03.

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El pure de papa no está mal, sin duda no como el de Paz.

Su tía era un ángel en la cocina, iba y venía con ingredientes y, aunque la cocina era una actividad sagrada en su familia, él sabía que su tía era la mejor. La extrañaba, ella seguro le haría su comida favorita si salían y luego diría que el ingrediente secreto era su amor cuando él la alagara.

La vida dentro de prisión ya se siente normal. ¿Cuánto llevaba ahí? Bah, en realidad no importa, tampoco era seguro cuando saldrá.

Está perdiéndose. Vuelve a poner atención al puré: no está mal, era aguado y frío, pero no había comido nada en muuucho tiempo, por lo que le baja con mucho gusto y la sensación le hace distraerse.

Su estomago gruñe con la comida y una leve oleada de nauseas lo recorre, casi al instante se va con un trago pesado de agua.

Está en el comedor, no por decisión propia, Nandy lo habían casi arrastrado allí con la menor intervención de Salo y Kenzo, quienes sentados en una orilla de la mesa mantienen conversación trivial, ambos lo evitan porque Pedro Pablo los estaba evitando primero. Finge que no existen, solo eran Nandy que lo protegía y él. Nadie más. Nadie más.

¿Dónde estaría Fermín? Fefe, ahora lo extraña.

Picotea la lechuga y se termina echando la mitad de la ensalada en la boca sin siquiera haber terminado de comer el puré de papa.

Fermín fue quien lo encontró, quien peleó por él. Vio sangre y como golpeaban a Fefe después de que lo soltaran, pero no desistió de su intento de protegerlo y le gritó que corriera, que fuera por ayuda. Lo último que sabía era que lo tenían aislado por haber ataco a Rubio. Pepa sabía que no lo había matado.

Bebe agua para bajarse la comida y vuelve al guisado. No sabe que es, tiene una textura rara y un color naranja.

Se sobresalta cuando siente un toque debajo de la mesa, Nandy sostiene su pierna que se mueve inquieta.

—Come despacio, Pepa, te va a doler la panza.

Asiente antes de dejar de mover la pierna y centrar toda su fuerza en prestar atención a su guisado raro y no que, a su alrededor, podía estar entre la gente la persona que lo lastimó. O las personas.

No pudo ver bien, no sabe cuántos fueron, dejó de estar activamente en su mente en algún punto. Pero era seguro que en la habitación había más de un alfa, los olores se entremezclaban y quería vomitar del dolor, tristeza y asco. Los olores eran intensos y lo mareaban. El maldito guiso le sabe desabrido y podía sentir el sabor de las feromonas en la boca, podía sentir la sal de la piel ajena que lo quemaba por dentro.

¿En el comedor también huele a alfa? Todas esas feromonas… ¿las imagina? Olía tanto. ¿Está alrededor? Es que los sentía tan cerca.

Oh, tal vez era su piel, que había quedado impregnada para siempre.

—Voy a vomitar.

Apenas alcanza a inclinarse más allá de la mesa antes de volver todo lo que acababa de comer. La garganta le arde y los ojos le pican.

Ve en el suelo su almuerzo-comida-cena y siente tristeza.

—¡Pepa!

Kenzo le soba la espalda mientras Nandy le inclina un vaso de agua en la boca y todo alrededor se ve borroso por las lágrimas.

Maldita sea. Piensa.

—No pues es que cocinan con las patas aquí, ese guiso estaba pal’ perro, nambre, pero saliendo de aquí vamos a ir por unas tortas, ufff.

Y si el destino no alcanza construyo un puente (Bospa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora