Bosco no se siente real.
Los oídos le zumban como intentando liberar la presión del agua y el cuerpo flácido.
Seguro era un sueño. Aprieta los ojos intentando despertar, eso siempre funciona.
—¡Abusaste de mí!
La voz de la rubia le taladra los oídos destapándolos. Apenas puede moverse para verla.
—No... —Alcanza a susurrar. Su cuerpo está distinto, como si hubieran roto algo en él. No podía ser, ¿por qué está desnudo?, ¿por qué le duele la piel?
—Te pusiste súper violento conmigo, me lastimaste.
Ella solloza, él no puede decirle nada. Su cuerpo vuelve a fallarle cuando se intenta poner de pie, sus piernas flaquean y lo tumban en cuanto tiene un pie en el suelo.
—No, por supuesto que no, yo sería incapaz, me diste algo...tú... estabas en celo.
—Que fácil justificar que estaba en celo para haberme abusado.
Se toca el cuello donde escoce su piel. Ella se levanta entre hipidos y se va.
¿Era esto verdad?
Se encamina como puede al baño, sujetándose de los muebles y apoyándose en las paredes.
Hay unas marcas rojas alrededor de su cuello. Él estaba seguro que ella lo había sujetado y pronto su respiración dejó de fluir.
Tenía rasguños en los brazos de cuando ella lo sujetó contra el colchón y... no pudo mirar más allá.
Eso no había pasado, definitivamente. No pudo haber pasado.
Al chico del reflejo se le inunda el rostro hasta nadar dentro de sus lágrimas. Está rojo, despeinado y maltratado. Bosco no conoce a ese rubio, pero luce tan mal que siente pena.
Ese tipo tal vez si era capaz de dañar a Giovanna, él era incapaz de hacerle eso a cualquier ser humano.
Tal vez ese tipo si lo consintió, él no lo hizo, dijo firme y claro que no.
¿Dijo que no o solo lo soñó? No, no quiso. Bueno, tampoco es como si el tipo del reflejo y él fueran la misma persona. No lo son. No pueden serlo.
Él es un niño de 10 años parado en la arena blanca esperando a mamá, el tipo rubio del reflejo es un adolescente sin brillo, ultrajado.
Podría no conocer a ese tipo con la exactitud que quería, pero estaba seguro que estar con una mujer no era de sus propósitos.
Jamás se dejaría tocar sin sentimiento de por medio.
Nuncia sintió deseo hacer algo así con nadie. Mucho menos con ella que lo seguía a todas partes, que aparecía frente a él y se le insinuaba incómodamente.
Nunca sentiría el más mínimo deseo por ella, ni siquiera un gusto fugaz; a él no le gustaban las mujeres, no le gustaba ella, era incapaz de hacer algo así, era incapaz de dejarse tocar sin amor de por medio, era incapaz de haber consentido eso.
El chico parpadea cuando él lo hace y le asusta verlo llevar la mano a los moretones de su cuello justo cuando él lo hace.
No puede ser él.
Se tambalea lejos del reflejo hasta resbalarse con sus propios pies, cae dentro de la ducha y abre la llave intentando que el agua se llevara la suciedad del cuerpo.
De un cuerpo que no era suyo.
Se sostiene del suelo, saturado de sentimientos y emociones.
El agua es ruidosa y cuando levanta la mirada, se vuelve a ver reflejado en los azulejos húmedos. Tiene marcas en los costados del cuerpo y en efecto, este cuerpo es suyo.
Bueno, ese saco de carne ya no es suyo, solo lo habita porque está descompuesto, usado y alguien como él no podría habitar otra clase se cuerpo que uno descocido.
¿Eso acababa de pasar? Tal vez era otra pesadilla. Su vida estaba llena de ellas.
Después de la muerte de mamá no paraba de verla una y otra vez en sus sueños. A veces la veía sobre el suelo, inerte, y la pesadilla más recurrente era donde estaba parada con ella en la playa y de un momento a otro, el agua se lo llevaba atrayéndolo en contra de su voluntad al fondo hasta que la desesperación lo ganaba y quería pelear, pero por alguna razón, su cuerpo no le responde, entonces se llena de adrenalina y desesperación mientras sus pulmones arden llenos de agua.
Pero siempre despierta en cama, todo alrededor luce bien y él está a salvo.
Vuelve a tocar su cuello en busca de que lo que sintió fuera una ilusión, pero duele en cuanto sus dedos rozan.
Lleva la mano hacia su sexo sin atreverse a tocar, temiendo que su cuerpo le revelara lo que acababa de pasar.
La ansiedad se arremolina en su estómago, da vueltas y lo sacude desde adentro. Unas ganas inmensas de gritar lo embargan, pero tampoco puede gritar. Está otra vez al fondo del mar siendo jalado por sirenas sin rostro.
Ya no hay voz en él, no hay nada en el mundo que lo pueda salvar si está en la inmensidad del manto acuífero.
Termina vomitando porque no puede hablar y no puede quedarse todo eso dentro.
Y esta vez, no despierta.
ESTÁS LEYENDO
Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)
RandomDonde Bosco y Pedro Pablo son predestinados pero el destino es lo último que parecen tener a favor. O Donde Pedro Pablo queda en cinta sin saber que sería omega y Bosco lidia con la sensación de sentirse perdido.