capítulo 8: (not) a first date

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Max Verstappen

Tenía que estar enloqueciendo. Esa era la única razón. Estaba entrando en un brote psicótico sin salida que me había aprisionado en las últimas horas sin dejarme escapatoria. Una locura de pelo rojo y olor a alcohol mezclado con su deliciosa colonia.

Esa era la única razón para que estuviese allí, delante de la puerta de la familia Horner, con una bolsa llena de hamburguesas y la mano en el timbre, esperando a que se abriese.

Me había ganado la curiosidad, lo admito. Cuando la vi allí, tan desaliñada pero de una forma incomprensiblemente armoniosa, su sonrisa tonta, y sus palabras cargadas de sarcasmo, no pude sacar mis ojos de ella.

Menos aún cuando empezó a hacer lo que menos esperaba. Me alegraba saber que no era el único sorprendido con la petición de Christian, y por un momento fui presa de la duda y la sanidad del susodicho.

Ese coche era mi vida, mi trabajo, mi todo hasta el final de la temporada. De pensar en una... Niñata inexperta cerca de él me hacía querer acercarme y alejarla de allí, pero sus ojos brillosos de emoción y sus movimientos fluidos me descolocaban. Me embelesaban.

Y mi barbilla casi toca el suelo de la impresión cuando descubrió lo que realmente había. Mi cabeza iba a mil. ¿Quién había sido? ¿Por qué Clara sabía tanto de esto? ¿Quién me habría hecho esto? ¿Por qué Clara se ve tan bien manchada de grasa del coche? Clara, Clara, Clara... Era un bucle en mi cabeza. Ni siquiera pude resistirme cuando la vi salir y tuve que ir detrás de ella.

Joder, tenían que ser los putos vapores del coche o los baños de hielo, me estaban jodiendo el puto cerebro.

—Mierda, por fin, me estaba muriendo de hambre.—La chica abrió la puerta, y lo primero que noté fue lo preciosa que se veía. Tenía un serio problema.

—¿Eh? Ah, sí, había algo de cola en el sitio y tuve que esperar a que me atendiesen...—Me había quedado en el coche pensando en si realmente esto era fruto de mi propia voluntad o de mi locura, y ahora me había quedado embobado viéndola. Maravilloso.

—Qué raro... No suele haber mucha gente. Supongo que tendré que cambiar de sitio de comida basura.—Suspiró, caminando hacia dentro, lo cual yo entendí como una señal de entrar.—¡Cierra la puerta!

La casa era...Fría. No porque no hubiese decoración o porque pareciese vacía, sino porque ver a la chica delante de mí en una estancia como esta, era como ver un pingüino en el Sáhara. No había nada ahí que encajase con ella.

Era lujoso, desde luego. No tenía dudas de que Horner no había escatimado en gastos pero... Parecía recién salido de una página de inmobiliarias. No había ningún ápice de la personalidad viva, odiosa, y carismática que demostraba la pelirroja.

—No sabía que había sitios tan lujosos por esta zona.—Mentira. Yo había buscado pisos por este barrio cuando firmé con Red Bull. Era un triste intento de sacar toda la información que podía.

—Hm, supongo, no puedo decirte mucho... Lo compró mi padre cuando yo tenía... ¿Diecisiete? Prácticamente no viví aquí más que mis muy cortas vacaciones de verano.—Comió una patata que había sacado de la bolsa.

—¿Cortas?—Pregunté.

—Sí, bueno...—Se aclaró la garganta, como si hubiese tocado un tema difícil, pero intentó aparentar normalidad.—A eso de los quince me mandaron a un internado, y con suerte pasaba una semana en casa por las fiestas y otra durante el verano. Y después empecé la carrera en una universidad en Escocia, y para entonces ya fui lo suficientemente mayor como para decidir no venir.

—¿Por qu...?—Intenté insistir, pero fui rápidamente interrumpido.

—¿Cenamos? Me muero de hambre, ahora mismo engulliría toda esta bolsa.—Murmuró, sacando la comida y pasándomela.

out of control | max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora