Memorias Ocultas: El Llamado del Cristal

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Capítulo XVI


Después de tres días de viaje sin descanso alguno, la selva del sur se volvió casi impenetrable, llegando a un punto dónde era ya imposible atravesarla, fue por ello que decidí empuñar mi espada y procedí a cortar todo aquello que se interpusiera en mi camino, pero increíblemente las lianas y ramas que había cortado al pasar unos minutos se regeneraban misteriosamente y en cuestión de segundos. Sin darle tanta importancia, seguí con mi camino y al caer la noche, decidí acampar en una de las ramas altas de uno de los árboles y presencié un momento idílico en el que solo podía observar el paisaje más hermoso que jamás habré visto en toda mi vida, la selva se iluminó de tonos verdes, azules y púrpuras, casi parecía como si todo a mi alrededor tuviera conciencia. Esa noche no dormí, no pude, tenía que ver que sucedía al amanecer y tal y como lo sospeché, ese espectáculo solo ocurría en la noche.

Después de unas horas de camino, llegué a unas cataratas con riscos de unos cuarenta metros de altura y muchas rocas flotando alrededor de aquel cristal que había visto en mis sueños que yacía en el centro de aquel místico lugar, entonces me aproximé al agua y nombré a Poseidón una y otra vez, pero él ya nunca más respondió ni se apareció, fue entonces que uno de los ríos creció y se desbordó, arrastrándome hacia una caída y muerte segura, y fue en ese momento en el que ví pasar mi vida frente a mis ojos, todos aquellos momentos que había vivido hasta ese preciso momento; cerré los ojos y acepté mi destino, cuando de pronto sentí que ya había pasado demasiado tiempo cayendo y aún seguía vivo, así que abrí los ojos y cuando eso sucedió, yo estaba flotando alrededor del cristal y tal y como sucedió en mi sueño, su energía era cálida y me daba calma, entonces me acerqué a él y lo toqué, al instante el cristal me mostró el futuro y vi un pueblo unido, un pueblo próspero, vi a la Atlántida, algo con lo que mi padre solo fantaseaba hecho realidad, de inmediato mis ojos se llenaron de lágrimas y fue en ese momento en el que supe que debía hacer.

Después de haber visto tan claramente un futuro prometedor, primero me dirigí a  las tribus del centro, les conté todo lo que vi y viví, pero no me creyeron, decían que estaba loco y estaba delirando, así que para demostrar que lo que decía era cierto, les propuse llevarlos al cristal, por lo que al instante se mostraron reacios hasta que alguien entre la multitud alzó la mano y dijo con voz firme -Yo voy y mi tribu te acompañaremos-, era el líder que conocí, Heliodoro. Todos voltearon a mirarlo y algunos más de otras tribus del centro se unieron a nuestra travesía. Y así fue que cuarenta y cinco hombres y mujeres fueron detrás de mi y vieron y vivieron todo aquello que yo vi y viví. Al llegar, todos y cada uno de los que venían, se aproximaron a Cristal y este les mostró a unos el futuro igual que a mi y a otros únicamente les curo los males que tenían. Al ver que todo lo que yo decía era cierto me mostraron su respeto y apoyo incondicional. Regresamos al centro y todo lo que sucedió se difundió rápidamente entre las tribus centrales y al cuarto día partimos los mismos cuarenta y cinco hombres y mujeres a las tribus de la costa este y oeste difundiendo la idea de unificar a todas las tribus; realmente no costó mucho trabajo que se unieran a nosotros, pues tanto las tribus centrales así como las costeras siempre han sido muy pacificas y hasta cierto punto siempre han sido allegadas entre si. El problema fue cuando llegamos a las tribus del norte, conocidas por todas las demás tribus como las más agresivas y sanguinarias y en efecto, tanto mi tribu como las otras cuatro que formábamos la región norte siempre estábamos peleando entre nosotros y con otras tribus.
Al llegar a la región norte, solo podía recordar la muerte de mi padre y la masacre que hice en aquella tribu que me arrebató mi padre. Fueron tantas las emociones y recuerdos que me inundaron que estuve a nada de abandonar ésta idea de unificar las tribus, porque en mi mente solo podía preguntarme ¿En verdad soy digno de hacer esto?, hasta que Heliodoro, notando mi crisis, se acercó a mi y con voz calmada y amigable me dijo -Si unificarnos es lo que más deseas, primero debes unificar tus sentimientos con tus pensamientos para estar en paz y perfecto equilibrio-, entonces despejé mi mente, suspiré y le agradecí sus palabras.

Entramos en aquella región que nada más pisar, nos rodearon, por lo que solicité hablar con todos los líderes de tribus de la región norte porque tenía un mensaje para todos ellos, inmediatamente me miraron y el más fuerte dijo -De acuerdo, pero solo irás tú-, me ataron y escoltaron por cada una de las cinco tribus. Primero iniciamos con mi tribu, les conté todo lo que ha sucedido desde aquel día de la muerte de mi padre hasta este día y como mi padre ya antes había hablado con toda la tribu de la idea de unir a todas las tribus, por lo que realmente no fue complicado hacer que aceptaran, así que se unieron a la causa. Al ver esto, me liberaron y el jefe actual de la aldea, el jefe Ivathos (ήβαθος), solicito a sus emisarios llevar el mensaje de reunión pacífica de jefes.
Pasadas dos horas, los emisarios llegaron y para sorpresa de todos, absolutamente todos los jefes sin faltar alguno aceptaron, pero esa reunión sería hasta dentro de un día, por lo que me preparé y los preparé a todos para que nada se saliera de control. En mi mente sólo me decía que todo está pasando tal y como debía pasar.

Al día siguiente, se encontraban los cinco líderes con sus respectivas guardias y preguntaron por qué habían sido convocados, por lo que yo tomé la palabra y dije -Hermanas, hermanos, los hemos reunido para discutir un tema que quizás para nadie sea relevante, pero cambiará nuestro mundo tal y como lo conocemos-. Procedí a contar exactamente todo lo que le conté a todas las demás tribus y agregué -únicamente faltan sus tribus para formar a la gran y majestuosa Atlántida-. Todos se voltearon a mirar y comenzaron a reír y de inmediato el jefe Cícero (Σίδερο) se levantó de su lugar y habló en voz alta  preguntando -¿Por qué deberíamos unirnos si nosotros siempre hemos estado en conflicto?- yo lo miré y respondí -Porque es momento de hacer a un lado nuestras diferencias y construir un futuro común, estás pugnas sin sentido me arrebataron a mi padre, y así como me pasó a mi, le pasó a alguien más o le pasará a alguien más y yo no quiero eso. Tenemos el potencial para ser mejores y progresar ¿Por qué no hacerlo?- todos guardaron silencio y mientras se miraban unos a los otros, se levantaron y mientras se retiraban, agradecieron la comida, la hospitalidad y  todos dijeron que habrá que discutir más a fondo lo que les acabo de proponer.



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