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Las lágrimas bajaban por mis mejillas mientras la gran sonrisa se ensanchaba en mi rostro, suspire sin poder creérmelo y me lance a sus brazos, chocando contra su fornido cuerpo mientras sus brazos me atrapaban en el aire. Mire sus ojos para cerciorarme de que todo fuera cierto, de que lo tenía junto a mí.

––Te amo, Jads––suspire, sus dedos se pasaron por mis mejillas apartando las pequeñas lagrimas que recorrían por mi mejilla sin razón, su expresión era serena y me miraba con paciencia.

––Nena––susurro y pude sentir como su aliento chocaba contra mi rostro, haciéndome sentir un escalofrió sobrenatural, sobresaltándome completamente, estremeciéndome––no te amo.

Fruncí el ceño como si me hubiera golpeado y de repente, ya no estuve entre sus brazos, no tuve sus labios a centímetros de mi rostro, nuevas lágrimas cubrieron ahora mis mejillas, esta vez con dolor, rasgándome el alma.

––Jaden ...

––no te he amado nunca, Ann––me miro fijamente, con ojos agiles y firmes, como un tigre, sin sentimientos––jamás te amare nunca.

Cerré los ojos sintiéndome perdida y golpeada por aquellas palabras, sentí como un nudo se formaba en mi garganta haciéndome respirar pesadamente, mientras una parte de mi no se sorprendía por aquellas dolorosas palabras.

Sabía que no me amaba, el jamás me había amado.

Abrí los ojos rápidamente mientras el sudor me recorría la nuca, tenía las sabanas entre mis puños mientras respiraba con rapidez, había sido un sueño, un maldito sueño que me había hecho sentir miserable. Un poco más rota.

Me levante a regañadientes tratando de controlar mi respiración, me dolía el pecho, el alma, pensar en él. Me dolía Jaden, me dolía hasta el último hueso de mi cuerpo y no importaba lo mucho que lo había reprimido, me afectaba, me dolía, siempre iba a dolerme. Jamás iba a olvidarlo.

Me coloque una bata que encontré en la habitación de mi madre y baje las escaleras para tomar algo, debía volver a Tennessee, debía volver a mi vida, no iba a quedarme más tiempo, debía irme esta tarde. Necesitaba a mi hija más que nunca

Mire la hora y eran las 9:30 am, solté un suspiro y el teléfono automáticamente empezó a vibrar en mis manos, mire la pantalla encontrándome con el numero de Amy, deslice el dedo y me coloque el teléfono en la oreja para saludar.

––hola...

––hola Ann, ¿como estas?

––un poco cansada, ¿cómo estas tu?

––De la misma manera querida––explico soltando un suspiro––la fiesta de ayer me dejo muy agotada, ya no estoy para esas cosas.

––Kate se veía muy feliz anoche.

––estaba muy feliz, de hecho, llamaba para hacerte otra invitación.

––¿si?

––saldremos de compras en una hora y pues Kate propuso que te llamara.

––Amy...

––lo sé, Ann, se que quieres alejarte de todo, se que duele y lo entiendo, pero debes entender a las niñas, te han amado por años, las has visto desde siempre y te adoran, aun no pueden asimilar que no estás vinculada con esta familia.

––lo estoy Amyta––susurre conmovida, sintiéndome culpable––jamás dejare de amarlas es solo que...

––¿que querida?

––Duele––susurre con voz entrecortada, sorprendiéndome a mi misma––pensé que lo había olvidado, que me había anestesiado el dolor, pero duele mucho––murmure dejando que todo saliera, mientras las lagrimas recorrían mis mejillas, como en mi sueño.

𝐅𝐀𝐊𝐄Donde viven las historias. Descúbrelo ahora