𝟟- 𝐆𝐨𝐨𝐝 𝐥𝐨𝐬𝐞𝐫

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↷  ♡̷̷ Advertencia: Mención de negocios ilícitos, violencia, ???, Bajo tu responsabilidad.





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El diablo está en los rostros más hermosos.

No es un hombre rojo con cuernos y cola. Él también es capaz de esconderse dentro de la piel de un ángel; con hebras bañadas en escamas blancas y bajo el más puro zafiro disfrazado de inmaculados ojos azules.

Podría seguir intentando protegerme de alguien como él, ese al que las "buenas personas" no deberían tener permitido acercarse, porque es fácil caer en su magnetismo una vez eres ágil para percibir el solo movimiento de sus pestañas, como finas y largas plumas angelicales acariciando los rincones más ocultos del alma.

No quería seguir abandonándome ante él, no soy la clase de persona con doble moralidad; esas que eliminan cucarachas para autoproclamarse héroes pero despiadadamente nombran monstruos a los que asesinan mariposas. Satoru Gojo era denigrante en casi todo aspecto, y no iba perdonarlo por llevar una máscara deslumbrante.

Y lamentablemente, el mal posee esa habilidad de manifestarse por el simple hecho de rondar en tus pensamientos durante mucho tiempo.

Dos golpes débiles pero continuos se encajan en la madera. —¿Estás ocupada? —Consulta después de recargarse en el marco de la puerta, tan alto como el cielo.

Niego con la cabeza. —Estoy tratando de acceder a un formato diferente, pero la pantalla se congeló —Presiono irritada varias teclas al mismo tiempo, el ordenador sigue sin responder.

Satoru entra en la oficina con una confianza casi ensayada, desliza la silla frente al escritorio para dejarse caer sobre ella con las piernas y la sonrisa demasiado abiertas. —Se bloqueó, está hecha para hacerlo si detecta cualquier acción sospechosa. ¿Planeas estafarme, tramposa?

Chasqueo mi lengua. —Si quisiera robarte no sería tan idiota como para hacerlo desde aquí —Resoplo recargándome en el respaldo de la silla, cruzando los brazos arriba de mi pecho. —Quería ajustar unas cosas.. no sé qué pude hacer mal y-

—Ahh, ¿Si? —Finge interés mientras hurga en el bolsillo de su pantalón, sacando un paleta de dulce para metérsela de lleno en la boca luego de retirar el plástico.

La confusión se escribe en el pellizco de mi frente. —¿Qué quieres?

Él tararea en desaprobación. —Esa no es forma de hablarle a tu jefe, sé más amable. —Un leve crujido se mezcla con el sonido del caramelo rozando con sus dientes.

Si pudiera arrancarle esa jodida expresión de superioridad, lo haría. —Lo siento, ¿qué desea, su majestad? —Un tono tan falso como las caricias en los prostíbulos.

𝑫𝒂𝒓𝒌𝒄𝒚𝒂𝒏Donde viven las historias. Descúbrelo ahora