Clara Horner
Helmut y yo nunca nos llevamos bien. Mi padre y él siempre fueron buenos amigos, y fue por ello que él aceptó tenerme como aprendiz. Conociéndole a él y a su egocentrismo, lo más probable es que papá ni siquiera tuviera que insistir. Podría apostar a que la idea de tener a alguien idolatrándole y aprendiendo de él le hacía salivar.
Por desgracia para ambos, yo nunca fui de ese tipo.
De pequeña no hablaba mucho, entre las constantes cenas y reuniones de negocios en los que debía mantenerme callada, las lecciones de protocolo que recibí desde que tuve uso de razón (las cuales se resumían a actuar como si fuese invisible) y las conversaciones inexistentes con mi padre, no animaban mucho a hacerlo.
Entonces, cuando él hablaba de sus carreras como si fuese el mismísimo Ayrton Senna y yo en vez de alabarle, simplemente no decía nada, su fantasía se fue desmontando.
Pero eso fue solo el primer golpe.
¿Sabéis lo de que el aprendiz siempre supera al maestro? Pues eso sucedió cuando yo tenía diez años.
Y no, no es porque soy superdotada o nada por el estilo. Para mí fue algo natural.
Cuando llegaba del colegio a casa, a duras penas tenía media hora para comer algo antes de empezar mi segunda jornada lectiva con Helmut.
Me pasaba casi toda la tarde con él, los fines de semana prácticamente todo el día, a no ser que tuviese que hacer de niña florero en alguna cena o comida de negocios. La misma rutina. Todos los días.
No sé exactamente cuando empezó, pero sé que fueron años siguiendo el mismo hábito, día sí y día también. Era lo normal que él acabase sin nada que enseñarme, y yo me aburriera de sus lecciones una vez se volvieron repetitivas.
Ese fue el segundo golpe a su orgullo. Pero tampoco fue el último.
La adolescencia es muy dura, de eso no hay duda, pero la mía lo fue aún más que la de una niña corriente. Con doce empecé a cansarme, y hablaba más, pero nunca eran buenas palabras.
—Helmut, hicimos lo mismo la semana pasada.
—Sí, sé de memoria cómo funciona un motor híbrido.
—Ya me contaste lo del niño ese la semana pasada. Max, ¿no?
—Ya sé cómo se hace.
—Sí, ya me contaste esa historia. Seis veces. Me la sé de memoria.
Según yo crecía, también lo hacía mi ira. Ira hacia mi situación, hacia mi padre, hacia todas las personas que no me dejaban vivir como una adolescente normal. Ira hacia la persona que me retenía todos los días durante horas con palabras y enseñanzas repetitivas.
Alrededor de los quince años comenzaron mis escapadas de casa, mis salidas sin permiso y el robar las tarjetas de mamá (que era la única que ahora estaba en casa la mayor parte de tiempo) para hacer grandes compras.
Por supuesto, también empecé a dejar de ir a las clases del austríaco, y a contestarle a su egocentrismo.
—Te saltaste la clase de ayer. ¿Dónde estabas?—El hombre frente a mí habló.
—Divierténdome, ¿conoces el significado de esa palabra?—Le respondí con una sonrisa socarrona, a lo que me sentaba en una de las sillas que rodeaba la gran mesa.
—De la misma forma que tú conoces la palabra "agradecida", al parecer. ¿Sabes el privilegio que tienes de tenerme aquí? Muchos darían lo que fuera para que yo...
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out of control | max verstappen
FanfictionDónde Clara Horner siempre fue la hija modelo, la primogénita, la niña de papá, educada, recatada, correcta... Hasta que dejó de serlo. Dónde Christian Horner se ve obligado a llevar a su hija consigo porque su mujer no podía lidiar con ella más. ...