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De un día para otro, Fermín estaba teniendo más dinero que de costumbre. Pedro Pablo debería de estar feliz de que tuviera un trabajo, que siempre le sobrara y comprara cosas para todos. Una vez incluso le llevó unas acuarelas de una marca costosa y un montón de cosas para bebé... pero era Fermín, el mismo que se distanció de su familia por todas sus broncas, el que arruinó a su tía Paz por deberle dinero a gente peligrosa, el que fue alcohólico y gastaba todo su dinero en vicios y apuestas.

—Quiero poner para el gasto esta semana.

—Ay, ¿apoco esto sacas cambiando gas y con trabajitos? —Mireya lo mira escéptica.

Pedro Pablo sentía algo raro en el fondo del corazón. El vínculo que estuvo cerca de formar con Fermín era aún palpable. Él lo salvó y cuidó en prisión, Pepa lo tenía en un estándar alto. Lo apreciaba, pero no podía olvidar, ahora que tenía la cabeza fría y estaban fuera de prisión, en todo el daño que le había hecho a su tía, en las pérdidas que había causado en su familia, y ahora esto...

¿De dónde sacaba dinero?

Se cubrió levemente el estómago con las manos, en ese entonces aún no sabía de su bebé, pero como siempre, presentía las cosas. Algo dentro de él le dijo que las cosas marchaban extraño.

...

Luego estaba ahí, muchas semanas después sentado en la parte trasera del taxi en el que trabaja actualmente Fermín.

Lo mira de reojo mientras este termina de limpiar los vidrios.

—¿Qué pasó, mijo?, ¿Ahora qué hice o por qué me miras así?

—No te estaba mirando. Ándale que tengo clase a las 6.

Quería a Fermín por haber sido su tío, por haber sido la figura paterna que Salomón buscaba desesperado y por haber sido su héroe formando un vínculo, pero no podía confiar en él, ni sentirse totalmente en paz a sabiendas de que algo malo estaba haciendo.

—Ya está, Pepa, nada más quería tener lista la carroza para ir a darle un rato en lo que llega la hora de cenar, ¿qué irá a hacer tu abuela?

—Qué ocioso, Fermín, ¿por qué no te ofreces en llegar a ayudar con la cena?

—Lo haría, pero ya sabes cómo está la chamba. He estado trabajando mucho, ¿qué no?

—Yo sé que estás fuera de casa hasta muy tarde haciendo no sé qué. En la madrugada no debe haber gente en las calles siquiera, ¿qué haces que te va tan bien?

—Yo dije el día que regresé a la casa, que le iba a echar ganas y cuando te embarazaste te dije que yo los iba a apoyar.

—Como deseo que no estés haciendo una tontería que nos arrastre.

—Si no te agrada que trabaje en la noche lo voy a dejar, pero es cuando salen más viajes en el taxi.

Pablo decide ya no pelear más, no estaba de humor, tenía ascos y aparte le dolía bochornosamente el vientre y pecho; sin embargo, Fermín se sube al taxi con el ceño muy fruncido y se da la vuelta sobre el asiento dispuesto a seguir defendiéndose. Abre la boca, dispuesto a soltar otro argumento sentimentalista de los que ama decir antes de que una voz tercera los interrumpa.

—Hola, muñequito.

Se paraliza y su corazón empieza a bombear violentamente, no se atreve a descubrir de quién viene la voz, la recuerda perfectamente después de mil pesadillas que se lo recuerda.

No esperaban que apareciera Rubio de la nada. Sus uñas crujen cuando se aferran al cuero del asiento. No lo moverán de ahí, se aferrará con lo que le quedó de dignidad la última vez.

Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora