Rumbo a la Atlántida

15 3 0
                                    

Capítulo VIII

Después de entregarle el medidor a Arash, Kurosh vuelve a su rutina habitual vendiendo pescado en los muelles y Arash va de inmediato con Qaisar quien ya lo estaba esperando, cuando llega le pregunta -y bien? Lo tienes? -aquí está, con este instrumento llegaremos a la Atlántida; dijo rápidamente Arash. Subieron al barco y zarparon de inmediato de regreso a Jerusalén.

Cuando vio que ya se habían alejado lo suficiente, Kurosh tomó sus provisiones y robó el pequeño barco pesquero de su jefe y zarpó de inmediato con curso a las columnas de Heracles mientras gritaba -perdón Azeneth, volveré pronto, es para una buena causa, lo juro!.

En cuanto a Arash y Qaisar, despues de dos días de regreso, camino a Jerusalén fueron interceptados por el barco insignia de Jerjes, este se había adelantado y había zarpado para encontrarse con Arash y Qaisar en el camino y así no perder más tiempo del que ya habían perdido por el contratiempo del medidor de la bóveda celeste y detrás del barco insignia, venían los trescientos triremes llenos de soldados persas. Los abordaron pensando que serían un barco griego pero cuando los vieron, reconocieron de inmediato que eran el general y el nuevo almirante así que remolcaron el barco donde venían y subieron a bordo del barco insignia. Ya dentro del camarote del rey, se arrodillaron y mostraron el medidor que los llevaría a la Atlántida, Jerjes muy complacido se levantó de su asiento y dijo -buen trabajo, mis leales súbditos, ahora guianos, Arash.

Arash salió del camarote y subió a cubierta para tomar en sus manos el curso, mientras eso sucedía, por su mente solo pasaba que Kurosh no hubiera demorado demasiado en zarpar porque aún haciendo tiempo, el plan podría fracasar cuando de pronto Qaisar se acercó a él y tomándolo del hombro le dijo -y bien? Hacia donde nos llevas?, a lo que Arash respondió con total seguridad -primero debemos atravesar las columnas de Heracles y después debemos desviarnos levemente hacia al norte rodeando la península ibérica para después fijar curso hacia el sureste y en ese punto, hay que tener cuidado porque existen corrientes que podrían desviarnos de nuestro curso; -correcto, avísame si necesitas algo, dijo Qaisar mientras se retiraba.

Después de ocho días de viaje, Kurosh avistaba a lo lejos las columnas de Heracles y se dió cuenta que sus raciones podrían aguantar hasta aquel punto en África en el que abastecieron aquella vez cuando venían de regreso a su hogar, así que decidió no tocar puerto. Por su cabeza pasaban los recuerdos de esos cuatro compañeros de travesía y pensó -me gustaría ver de nuevo a todos después de ésto y quizás regresar a la Atlántida una vez más y por su puesto en mejores circunstancias; hasta que de pronto llegó a su cabeza una idea para reducir el tiempo de viaje, -ya sé, dijo, -aquella vez nos tardamos porque primero fuimos en línea recta hacia el noroeste cuarenta días, lo que nos retrasó porque no nos acercabamos hasta que le dije a Arash que debíamos ir hacia el sureste y ahí fue cuando avistamos la costa africana, por tanto, si calculo los días entre cambio de rutas y trazo un curso en diagonal en línea recta con dirección al suroeste desde las columnas de Heracles, es imposible no llegar a la Atlántida y además reduciría el tiempo a la mitad; y eso fue exactamente lo que hizo.

Kurosh les llevaba dos días de ventaja a Arash y al ejército persa, pero esto no lo sabía Arahs, por lo que decide ordenar amarrar en un puerto un poco antes de llegar a las columnas de Heracles para reabastecer agua y vino pues según sus cálculos, las raciones de bebidas no iban durar los casi dos meses de viaje que les esperaba una vez cruzando las columnas de Heracles, así que Jerjes no sospechó nada y confío en su nuevo almirante. Ahí estuvo detenida la flota por casi tres horas que aunque poco, cualquier cantidad de tiempo del mundo sería indispensable para darle ventaja a Kurosh. Finalmente la flota partió para atravesar el estrecho mar que se hacía en esa parte del mar Mediterráneo, maniobra que tardó medio día pues era imposible que pasaran por ahí trescientos triremes persas sin que chocaran entre ellos.

