capítulo 14: spain without the s

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Clara Horner

Este último mes había sido un jodido caos, es la única forma que tengo de describirlo. No aparecí por el garaje de Red Bull desde mi encontronazo con Max, del cual salí temblando y con moratones en los nudillos. ¿Es que ese tío tenía músculo hasta en el pómulo? Me esperaba ya cualquier cosa de ese estúpidamente guapo e insoportable piloto, así que no me sorprendería.

En cualquier caso, salí de allí, y como Lando tenía una cita con una chica y no me podía llevar al hotel como habíamos planeado, no tenía cómo ir a mi habitación. En realidad, esa era la verdadera razón por la que estaba en las instalaciones de la escudería tan tarde, y es que estaba ayudando al británico a elegir a donde ir esa noche, cuando se nos hizo demasiado tarde y él tuvo que salir casi corriendo, haciendo imposible dejarme cerca de donde me hospedaba.

Quería que mi padre me llevase (sí, sigue sin dejarme conducir) pero al parecer Max me encontró primero. Un Max de muy mala hostia, por cierto.

En cualquier caso, acabé pidiendo un taxi, y la única razón por la que no volví a Londres para escaparme del neerlandés e irme con Luke, es porque el piloto de McLaren me había pedido que me quedase. En realidad, creo que era el único que se daba cuenta de que, realmente, me gustaba estar allí. Incluso si a veces me quejaba o incluso lo hacía ver más como una obligación. Por ello, lo hizo parecer como una idea suya cuando me rogó que lo animara desde su garaje, a lo que yo no me resistí demasiado.

Aún así, evitaba a absolutamente todo el mundo relacionado con Red Bull, incluso a algunos fanáticos que contaban con entrada para el paddock y me reconocían por los planos que sacaban de mí en cámara cuando estaba despistada, a pesar de intentar esconderme.

Con el único que hablé es con Checo, quien me felicitó por el derechazo, igual que Lewis, quien me aseguró que me había atrevido a hacer lo que él nunca pudo en Abu Dhabi 2021. Nadie más que Lando se percató del morado que rodeaba mi muñeca durante todo el Gran Premio de Canadá, mezcla de mi piel sensible y la fuerza que el neerlaandés había aplicado en nuestra pequeña pelea.

Había decidido no hablar del tema, y el británico lo respetó, después de ofrecerme un poco de hielo en su habitación y buscarme una pomada que curase el hematoma más rápido.

Todo iba bien, pero tal vez ahora se me había ido un poquiiiiiiito de las manos. Sólo un poco.

En mi defensa, tenía mis razones.

Estábamos en España, un país con el que, para mí desgracia, estoy mucho más relacionada de lo que me gustaría. Especialmente, desde que una noche al llegar al hotel después de una fiesta en no sé dónde (había bebido demasiado para acordarme) me habían parado en recepción para darme una carta.

Un papel del que había analizado todas y cada una de la palabras, fijándome en cómo estaba cada letra escrita.

Un papel que era la razón por la que acabé llegando a un club VIP en Cataluña. El mismo en el que estaban los pilotos de los que había estado huyendo todo el día, ya que no fui a la carrera. Ni siquiera contesté las numerosas llamadas de Lando a lo largo del día, y ahora que había anochecido, necesitaba emborracharme, y sólo podía hacerlo con una barra libre.

¿Por qué?

Tal vez tenía algo que ver con que desde el último mes me había gastado casi todo mi dinero en salidas, alcohol, y muchas otras compras varias innecesarias. No hablemos del dinero de mi padre que, claramente, dejó de llegar. De nuevo. Esa era su forma de intentar hacerme llegar a él, sin que él tuviese que mover un dedo, pero para su mala suerte había dejado de necesitarlo (al menos no tanto) desde que empecé a competir ilegalmente.

out of control | max verstappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora