❦ 𝐁𝐮𝐬𝐢𝐧𝐞𝐬𝐬, 𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚.
Satoru G. controla el inframundo de los negocios ilícitos; con un alma excéntrica y una caótica naturaleza que desencadena lo peor de aquello que lo rodea.
"La encarnación del diablo en piel de ángel, con lengua afil...
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Suguru no prometió mantener la boca cerrada.
Aún así fue comprensivo conmigo, disculpándose por meterme en problemas gruesos con ese pálido anémico. Pero tenia que comprender que no es algo que se llevaría a la tumba, no cuando cada acción desmedida amenaza a cualquiera de nosotros. En especial a los negocios y toda la basura que conlleva la confidencialidad.
Después de entregarle a Satoru el USB previamente limpiado con la tela de mi ropa; porque estaba claro que si se enteraba donde estuvo metido, me atormentaría por siglos. Incluso después de la muerte con tal de ver mis mejillas volverse escarlatas ante su devastadora indolencia.
Solo así, Suguru se permitió decírselo al oído; cuando daba por sentado que no saldría del auto sacando humos por la nariz, porque ahí estaba él para detenerlo sin hacer un jodido espectáculo frente a todos, sobre todo frente a Sukuna.
Previsiblemente, sus ojos se ensanchan cuando Geto termina de hablar, pero tan rápido como una cruda expresión llega obscureciendo todo a su paso, desaparece.
Comienzo a tartamudear en la parte trasera del auto, sin encontrar razones decentes para escupir. —Yo... no quise poner en riesgo nada, lamento mucho si-
Satoru no me deja terminar, porque antes sus palabras están sobre las mías. —Callate, me lo explicarás después. —Él ni siquiera se molesta en mirarme por el retrovisor, ya habrá tiempo de hacerlo.
Agito la cabeza frenéticamente ante su voz extrañamente carente de emociones, no había gramos ni de las malas, pero eso no me hizo sentir mejor.
Tanto él como yo sabíamos porque la paciencia en dejarlo para después, porque Suguru no estaría para entrometerse en lo que sea que estuviese planeando para mi. Y eso me carcomió la cabeza durante todo el camino de regreso a la mansión.
.......
—No, por favor —Comienzo a tirar de la tela de la camiseta de Geto bajo sus costillas, en un intento por detenerlo antes de que se marche. —Quédate
El pelinegro gira su cuello en dirección a Satoru un segundo, él no nos está prestando atención mientras entra a su residencia, entonces vuelve a depositar su foco en mi, apoyando su mano en mi hombro izquierdo y ejerciendo presión en el.
—No puedo quedarme, él tiene excusas para todo y no dudará en usarlas para que me vaya. —Ojos dorados me analizan con consuelo. —Estarás bien, además tienes mi número. Si hace algo que te joda llámame y estaré aqui antes de que puedas colgar.