Diez días después de haber partido por la nueva ruta, Kurosh recordó que tenía que parar en África para reabastecer provisiones, pero inmediatamente después recordó que sí sus cálculos eran correctos, llegaría un día después de que se hubieran terminado las provisiones, por lo que no habría mayor problema. Por su mente siempre pasaban mil escenarios, al punto de no poder dormir bien; de querer dar media vuelta y regresar a su nueva vida; de querer arrojarse por la borda y; sumado a ello que se encontraba completamente sólo, lo único que lo tranquilizaba y lo distraía un poco era observar las estrellas e ir calculando las distancias, mientras trazaba mapas de la ruta que seguía camino a la Atlántida, travesía que aún duraría otros diez días más según lo planeado.

Por otro lado, en el mismo tiempo de días que Kurosh, el ejército persa se encontraba apenas llegando al norte de la península ibérica para cambiar el curso hacia el suroeste, tal y como se había planeado y en el tiempo acordado, ahora solo faltaban casi dos meses de viaje, por lo que Qaisar entró en el camarote del rey Jerjes y mientras se arrodillaba dijo con tono preocupado y nervioso -mi señor, no cree conveniente que después de treinta días de navegar el ejército deba descansar un día y después volver a zarpar?; Jerjes se levantó furioso de su asiento y se acercó a Qaisar para decir en tono muy molesto -te parece buena idea, retrasar más esta gran movilización militar sólo por un poco de cansancio!? -acaso dudas de la capacidad y fuerza de mi ejército!? Dudas de la capacidad de tu rey!? Agregó inmediatamente Jerjes mientras le propinaba una bofetada a Qaisar; -fuera de mi vista!, fue lo último que dijo Jerjes mientras Qaisar salía de inmediato.

Después de aquel altercado entre el general y el rey, Qaisar se acercó a Arash y le preguntó -por qué aceptaste todo ésto? Que te motiva?; Arash que se encontraba mirando al horizonte pensando en Kurosh, se asustó un poco por la repentina interrupción de sus pensamientos y como no escuchó, pidió que repitiera su pregunta, entonces Qaisar volvió a preguntar -por qué aceptaste todo ésto?; Arash guardó silencio unos instantes y después respondió -por miedo, por gloria, ambas, realmente no lo sé, sólo se que todo sucedió muy muy rápido y cuando menos sentí, ya estaba demasiado comprometido; -entiendo, respondió Qaisar y agregó casi de inmediato mientras se retiraba a dar órdenes de limpieza -no eres alguien que me agrade pero creo que eres alguien valioso.

-Los días parecen eternos y más si solo te tienes a ti mismo, que más puedo hablar conmigo mismo; dijo en voz alta Kurosh -ya han pasado dieciocho días desde que dejé las columnas de Heracles y creo que me he equivocado en mis claculos, invariablemente, después de mañana voy a morir, agregó mientras lloraba sentado a un costado del timón; -yo solo quería formar una familia y mantenernos lejos de la guerra y de cualquier conflicto, todo iba muy bien, no se porqué hice ésto; dijo antes de quedarse dormido. Mientras eso sucedía, su barco fué abordado por dos navíos atlantes que se encontraban patrullando la zona. Al abordar el capitán Quirón, vio tirado en el suelo a un pequeño hombre y de inmediato recordó aquel día en que despidieron a aquellos cinco extraños muy similares a éste, por lo que de inmediato el capitán ordenó llevarlo a su navío y remolcar el pequeño barco donde venía Kurosh hacia el puerto más cercano y casi de inmediato también ordenó al otro navío atlante seguir patrullando la zona por cualquier situación similar que pudiera ocurrir.

Atlántida: Se Alza Un Nuevo Imperio Donde viven las historias. Descúbrelo ahora