca, le he pedido dinero a nadie!, ¿el dinero es todo en lo que piensas, niño mimado? Te llenaron la cabeza que por ser alfa tienes derecho de pisar a los demás.

Pedro Pablo ya no tiene el rostro agobiado, ahora se ve terriblemente enojado.

A esa distancia puede ver lo definidas que son sus facciones y lo primero que piensa es que sería muy fácil intentar esculpirlo, aunque se demorara horas en recrear las arrugas de sus ojos en cerámica.

Odia eso que le causa en el pecho, algo le aprieta sobre las costillas mientras se hunde en sus pupilas.

  Se compone lo más rápido que puede en cuanto una necesidad le surge: lo quiere marcar.

Sus encías duelen y la boca le saliva. Antes de él nada de eso era un problema.

—¡Pepe Toño!, Secuestrador, un gato interesado, viniste a arruinarme la vida.

—¡Yo no te estoy arruinando nada!, Nunca te hubiera escogido, nunca escogería a un mimado, inmaduro, un ególatra con problemas de ira. ¡Te rechazo!

—¡No me puedes rechazar, tarado! Tonto, idiota, aparte de pobre, tarado.

—¡Ya!, No sé hablen así.

Esteban quiso intervenir pero el ambiente estaba tenso, había un paso entre ambos adolescentes en que él no tiene lugar. Bosco le gruñe, su padre retrocede impactado.

Gruñir a otro alfa era una falta de educación, una pelea explícita por el dominio, una relevación a la autoridad.

Bosco nunca le había gruñido a su padre.

  —¡Te rechazo!

  —¿Sabes qué? Acepto tu rechazo, si pudiera te arranco de mi, ¡Te odio!

  Pepa vuelve a tener los ojos rojos, iba a llorar pero le sostiene la mirada.

  —Estás tan acostumbrado a que la gente siempre te perdone tus errores que te volviste tan miserable y nefasto. Te queda bien el papel de víctima, no es mi culpa que tu mam…-

  Bosco se adelanta furioso, toma los brazos del otro adolescente y lo sujeta con fuerza cerca de su rostro. Lo siente liviano y no teme estarle encajando los dedos.

—Atrévete a hablar de mi mamá…

—¿Qué vas a hacer?, golpéame. ¿No querías herirme? Golpéame para romperte los dientes.

  —Que vergüenza, apestas.

  —¿Yo apesto? Tu eres el inmaduro que vino haciendo drama.

  —No te hagas el tonto, apestas a embarazo.

  El rostro del menor se contrae en horror. Lo empuja lejos.

  —Bosco, basta.

  —¡Apesta a embarazo, papá! ¿De quién es el hijo, eh? —el menor no le sostiene la mirada cuándo lo confronta, como si quisiera hacerse pequeño y que la tierra se lo tragara. Bosco lo siente en alguna parte de él, algo dentro de su piel se comparte con el omega frente sus ojos. Esa sensación en su pecho ahora quema tanto que duele, se expande por su pecho hasta que llega a su garganta en un nudo. —¿Del carpintero ese de tu barrio? Te rechazo y a tu cosa.

  —¡Bosco!

  Bosco azota la puerta de su habitación y la cierra con llave ignorando el sonido de su padre furioso.

Le da algunas caladas a su vape y cuando le quema la garganta, se permite respirar hondo.

Ahora su ropa tenía impregnado el olor de Pedro Pablo y unas feromonas que no alcanza a distinguir.

Da otras caladas y saca de su cabeza su imagen.

Grita, empuja las cosas de su escritorio y llora.

Llora por que en realidad no lo odia y no cree que haya forma en la que pueda hacerlo.

Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora