capítulo 9: flashbacks

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Clara Horner

—¡Y con esto, la bandera de cuadros se alza en Suzuka, y Max Verstappen, el piloto de Red Bull que hasta ahora no había podido brillar, consigue una victoria sin igual en este circuito histórico!—La voz del comentador se oyó alta y clara a través de mis auriculares. Hacía ya varias vueltas que me había quitado los que se conectaban con la radio del neerlandés, fruto de los nervios de verle luchar en la pista.

Hasta hace no mucho teníamos a los dos Ferraris pegados al ala trasera, haciendo una sándwich del que casi no salimos, y no pude soportar escuchar al ojiazul desesperado por saber qué hacer.

Sin embargo, todo había salido bien. Y yo había ayudado a eso. Joder.

Fui de las primeras que salió corriendo para recibirle una vez se bajase del monoplaza, consiguiendo un sitio en primera fila para ver su radiante sonrisa en cuanto se quitó el casco, la cual se intensificó en cuanto sus ojos se encontraron con los míos, corriendo hacia mí.

Sus brazos me envolvieron, preso de la euforia, mientras escuchaba su risa en mi oído.

—¡Sí! Joder, gracias, gracias de verdad. Estaba a punto de dar todo por perdido.—Su voz se oía emocionada, y yo solamente lo abracé con más fuerza.

Podía entender su sentimiento. Ver como todo por lo que has trabajado durante un año entero, puesto que el coche ya se empezó a desarrollar la temporada anterior, se desmorona sin tú poder hacer nada, que nadie sepa qué hacer o cómo solucionarlo...

Sentir las semanas pasar sin poder intervenir, viéndote poco a poco encerrado sin ninguna forma de huida, ver a tus compañeros avanzar, contentos, mientras tú estás desesperado. Mes y medio de sufrimiento, de frustración. Día tras día.

—¡Max! Estás todo sudado...—Me quejé, aunque no le solté.—Me alegro mucho por ti...

—¿Eso significa que te unes a mi equipo?—Repitió la misma pregunta de los días anteriores

—No aproveches un momento de debilidad, Verstappen...—Reí—Corre anda, ya están los otros dos en el cooldown.

El piloto no tardó en hacerme caso, giñándome un ojo. La verdad, me sentía mucho mejor con este tipo de relación que teníamos ahora que el odio que le tenía. O al menos era así la mayor parte del tiempo. Porque cuando vi a mi padre subido a su lado en el podio, mi estómago se revolvió.

Max era una gran compañía, algo que me había negado aceptar durante bastante tiempo. Para mí era mejor aceptar la versión en la que él era un ogro egocéntrico que odiaría durante el resto de mi vida a pensar que en realidad podría ser un buen... ¿Amigo?

Pero ni siquiera el buen rato que había pasado esta última semana con él, desde salidas a restaurantes, bares con el resto de los pilotos, o visitas espontáneas a mi habitación, eran suficientes para olvidar todo lo que él había significado siempre en mi vida.

De repente, entre toda esa gente que solo estaba deseando sacar la foto perfecta del baño de champán entre mi padre y Max, quienes parecían extremadamente felices, yo volví a ser una niña de ocho años llorando por su incómodo vestido en una "cena importante" para llegar a casa y llevarse una gran reprimenda por parte de su progenitor, que no le dirigió la palabra hasta que se volvió a ir a uno de sus viajes de negocios. O lo que era lo mismo: a Países Bajos, para ver a Max.

Me sentía la Clara de doce años rogándole que se quedara porque apenas le había visto unas horas antes de que se volviese a ir a ver a los Verstappen.

Era mi yo de trece años sabiendo que él nunca me vería como una hija, que para él lo único importante era el niño ojiazul que estaba a su lado en la mayoría de sus fotos en internet.

out of control | max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora