❦ 𝐁𝐮𝐬𝐢𝐧𝐞𝐬𝐬, 𝐌𝐚𝐟𝐢𝐚.
Satoru Gojo controla el inframundo de los negocios ilícitos, con un alma excéntrica y una caótica naturaleza que desencadena lo peor de aquello que lo rodea.
"Él es la encarnación del diablo en piel de ángel, con len...
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Recuerden que sus votos y comentarios me inspiran a seguir escribiendo. 🖤
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Los días siguieron su curso, hasta que se cumplió una semana entera sin que ninguno de los dos mostrara iniciativa. Para estas alturas, Alice estaba segura que en definitiva, a G no se le pasaría pronto. Se declara derrotada.
No es que Satoru o ella hubieran dado la relación por terminada, tampoco se atrevían a pronunciar palabra al respecto. Incluso Suguru le preguntó a G si algo ocurría entre ambos, y él se limitó a responder un simple: "Descuida."
Aún así, todos notaban el mal carácter del tipo.
El silencio áspero, los gestos vacíos y la impaciencia con la servidumbre resultaban desconcertantes. Sobre todo ahora que los habitantes de la mansión se acostumbraron a escuchar sus carcajadas absurdas.
Era como si les arrebataran al nuevo jefe y en su lugar devolvieran al antiguo de temperamento sombrío. Fuera quien fuera el culpable, les debe la factura de esos dolores de cabeza.
Al pobre Dorian le tocaba la peor parte; la doble miseria de aquel par de desilusionados. Su hermana, cada vez más disociada y con un dejo melancólico. Y ese albino, cuya presencia le erizaba la piel cada vez que su figura atravesaba los pasillos, derramando oscuridad.
No entendía nada, pero olvidaba sus dudas tan pronto lo obligaban a estudiar o se distraía con juguetes de calidad.
¿Qué demonios espera ese bastardo de mí?, se pregunta Alice mientras una ráfaga de viento otoñal le desordena el cabello en el balcón. Si pudiera robar un cigarrillo, lo haría. Pero G no fuma y no ha tenido oportunidad de pedirle uno a Suguru. Sus pulmones lo agradecen.
El sol se oculta y pensamientos lamentables le invaden la cabeza. La sola idea de disculparse para enmendar las cosas le provoca jaqueca. Al fin y al cabo no ha hecho nada malo, salvo enamorarse de la persona equivocada.
No se queja demasiado; fue su elección. Y aunque él intentó confundirla, vaya idiota si cree que podrá matar noches de insomnio con la sola incógnita de si era correcto amarlo.
